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« Previous Page Table of Contents Next Page »la distancia por el Lago, en linea reda, desde Son Car– Ias a Granada, es de 150 kilómetros.
Nos embmcamos, pues, en la "Geraldine" en cu– yo Capitán, signare Maineri, encontré un conocido de – la bahía de Panamá: había estado empleado en el servicio de la Compañía del Canal, como encargado de la estación meteorológica de Naos.
. El sol ero tan fuerte que la breo hervía entre las tablas del puente. El viento amainó enteramente y arrastrados por una débil corriente fuimos llevados de nuevo a San Carlos. De repente nos cayó un chubas– co y nos hizo bajar bajo el puente. Después sopló un fuerte viento del noroeste y pasamos muy cerca de las bellas islas de Solentiname, muy acogedoras con sus numerosos, lujuriantes islotes y sus canales tortuosos. El Ometepe alzaba su imponente cadena de volcanes, cada vez más altos sobre el nivel del agua. La cima del Madera estaba libre de nubes y se dibujaba clara– mente contra el cielo azul profundo, el Ometepe tenía en- su cima un penacho de nubes, espeso! inmóvil, casi en forma redonda.
Hocia la torde el viento sopló más al Norte y nos dirigirnos hacia la costa de Chontol.es v dimos vuelta por primera vez hacia Granada cuando ya la oscuridad caíeJ sobre nosotros. Un par de horas antes de la au– rora vimos L1na débil, solitaria luz en la costa occi– dental. Por lo demás, todo era impenetrablemente oscuro a nuestro alrededor y ninguna estrella brillaba. "Hay, sin embargo, una luz en Granada", dijo el timonel soñoliento. Y confiadamente puso el timón en esa dirección. Felizmente, así era y al amanecer, anclamos en el puerto de Granada, sobre la cual se alzaba la ancha y desigual cabeza desnuda del Mom– bacho, rojiza bajo el sol que nacía.
Nos amarramos al muelle frente al viejo Castillo que antes protegía al puerto pero que ahorá sirve de bodega al servicio de vapores. Mas antes de poner el pie sobre la tierra del istmo de Nicaragua, tan rica en recuerdos, haré un corto informe sobre el problema de la construcción de un canal interoceánico a través de Nicaragua, tal como se presenta hoy día y en el próxi– mo fututo.
EL CANAL DE NICARAGUA
Aun pora aquel que sólo sobre el mapa ~studi<:1
la configuración de la América Central y ve la g'ran vía de agua que es el Río San Juan! el enorme estanque, tierra adentro, que es el Lago de Nicatagua, y la faja de tierra con una anchura de apenas 20 kilómetros que lo separa del PacífiCO, debe parecerle natural que des– de hace mucho tiempo atrás se haya buscado aquí como resolver el gran problema: el de una unión mo" rítima entre los dos océanos del mundo.
Realmente, aquí es la distancia de océano a océa– no más grande que en algunos otros lugares que han sido discutidos para una comunicación de este género, pero es ciertamente aquella por la cual la naturaleza ha hecho más, hasta el punto que uno se encuentra tentado a afirmar que es la que la naturaleza misma nos ha indicado para ello.
Ya en el cuarto viaje de Colón en 1502, despertó el río San Juan su curiosidad y debido a su anchura y curso tranquilo creyó haber encontrado aquí el objeto de sus deseos más ardientes: el canal hasta el mar de la India. Esta ilusión suya tomó aun más fuerza con los cuentos fantásticos de los indios que poblaban es– tas tierras sobre la civilización y tesoros ,acumulados por los Ciguares en las tierras situadas hacia el nor– oeste. Colón, naturalmente, la identificó Cbh la India, en sus pensamientos tan cercana. Probablemente sus informantes hablaban de México, futura presa de Cor– tés, o tal vez del Imperio Quiché de Guat;emala, que dos decenios más tarde sería la recompensa a los es– fuerzos conquistadores de Alvarado.
Inmediatamente después. de la conquistd de Ni– caragua por Gil González Dávila en 1521-1522 y de Francisco Hernández de Córdbba, 1523-1524, se pre– sentó la cuestió'n de una comunicación más fácil entte
los dos océanos a través del Lqgo de Nicaragua. El descubrimiento del DesogLladero por Ruy Díaz en 1525
dio un apoyo importante a estos proyectos. Díaz hizo la navegación en la primera embarcación construída
por los europeos bajo las órdenes de Hernández de Córdoba, un bergantín construído en Granada que hen– dió el espejo de las aguas del Lago de Nicaragua. Mas ni Ruy Díaz., ni Hérnando de Soto -el futuro descubridor del Misisipí, que había sido enviado an– tes, ni Martíln Estete, enviado en 1529 para explorar el Desaguadero, llegaron más allá de la embocadura del río' Závalo del Sur. Pero el año de 1536 pudo el Capitán Diego Machuca de Suazo, en compañía de Alonso Calero, recorrer todo el río y en la misma em– barcación en que había salido de Granada llegar hasta Nombre de Dios, situado en la costo norte del Istmo de P-anamá.
Así fue abierta la nueva vía de comunicación, aunque no fue utilizada antes del renombrado golpe de Sir Francis Dral<e en la costa occidental de la Amé– rica del Sur y del Centro en 1578-1580, golpe que pro– dujo tal terror entre los españoles de las costas occi– dentales de Guatemala y de México, que en lugar de enviar sus mercaderías por la costa hasta Panamá, las mandaban por tierra hasta Granada para ser acarrea– das por el río San Juan hasta Nombre de Dios y Cartagena. Este tráfico de tránsito, especialmente beneficioso, duró hasta mediados del siglo XVII, cuan– do, como se ha dicho, los piratas descubrieron lo que valía subir el San Juan para ir a compartir las gdnan–
CiclS con los comerciantes de Granada.
De este tiempo data el continuo enarenamiento de los raudales y de las bocas del río San J~an. Es posible fijar con bastante precisión ese momento con la ayuda de viejos documentos y narraciones. Así se di– ce que los raudales del Castillo y de Machuca se hicie– ron más incómodos después de los fuertes temblores que sacudieron el país en 1648 y ,1651. Se cuenta también que un barco grande de más de 120 tonela– das que en el año de 1662, cargado de mercaderkls de la Habana subió el río hasta Granada¡ ya no pudo volver debido al enarenamiento de los raudales y tLIYO que
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