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AMANEC~R dedlclldo lit ilustre Azorfn, qUé, como nadie, conoce el Poema de Argamasille. .. En "Noche de Gala", otro vals, revive el magnífico "minuet oral" de Rubén Da– ría. Di¡éra.~~ que Eulalia la divina. se perfila más adora– ble e¡Ure' el desafiante vizconde y el abate madrigalist8; porque en ese vals; los jarrones tienen el prestigio del bÚa

c:ai'j) azul de Lady Windermere, y las lunas venecianas su ari'stocracia más pura, y el champaña las notas más ale– gres de su abolengo. Brilla el salón como en casa de los

Ke~esfalJva de Stefan Zweig. MOl1tecristo ~a traído sus fUentes de plata y sus copas del Jap6n. Brilla la porce· lana y resplándecen las líneas de los dorados como en la célebre novela de Salzac. "Noche de Gala", es un derro– che de luz y de color.

. Pero este artista no sólo tiene en su paleta los colo· res detonantes y: altivos. "La Agonía del Crespúsculo" conoce de las medias tintas y de los claro.oscuros defini· tivos. Para dar esa sensaci6n de mística melancolía, su– perpuso los pigmentos musicales como un impresionista del Iienxo y extrajo la melodía suprema de la desesperan– za. Con notas simples, sin alardes armónicos, el artista toca las puertas de la sublimidad. Eso sí . , no lleva las notas raudas ni bajo invariable uniformidad del tiempo; más bien son medrosas como que van a lo etéreo, como que asisten al encuentro de lo incognoscible. Los calde– rones repetidos aún en un mismo compás, son pequeños oasis que duran lo que un suspiro La Naturaleza está desfalleciente. Los sonidos graves del último movimien· to son el pregón de las sombras. Vega Matus había sin duda leído -a Wuncl y a Ruskin sin perder la noción del mundo exterior, como la perdiera, en esa misma hora cre– puscular, el poeta Villaespesa:

y en medio de este obscuro silencio, de esta calma, ya no sé si es la sombra la que invade mi alma, o si es que de mi alma va surgiendo la sombra. El poeta muéstrase dubitativo entre dos mundos Vega Matus, no. A su mundo interior llegan las sombras del crepúsculo que solo capta como artista devolviéndolas ennoblecidas; mas de su espíritu, sólo luz emerge para dejar puntos luminosos en las paralelas del pentagrama. Aquí, como en tocla su obra, demuestra que su música nunca fue cerebral. En góndola de ensueño, bogó p(lr la corriente hasta la ribera misma de la emotividad. Ja– más forzó la técnica en perjuicio de su lirismo, y hasta en sus páginas de mayor aliento lo posee la potencia y la ligereza, el dolor y el capricho. De franqueza espontá. nea, no tuvo, igual que Sch ubert, recelos secretos e inte· rrogantes i~saciables. Su mismo intermeuo intitulado "Misterio", aparte de su poder emotivo, tiene la transpa· rencia del cristal y la limpidez de las más bellas gemas. Quien no lo haya escuchado, supondrá que se trata de una música arrancada de "Las Sepulcrales" de Maupassant o de "El Pozo y el Péndulo" de Edgardo Poe; mas, por el contrario, es melodía clara y progresiva, sin reticencias ni inquietudes ; es serena; plácida, confortante y alada. Su intención no llega a los umbrales del Nirvana a propo– ner la interrogación angustiosa de la muerte. sino que es Un hermoso himno a la vida, lleno de fe, esperanza y amor.

El maestro jamás se hito interrogaciones trascenden· tales. Lo misterioso, lo que está fuera del alcance de las filosofías, es un campo vedado para su alma de artista. p.o r eso humildemente sirvió a Dios, "elevándose por en· cuna del soberbi~ fil6sofo", según la expresió~ de Kem·

pis. Fue el suyo, un catolicismo militante, más qué una

ritual adoración; una conducta al bien encaminada, más que un inquisidor espíritu al borde de los negros abismos. Ni la duda metódica llenó su vida de luchador. Aceptó como prueba de la omnipotencia, el testimonio escrjt~ de las obras majestuosas .. , ¿Cómo iba a dudar de aquella muda elocuencia, cuando es confirmación del divino poder sus natales amaneceres, sus radiantes mediodías en los que Apolo envía la luminosidad de sus rayos, sus crepus· culares agonías de la tarde y el libro abierto de las cons– telaciones de la noche? . ¿Cómo su alma de artista no iba a comprender que sobre el humano linaje está el Ha· cedor Supremo, ese máximo artífico de las aguas ellabun– das y de las aguas mansas, que son preciosas líquidas per– las engastadas en el cUlldro portentoso de la Naturaleza? Claros los testimonios del cielo y de la tierra, ¿a qué escrutar el misterio infinito? Dejó Vega Matus en sus viejos infolios la cosmología de Aristóteles y la Teoría Mecánica de Dem6crito; y es que la fe llena toda su vida, como que fue principio y fin y fermento de su producción musical.

¿Cuáles fueron en suma las rulas del genio en pos de la' belleza; mejor dicho, cuáles no fueron sus rutas? Porque los caminos todos, siempre estuvieron abiertos para la marcha ascensional de su espíritu, en 105 cuales dejó regueros de armónicos arabescos y de melodías en– cantadoras. Jamás deseó pal'a si la suerte de Tartarín, quien adorando la caza, sólo pudo matar en su vida el león domesticado del convento de Mahamed ,. Dome· ñando la música, atrapó ingentes melodías como necesa· ria condición para su vida de luchador Un solo camino, una sola pieza cobrada, eran capaces de conmo– ver su recia personalidad de artista. Bebió por eso el agua universal en la acequia de todas sus emociones, y

saboreó la fruta en sazón dentro de la cual alienta la me– lodía suprema de la Naturaleza.

Su alma todo lo asimila y dulcifica. De él, puede decirse lo que Lessing asegura del genio alemán: "que aprecia lo que es bueno en todas partes donde se halla, y que lo aprovecha en su beneficio" ..

La inspiración jamás lo abandona: estuvo con él, cuando llegó a los umbrales de la Biblia a interpretar más de un momento dramático, y descendió en Belén con el fulgor de la estrella, cuando el genio quiso poner junto al pesebre, no el incienso do los pastores, sino la mirra sonora en el pebetero de su acendrado amor

Católico fervoroso, le apasionó la dulzura divina de la Virgen y la bondad sin mácula de Cristo; pero su cato· licismo no era el de Lebedeff, quien habiendo pel dido una pierna, todos los años le hacía decir una misa. Su fórmula arrancaba del fondo del alma igual que su músi– ca y bondad imponderables, como si en un mismo manan– tial de pureza, se abrevásen las virtudes y las aladas ninfas de su inspiración MúsicCl buena, porque es un regalo al espíritu; relevantes virtudes, pOlque son ejemplo de lo que pueden la cab<lJlerosidad y la hidalguía ... Este hombre pertenece a una época. Pintó magistralmen. te en su música, almas y situaciones. No necesita por eso epitafios laudatarios ni frases conmemorativas forjadas en la austeridad de un gabinete, que ya el cOrazón de su pueblo de rodilla5 está sobre la tierra que cubre sus des. pajos

Por eso la suprema melodía que él forjó con lllnor, flotará eternamente en el ambiente a.,esar del tropel in· terminable de las horas.

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