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« Previous Page Table of Contents Next Page »vapor trobpjondo a toda máquina, logró salvarse el escollo. Luego hubo de pasarse la carga de nuevo a bordo, operación que duró dos días, durante los cuales hice varias excursiones en los parajes cercanos.
TIBURONES
Abajo del raudal habían muchos tiburones, de dos a tres metros de largo, por término medio. A pe– sar de que puse las más tentadoras cebas en mis an– zuelos, no pude pescar ninguno de ellos. Fue un serio contratiempo, pues habría sido de gran interés investi– gar si estos tibwones pertenecían a algunas de las especies que son comunes afuera de las bocas del río San Juan, o si eran idénticas a las especies de tiburones que se encuentran en el Lago de Nicaragua. Esto úl– timo es lo más probable, aunque no ha sido demos– trado.
'fORTUGAS
En lo estrecha faja de playa entre la tierra corta– da a pique y el río, encontré varias especies de tortugas de agua dulce. Tan pronto como se doban cuenta que no podían escapar a su atacante u observador, re– traen la cabeza, la cpla y una parte de las patas dentro de los aperturas qu~ tienen entre la caparazón dorsal
y ventral. Las anchas patas, más o menos parecidas a aletas, cubrían la mayor parte de las aperturas de los lados, tomo tapas. Aun poro un carnívoro, armado de dientes finos y acerados, es muy difícil, casi impo– sible, llegar hasta olguna de las partes más interiores de las patas.
Aquí encontré otra tortuga: Cinosternón, que puede protegerse de sus enemigos de una manera más completa. La Cinosternón puede, lo mismo que la arriba descrita espec;ie Ernys, retraer la cabeza, la cola
y las extremidades, pero además, las partes anteriores
y posteriores de la caparazón están dotadas de cierta manera de resortes. Cuando el animal se escoiide bajo la caparazón, se cierran estas partes movedizas gracias a fuertes músculos, como la tapa de una caja de rapé, de tal manera que es imposible introducir en medio un cortaplumas. acerado. De esta manera el animal ofrece a su atacante una cápsula enteramente cerrada, dura como hueso, y se deja dar vuelta o tirar con la fuerza que se qUIsiera sin abrirse. Los criollos la llaman: La tabaquera.
COYOLITOS y PALMITOS
Temprano por la mañana del tercer día de nues– tro regreso al Castillo estuvimos, por fin, listos y pudimos continuar el viaje. Después de algunas ho– ras, pasamos la embocadura del río Pocosol, que viene del Sur, después del Sarapiquí y el San Carlos, el más importante afluente del río San Juan. Las riberas en este lado del Castillo pierden rápidamente su altura y la vegetación no es tan rica y variada como antes. Los grandes árboles, cedros y caobas, son raros" siendo innumerables los "coyolitos" (Oenocarpus batava) y por aquP y por allá alzaban los "pqlmitos" (Euterpe oleracea> su bella y airosa corona sobre la baja vegeta– ción vecina. En muchos lugares, al borde mismo del
agua, se veían los lIsofJolesl' (Achl'os sClpoh.¡) con sus grandes y bellas flores, blancas y rojas, recién abiertas.. La vegetación no era, en general, tan espesa y variada. como lo era río abajo. :
PAJAROS
Tanto más ricas eran las variedades de paJaros: martín pescadores, garzas, corvídeos, palomas, orioles (Icterus sp,), gavilanes, etc., se sucedían los unos a los otros. Y como brillantes pendones con los colores nacionales suecos, colgaban majestuosas lapas (Ara macao) en las palmeras que se mecían con el viento. En muchos lugares donde las riberas del río eran cada vez más bajas y se prolongaban en pequeños ban– cos de arena y de hierbas, hacían la siesta numerosos grupos de cocodrilos que de mala voluntad se arrastra– ban hasta el agua al acercarnos, sin poner gran cuida– do a los salvas de disparos con que los saludaban unos jóvenes nicaragüenses con sus recién comprados revól– veres y escopetas.
LOS RAUDALES
Ahora nos acercábamos al raudal del Toro, la última barrera a la navegación del río viniendo del Atlántico. Ciertamente se pueden ver ahí, a ambos lodos del río, algunas colinas sin importancia que no son propiamente formaciones de montañas. Muestras de las rocas sueltas que forman el cauce son de origen volcánico, por lo que uno puede suponer, y con razón, que han sido llevadas allí, desde las playas del Lago, por la fuerte corriente del río, y que la barrera sea aquí de uno· naturaleza fortuita, comó en el caso de la del Castillo y la de Machuca que se han formado por la
pen~tración del río a través de las montañas que unen las de Costa Rica con la cordillera de Chontales. El raudal del Toro 110 era particularmente fuerte y fue bastante m9s fácil de pasar que el anterior. Se compone de tres partes a lo largo de un kilómetro y
medio de longitud: el primero, "El Ternero" con pla– yas bajas, es el más débil; el segundo, "El Toro", es el más fuerte, con elevaciones a ambos lados; y el terce– ro, "La Vaca" es bastante largo pero medianamente fuerte. En el medio de este último rqudal, desemboca por el Sur, el río Závalo del Sur, e imnediatamente en– cima de lo caída viene, desde la Cordillera de Chonta– les, el importante río Závalo del Norte. Al este de estos desembocaduras se encuentra una hacienda bas– tante grande que pertenece a un alemán: Herr Lange. Es de notarse en esta plantación .:-que es uno de los pocos casos en la República-·- 'que se cultiva el árbol
de caucho. Más tarde, durante mi viaje de regreso, cuando bajé el río San Juan en bote, visité la hacienda y permanecí en ello un día entero. Me dí cuento que promete recompensar pronto el trabajo que su empe– ñoso dueño ha, puesto en ella.
CIUDADES PERDIDAS
. Al frente, en la ribera SWr, se encontraba, en en tiempos de la conquista de 'Nicaragua, una gran ciudad indígena con el nombre de Voto. No es posi– ble ahora encontrar huella alguna de los numerosos
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