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« Previous Page Table of Contents Next Page »sodas' en tomar posesión de ta grasa', en especial de las partes que se encuen~ran en la base de la c~la,
Dijeron que era un remedio excelente, entre otros ma– les, contra las heridas. :
Desdé la playa entre San Roque y Moyogalpa, pude ver plantación tras plantación, separadas por cercas de cactus, imposibles de cruzar, o por estacadas de cedros y ofras maderas preciosas.
Como el sol era muy fuerte y como estábamos sedientos Y hambrientos, .compramos en Una de esas plantaciones un racimo de cocos verdes por menos de dos bre cada uno. (El ore es 1 centavo sueco. Un centésimo de corona. Nota del traductor). El agua y la carne en forma de gelatina de las frutas aun no maduras son uno de los manjares más refrescantes y más nufritivp? que, ofrecen los trópicos Era sorpren– dente encontrar pafmas de coco -ésta amarité fiel del' mar- en las playas de un lago, pero se explica, por– que la brisa del mar sopla constantemente sobre la relativamente baja y estrecha tierra y les lleva las caricias marítimas.
. Al día siguiente, temprano por la mañana, dí un poseo por el camino principal de la Isla, entre Moyo– galpa y Altagracia. Fue una gira agradable por la fresca y sana brisa de la mañana y el paisaje sonriente y variado. Del voltán sólq tuve una rápida visión, cuando una racha de viento fuert~ desgarró un girón del manto de nubes. De regreso, algunas horas más tarde, se mostraba la verde montaña en todci su es– plendor, sólo en la cabeza, llevaba su'.gorro de nubes, blancas como la nieve, brillantes" e~volviendo gracio– samente la forma regular 'del cono.
A ambos lados del camino había unc¡' fila casi interminable de "posesiones i
" propiedades cuidadosa~
mente divididas: 'un potrero, un plantío de maíz,de caña de azúcar, una plantación de tabaco, etc. Aquí y allá pasaba el camino por una nondOMda angosta y
profunda,! sin una gota de agua, a pesar dé que nos encontrábamos al fin del período de las lluvias. Visité varias de las pequeñas y aireddas casitas; la mayor parte estaban construídas a ,la manera indígena, es decir, paredes de caña' y techos de zacate u hojas de palmeras. En todas partes se me recibió amablemente y se me invitó a un "tiste" o un ¡I'c.igarrillo". Nerón fue obsequiado con bananos maduros o tortillas deo maPz. El interior de ¡as casas era, casi sin excepción, sencillo y limpio, aun cuando los bienes' de la familia fuesen pocos. Los miembros más pequeños andaban, naturalmente, desnudos pero limpios y rebosaban de buena salud y alegría. Los iridios de mayor edad te– nían, por el contrario, una actitud reservada y a pesar de que eran, a la vez, amables y serviciales, había en su manera de ser algo tímido y huraño que sin duda se debe a una peculiaridad adquirida y heredada bajo la dura opresión de los españoles. Me pareció más marcada entre los indios de Ometepe que entre los in– dios de Masoya, de ,Rivas, ~ Subtiava, Chintmdega u otros lugares donde tuve oportunidad de estudiar:los viviendo en comunidades, Aun,el tipo'de cara es dis– tinto y no es, por lo tanto, imposible que los indios de Ometepe sean los últimos descendientes de~ los Niqui– r?nos. Esto se refuerza por los pocas pruebas que se tiene del dialecto que hace más o menos 100 años se
hablaba generalmente en Ometepe. Es un dialecto azteca. El nombre mismo de la Isla es qzteca: "ome"
si~nifica dos y "tepec" o "t~petl" cerro y puede por lo tanto libremente traduCirse: . "la isla de los dos cerros". Hasta ahora no se ha podido, con los antigue– dades .encontradas en la Isla, demostrar de manera segura que ésto y las regiones vecinas hayan sido ha– bitadas por gentes de cultura azteca o derivada' de los aztecas, pero esto se debe .principalmente a que sólo una parte de qmetepe ha sido explorada y a que los monumentos más grandes, .como estatuas, inscripcio~
nes y pinturas sobre las laderas de las montañas no han sido puestas en exhibición y, por lo tanto, no se les puede c.omparar con formas aztecas ya conocidas.
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NERON y LOS lVIO-NOS
Una vez que me refugié en una choza, huyendo del sol cada vez más fuerte, se oyó en una huerta o vergel vec,ino, un gran alboroto de urracas (Callicitta Bullockj), picazas de Nicaragua, que chillaban de ma– nera aguda y que eran coreadas por jos ladridos de los perros. Cuanoo fuí al lugar, me encontré un tr.opel de monos ,que se estaban robando los huevos dé los nidos de las pobres urracas. Eran los moros de una especie de los llamados "mono-praña" (Ate les Geof– hoyj), sin duda alguna la más ágil y la más hábil de todas las especies de mamíferos que viven en los bos– ques de 10$ trópicos ar:neriéanos, y no me cansé de mirar, admirát:ldolos, los ejercicios de, acróbatas equilibristas que el tropel ejecutaba. Interpelándose continuamente, peleando y chillando, saltaban de rama
(:ln rama, tan repetida y tan fácilmente, como corre una liebre por el suelo. l)no se tiraba de la cumbre de un, árbol a las ramas .d~ otro, a una distancia de más de 10 metros, a menudo ag(Jrrémdose con una so– la mano; otro se colgaba, de los pi~s y de la larga cola, <;le l.md rama y nos hacía la,s más cómicas muecas, a nosotros que desde abajo les seguíamos con la vista. Sus gestos nos hacían uria impresión aun más divertida porque parecía como ~i se hubiesen puesto grandes guantes negros. Las manos son negras hasto algu– nos centPmetros el'lcima ge la palma de Iqs manos, mas, arriba, el color de los brazos, lo 'n;¡ismo que el del cuer– po, es de un café más o menos oscuro.
Cuando Nerón se acerc;ó, y mezcló su profundo tono de boja al coro, irritaclo,. rabioso y agudo de los perros de los indios, se concentró la atención de los monos sobre él. Se reunieron en un árbol de sppote (Achras sapota) al pie del cual estaba Nerón y le co– menzaron a tirar frutas y ramas, de manera que por algunos momentos llovieron los proyectiles a su alre– dedor. Un viejo mono, de barba blanca, saltó a una de las ramas inferiores y se colgó de la misma con sólo la punta de la cola, se balanceó de atrás para adelante o algunos metros sobre la cabeza de Nerón, exactamente en la posición en que se representa en el grabado. Furioso saltó el perro una y otra vez contra su malicioso contrincante, hasta que éste encontró prudente, con una voltereta de las más gracidsqs que se pueda imaginar, lanzo'rse a una 'rama má!i alta, donde por un largo rato, con chillidos y gestos amena– zantes, vació todo el contenJdo ge su encijo sobre Ne-
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