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de la costa, nuestro intento inútilmente fracasó, y de– bimos tomar refugio de nuevo en la hospitalidad cara del Hotel Sólo un día habíamos gozado de huestro

vivíenda aireada y clara, por lo tanto fue dura el en– cerrarnos en las pequeñas alcobas, estrechas, oscuras y sín muebles, de Mr Haslam

E8TADIA EN NICARAGUA

Octubre, 1882 - Abril, 1883

La impresión de agrado que la ciudad da a Jlri–

mera visto¡ no se pierde con un conocimiento más

intimo de ella, si uno no critica con pretensiones muy subidas Casas aireadas, bellos jardines, excepcional– mente ricos en flores fragantes, calles anchas y cami– nitos angostos entre imponentes palmeras de cocos y árboles de fruta de pan, y una población actíva y rela– tivamente Iimpía, son ventajas que no siempre se pre– sentan al que viaja en las regiones de la América tropical La plaza es grande y espaciosa, en ella se encuentra la pequeña Iglesia, sin pretensiones, con un campanario f;lxterior. El f;ldificio es enteramf;lnte de madera y no tiene mucho aspecto de iglesia, sin duda desde qUf;l perdiá su pequeña torre puntiaguada en un incendio Los habitantes de la ciudad en un número algo más de 800 consisten en unos 20 comerciantes europeos y norteamericanos, unos 10 comerciantes ni– caragüenses y el resto indios miskitos y negros y todas las clases de mezclas entre ellos

El Gobierno de Nicaragua está representaoo por un Gobernador, quien para guardar el orden tiene bajo su mando una docena de soldados

EL MANATI

Mi primer empeño fue conseguir información so– bre la existencia de manatíes y la posibilidad de llegar a obtener uno que otro ejemplar. Esa posibilidad pa– reció verdaderamente prometedora y decidP, a pesar de que el período de lluvias comenzaría pronto con toda

su fuerza, quedarme aquí por un mes

El Manatí

El tiempo para la caza de manatíes era justa– mente el más oportuno y los más hábiles cazadores de toda la costa, los Caribes de la Laguna de Caratasca en Honduras, estaban en ese momento representados aquí por la tripulación de un bote

Los dos hombres más importantes del pequeño grupo, Stanley y Anderson, eran magníficos represen– tantes de esa fornida raza que, tanto como pude juz-

gar, goza con todo derecho de la reputación de ser la más hábil, la mós inteligente y trabajadora de las razas indígenas de toda la costa orif;lntal de la América Cen– tral Estas Caribes de Honduras, 16 única que aun queda de las numerosas ramas de Caribes qUf;l a la lle– gada de los españoles a les Indias Occidentales pobla– ban muchas de sus islas, están ligados con los Caribes de San Vicente. En las regiones montañosas de difícil acceso de esta isla, mantuvieran los Caribes su inde– pendencia, mucho tiempo después que sus hermanos fUf;lron aniquilados o expulsados de los otras islas Por fín, df;lspués de muchas luchaS sangrientos contra los colonos inglesf;ls, fueron vencidos en el año 1796 y los sobrevivientes transportados a la Isla Roatán en el gol– fo de Honduras Crecieron pronto consíderablemente en número y emigraron por su propia voluntad a la cos– ta de Honduras, al comienzo de este Siglo

Alrededor de la Laguna de Caratasca, las márgenes del Río Potuca yola largo de la costa hasta Trujillo, tienen muchos pueblos y villorrios Los hom– bres emigran generalmente por uno o dos años, y aun por menos tiempo, para buscar trabajo y especialmente se han hecho famosos como excelentes cortadores de caoba en Belice y Honduras.

Con sus ganancias ahorradas regresan a sus casas y viven después en sus pueblos de una pequeña pero bien cuidada agricultura y sobretodo de la caza y de la pesca, hasta que el deseo de ver otras tierras les coja de nuevo Como marinos son incomparables, y por lo general es un bote o "dory" tripulado por caribes el que a la entrada de Cabo Gracias a Dios, Bluefields y San Juan del Norte conduce pasajeros y carga a tierra atravesando el oleaje en los perfodos del año en que su acceso es peligroso

Tan pronto como el tiempo lo permitió, seguí a mis nuevos amigos hasta el brozo df;ll Colorado, uno de los desagues del río San Juan, para poder llegar a tener mi tan ansiada presa La cO+a del manatí se hizo de la manera siguiente. Una hora antes del alba remaron los caribes silenciosamente, qespués de dejar– me en tierra, y se dirigieron a Un banco de arena bajo y cubierto de hierbas, donde sabían que el animal acos– tumbraba buscar alimento, arrastrándose algunos me– tros tierra adentro desde el borde del agua Stanley se posó erguido en la proa del bote con un arpón de más de dos metros de largo en la mano derecha y la cuerda del arpón sobre el brazo izquierdo Como to– dos los otros compañeros estaba completamente des– nudo

La punta de acero del arpón tiene dos decímetros de largo y está dotada de un garfio dirigido hacia atrás y va firmemente implantada en el extremo de una vara de madera bastante pesada, probablemente sacada de olguna palmera.

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