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En Alejandro Vega Matus no se sabe qué admÍl ar más si su apostólica bondad o su exquisita sensibilidad de artista. La música fue bondad impalpable en la sen– cillez confortante de sus bellas melodías; y su vida, una música eterna acompasada en el cull\plimiento del deber. El Hombre y el Artista no tuvieron mirajes dife/entes: eran como dos fuerzas que convergían hacia un solo y grande corazón. Dijérase que, como todo ser superioJ, el teclado de su espíritu posela una octava más que los otros organismos. AsI me explico por qué su música,
C0l110 su bondad que se manifestó en toelos los cllmpcs y
bajo todos los soles, fuese también a buscar motivos de inspiración, no solo al boscaje de sus nativas armonías 13"– ra expresar la emoción vernácula del ambiente, sino a la propia España de las tonadillas y de los fandangos, adon– de ya habia llegado también con la imaginaci~n el autor de "Los Pescadores de Perlas". Vega Matus tuvo eso de común con Bb:et: supo ofrecernos ese "color local" que subyuga y encanta, sin necesitar recorrer la campaña es– pañola, ni pernoctar en insignificantes posadas, ni estilr en el Avapiés en la celebl'ación de su velbena, en donde cada calle es una romería, cada solar un baile, cada bal. CÓn un enjambre de muieres bonitas. No precisó el con– tacto del medio para extraer los caracteres específicos de la música peninsular, ya se tratara ele jotas al'a90nesas o de villancicos navideños, a través de los cuales, los giros melódicos y los dibujos rítmicos ponen en el Elspíritu In nota de color y ele vida. Le bastó la utilización ele rilmos particulares, de algunas mezclas instrumentales para crear la ilusión e1el ambiento. Y es que él, m¡¡esho de la so– noridad, ve, juzga, de alto y alredadol'. Su mir<lda lo penetra todo. Su sensibilidad todo lo capta. De h<1bel' tenido en sus venas un corpúsculo de sangre oriental, hil– bría hecho músicas angustiosas ele ulla tristeza infinita, que hablaran del prestigio fabuloso de las Bayadelas, o evocaran criaturas de un mundo fantástico envueltas en sus kimonos de seda. Nos serían asibles los techos de los templos, armónicos y magníficos, y
CI ceríamos C!lIl–
templar a los bonzos, sentados en series innlóviles en 01
santuario centellante de oro que habitan las divinidades, las quimeras y los símbolos. Por eso quizás se deleililba con Verdi, ya que el maestro italiano tuvo su propia ca– pacidad intuitiva, cuando en la escena de 1" consagración de Alda, a los arpegios de las arpas, una voz primero, y luego el coro, eleva Un himno que, según eXl)l'esión de uno de sus biógrafos, es más oríental que si fuera ol'ien– tal de verdad.
Vega Miltus no pudo ser, no fue nunca un sectario Su arte puro y delicado, huyó sistemáticamente de la gua· daña que siega las espigas de
010 de la inspiración,
Creyó en la múska del porvenir coh prescindencia de gé–
neros y sistemas, pues no ignoró, que de llegar el momen– to en que ya no se hablase de escuela italianll o de
escuela alellillna, acaso comenzara el verdadero floreci– miento del arte. La inspiración ante todo: ni meloc!istas como Bellini ni armonistas como Meyerbeer, a menos que el sentimiento creador blotase espontáneo y dejase en los corazones la huella indeleble de su paso. la música es, según su sentir, sólo un medio de persuasión; y a los es– píritus se llega o por la lazón o por el sentimiento. Si algún día su música no hubiera logrado emocionar, habría sentido el dolor del fracaso, como quien sabe, que su arte era en él una de las fOl'mas de la elocuencia .. Cuando Rossíni compuso la "Pequeña Misa Solemne", se afirmó que el gran maestro, demostraba con esta obra, que habla hecho, al fin, estudios prolongados y severos . Y
Verdi repuso: "¿En estos últimos tiempos Rossini ha he. cho progresos y estudiado? ¿Qué es lo que ha estudia– do? En lo que me atañe, desearía que desaprendíe/s la música y escribiera otro "Bélrbelo ele Sevilla".
Si 111 música lleva el sello de la inspiraci6n, segura· mente tiemblA en la garganta y estremece los dedos que corren sobre tcclados ideales, ya pertenezca ~ cualquier época vistiendo el peplo griego, el jubón florentino, el juslillo inglés o el blanco lino ele los orientales. ; enton– ces es popular y el artisla se consagl'a, porque nos habla, como lo ha "echo Vega Matus, en el universal lenguaje de las 110tas subyugantes.
Fue un pele¡;jrino en un Inundo de ensueños. Su im3– ginación tenía la manía ambulatoria de los genios y la in– quietud al"da ele los predestinados. Llegó a todos los jaro dincli a libar 1M; mieles de mÚliicas encantadas; a todos los
IOm¡¡nSOS a edraer la linfa de los ritmos más puros. Vi· sitó el SllntU'lI io de la amistad y brotaron sus valses. En
"Cantos de la Mañana" recoge la algarabfa del mundo que nace en un despertar de égliga, mientras las campanas illluncian el comienza del nuevo día con el mlstlco hablar argentino de sus lenguas de bronce .. Es el mismo
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