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Solamente leer iales amenazas me ha– ce hervir la sangre como legítimo hijo de Nicaragua. Sin embargo, reprimí el odio que :me había despertado el jefe de los aventureros que están pisoteando la so– beranía de nuestra patria y le contesté Goma sigue: "El Rempajón, 12 de julio de 1927. - Mr. D. G. Haffield, Ocotal: En mi poder su telegrama del 11 del co– rriente, al que ahora contesto. Cuando yo me uní al Movim.iento Cons±iiucionalisia lo hice con el firIne propósito de libertar a :mi país o :morir, y como no hemos obie– nido efectiva libertad, ni aun he muerio, continuaré con mi propósito original. Nuestras armas no serán abandonadas porque ellas representan la enérgica pro– tesia de mi patria y por eso es que sus amenazas no tienen importancia para mí y no me im.porta de quién sea usied re– presentante, y el prim.ero que se atreva a cruzar la frontera de la región que nos hemos señalado, habrá de dejar muchos cadáveres en el campo de batalla. Si us– ied está dispuesto a ello será bienvenido, para que así tengamos el hqnor de hu– medecer el suelo de la patria con sangre traicionera e invasora. Además, si los Es– tados Unidos desean paz en Nicaragua de– ben entregar la Presidencia a un legHim.o liberal y enfonces yo depondré las armas pacíficamente. A. C. Sandino"

Ahora que el jefe de los felónicos aventureros me ha retado, y que yo, como legítimo hijo de mi raza, he aceptado el reto con honor, todos los comentarios a ese amenazante mensaje serían bienveni– dos, por cuanto mi sangre india se suble– vó por la majestad de la patria. Una vez más quería demostrar a los lacayos de Wall Sfreet y a los asesinos de Coolidge que ser humilde no significa ser cobarde.

y que por lo tanto hay en Nicaragua hi– jos legítimos suyos que están orgullosos de ser Nicaragüenses y a este respecto he– mos probado al mundo civilizado la deci– sión de los pigmeos de una porción de Ceniro América. InmediafBlnente des– pués que el telegrama amenazador fue leído al Ejército Defensor del Honor Na– cional, cada soldado, aun el más humilde mostró en su rosiro las señales del odio mortal a los invasores y traidores a nues– tra pafria. "Muerte a los Yankees", gri– taron mis soldados con todas sus fuerzas. "Muerte a los Yankees", repitieron las ásperas montañas de Nueva Segovia. y mis soldados añadieron: "Al Ocotal, al Ocotal". "General Sandino, vuestros su– bordinados juran morir en defensa de la Liber±ad Nacional antes de perm.i±ir que los invasores insulien nuestra soberanía". Mi respuesia fue: "Os estoy agradecido, camaradas, si nuestra Patria necesita

nuestra sangre, ofrezcámosela en holo– causto" .

La amenaza del pirata G. p. Haffield ha ienido que ser rechazada con hechos que guardará la historia. Y yo siend,o el representante de los legítimos hijos de mi patria, no podía permitir, ni mis herma– nos podían permitir, por la patria y por la raza, lal humillación.

Con el objeto de avergonzar a los piratas y fraidores, he revisado mi caba– llería y solamente 60 hombres estaban en capacidad de lucha, ya que las otras ca– ballerías habían sido enviadas, dos días antes, hacia la vecindad de Jinotega en expediciones, y por esia razón y estando incapacitado de controlar las ansias de guerra de mis hombres, decidí atacar a los invasores en sus excelentes posiciones del Ocatal y fuimos con las armas del ho– nor a dar un ejemplo digno, aunque infe– riores en número, ya que en Ocoial no habían menos de 200 hombres armados entre invasares y traidores que nos obs– truían el camino a la libertad. Se llegó al Ocoial a las 12 :45 de la mañana del 16 de julio y después de pasados los pri– meros minutos en preparar el ataque, a la una en punfo se disparó el primer tiro a la patrulla que el enemigo tenía en un sitio llamado El Divisadero, el que fue to– mado por a.salto. Todos los otros ataques sobre el resto de las patrullas disemina– das al derredor de la ciudad fueron simul– táneos y aquellas fueron aniquiladas o huyeron al centro de la ciudad. La lucha duró quince horas y los Yankees y los serviles constabularios fueron rodeados tanto que no podían oblener ni siquiera agua para beber. Fueron impulsados por el miedo a permanecer encerrados entre paredes esperando la m.uerte que les qui– siéramos dar. Pero nuestros humanita– rios corazones se abrieron a la crítica que sufriríamos si los hubiésemos terminado de la mejor manera posible, cual era la de dar fuego a las dos manzanas de casas en las que los invasores y los felones se habían refugiado después de alardear tanto de sus fUerzas. Las familias, due– ñas de las dos manzanas en cuestión, me rogaron con lágrimas en los ojos que con– siderara la pobreza en que quedarían si les quemábamos sus casas, y consideran– do que los que me suplicaban eran mis conciudadanos, sacrifiqué la victoria y así fue que ese montón de cerdos quedaron vivos, ya que puse el interés de mis con– ciudadanos sobre la gloria de mi patria. Esto me obligó a ordenar la formación de mis hombres y a salir en el orden más compleio. Desgraciadamen.l:e tuvimos que lamentar la :muerte de seis de mis bravos soldados, entre ellos la del valiente Coro-

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