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, u 'ulos o <'luJudes en las cercanías d~ .Ius riberas del

,J ío (;jSfln JUCln, de las que se hablan en lós primeros tiem– pos de la Col9nia en Nicaragua.

MINAS

Por el momento, se hablaba mucho del río Závalo del Norte, porque en un trecho río arriba se hqbían, recientemente, encontrado ricas minas de oro y se dis- .cutía la posibilidad de explotarlas. .

. Minas de oro se encuentran en vanas partes de Chontales, pero pocas de ellas se sostien~~ debido a la falta de comunicaciones y las grandes dificultades que existen para llevar hasta ellas las máquinas pesadas

n~cesarias.

RIOS,

Pasamos, además, por el lado sur, dos desembo– caduras de ríos: el río Rauclcil yel rilo Mosquito, y por el lado norte, no menos de cinco. De éstos, el más al oeste, es el río Melchora, el más grande de todos, aun– que es más bien un estero que un río.

El San Juan se había vuelto cada vez más ancho

y sus riberas cada vez más bajas y rectas de manera que el río se ensanchaba por ambos lados formando' grandes pantanos cubiertos de altas hierbas y árboles bajos.

GARZAS BLANCAS Y AZULES

Durante varias horas, repetidas veces, observé la garza de penacho blanco (Ardea alba o Herodías egretta), aunque no en bandadas como se le suele encontrar, sin'o en ejemplares solitarios. Lo curioso era sin embargo, que casi siempre -en los 14 a 17

cas~s observados- se encontraba acompañcida de una garza azul (Flórida coerulea), y ora ésta u ora aquella, se ocupaba en pescar en el agua del pantano, o a des– cansar en fa copa de algún árbol.

Cuando el vapor se acercaba y la garza veía su seguridad amenazada alzaba el vuelo y volaba un tre– cho hacia adelante. Al mismo tiempo alzaba el vuelo su compañera, y se posaban en el mismo sitio y conti– nuaban pescando juntas. Que esta asociación se constatara en tantos casos, demuestra que existe otra razón para ello que la simple casualidad., Después de llegar a San Carlos, me escondí en la playa y tiré un par de estos inseparables medio-hermanos.y me pude dar cuenta cabal que pertenecen a las, dos especies diferentes que arriba he mencionado. No estoy en posición, sin embargo, de dar razón alguna para esta extraña asociación.

La pequeña garza blanca volaba en bandadas al– rededor de las orillas del Lago y aquí había aprendido a usar una manera de pescar que, según entiendo, no ha sido descrita antes en la literatura. Mientras que estas decorativas aves, lo mismo que sus parientes, estirados sobre sus altos y delgados zancos, vagan por el agua estancada de los ríos, las playas o' los pantanos

y con su largo, fino y acerado pico, cogen su presa del fondo' del agua, m,ás o m~nos suavemente, las garzas bloncas de San Carlos tomaban su presa volando bajo sobre el agua profunda. Ofrecían un espectáculo in-

ieresunte, cuando. <.on el cuerpo medio recogido, Id

cabeza baja y las largas patas 'colgando, de pronto se detenían con aletazos cortos e incesantes encima de la superficie del agua e introducían en ella el pico hasta los ojos. Cu~:mdo lograban cazar algún pececillo, le–

vantaban la cabeza hacia arriba y con movimientos rápidos del pico se tragaban lo preso. Continuaban después su pesca con singular diligencia. Parecía en– teramente como si estuviesen saltando sobre el agua . Seguramente habían aprendido esta manera de pescar oe las gaviotas, las que, como después lo pude consta– tar, están representadas en las playas del Lago de Ni– caragua.

EL DESAGUADERO

En San Carlos es el ríó; o Desaguadero, como des– de su descubrimiento fue llamado por los españoles, más bien como una bahía, soliendo del Lago tierra adentro. Las playas son en sus bordes, pantanosas, qonexcepción del rincón norte que está ocupado por la pequeña ciudad. La vegetación es baja, los bancos de hierbas se extienden aguo adentro y forman aquí l y allá 'pequeños islotes, cubiertos de Id alta y espesa Ve·

getoción· propia de las ciénagas.

RUINAS Y VrSION DE PROSPERIDAD

Encima de la colina de 15 a 20 metros de alto que forma el IÍlmite entre el Lago y su Desaguadero, se. encuentra el conjunto sin pretensiones que se, llama "Presidio de San Carlos". Al este de la misma colina y separada de ella por un bello valle se alza otra colina más importan.te que se exti~nde tierra adentro, dismi– nuyendo de oltura en sucesivas colinas. En su cima se alzan las ruinas, cubiertas ahora de verdura, de la muy poderosa fortaleza que los españoles, hace dos– cientos años, construyeron para impedir que los piratas invadieran el Lago de Nicaragua por. el río San Juan. En el valle, entre las dos fortalezas en ruinas -aún el Presidio en uso está en ruinas- se encuentra la pequeña ciudad que una vez fue grande y próspera. Tiene en particular una situación, que tan pronto como Nicaragua, de una manera o de otra, pueda estar en situaCión de desarrollar sus extraordinariamente ricos recursos naturales, y entre en comunicación más direc– ta con el resto del mundo, hará de esta ciudad una de las más importantes de 'la República, pues está situa– da a la entrada de una de los grandes arterias del país: el Desaguadero.

LARGA ESPERA Y LENTOS PASOS

En la larga espera de este futuro, a menudo pro– metido por un proyecto de canal después de otro¡ San Carlos ha progresado pero a muy lentos pasos. Hace treinta años tenía apenas más de 400 habitantes, aho– ra tiene, más o menos, 1.000, así como algunas, muy bien ;construídas, casas de madera entre muchas chozas de paja, La principal fuente de ingresos de sus habitantes es el tráfico de botes y el comercio del hule. .

Al sencillo muelle de vapores en la bocó del río conduce un estrecho camino de piedras sobre t~rrenos

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