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y que por favor, aceptara yo todas las invitaciones que se me hicieran por parte de representantes diplomáticos y aún de personeros de grandes empresas norteamericanas residentes en Managua". Indiqué la conveniencia, para la aceptación, de suscribir de mi parte "un affidavit" (tes– timonio) en el que renunciaría a toda participación, direc– ta o indirecta, interna o externa, derivada de las pláticas que me pudiera beneficiar personalmente, pues solamen– te así podía con absoluta independencia exigir igual cosa a otros políticos.

Se me dijo que no era necesario, pero como yo insis– tiera se convino en una carta explicativa al respecto. Por fin llegamos él un entendimiento. No se habló siquiera de precio o compromiso alguno para llevar adelante la gestión. Y fue así cómo acepté partir para Managua el 4 de Enero de 1950.

Me esperaban en el campo "Las Mercedes" el Sr. Blumberg, el Sr. Moore y un funcionario de RR. EE. Sali– mos directamente para la residencia ubicada en la carrete– ra a Diriamba. Por la noche el Sr. Ministro de RR. EE. de entonces Dr. Oscar Sevilla Sacasa me condujo en su propio carro a La Curva y así se iniciaron las conversaciones. El Gral. Somoza García estaba en l/traje de faena" con un hermoso pañuelo de seda de vivos colores anu– dado al cuello con anillo de oro y un rubí. Fue seco, frío, -desconfiado y hasta altivo en el primer saludo. Yo soporté la cosa con "resignación cristiana" y como estába– mos en el comedor de La Curva, solamente con la pre– sencia de un sirviente de chaqueta blanca, el Gral. me preguntó si deseaba tomar algo. Contesté que no, por el momento, y él pidió una limonada. Colocó en la mesa su paquete de cigarrillos "Chesterfield", un encendedor y una pluma-fuente y dijo: l/estos cara jos (la Oposición) quieren sacarme del ring, pero no pueden; yo tengo tanto derecho como ellos a estar aquí y lanzaré mi candidatura llueve o truene". l/Usted Dr. Gutiérrez Silva viene de Costa Rica y le va a costar mucho entender esta chochera". "Por otra parte ésta es mi Patria y "tódo" el que se mete conmigo sufre las consecuencias..." Le pedí que me ,permi– tiera interrumpirlo y le dije: Gral. si Usted no desea que conversemos o el tono de nuestras entrevistas será el ac– tual, con pena le digo que regresaré a Costa Rica mañana mismo y para mí, asunto concluído. Guardó silencio por Un rato, semblanteándome. Hice lo mismo.

(Refiero que previamente a este encuentro, por la tarde del día de mi llegada, en reunión con el Gral. Cha– 'morro y algunos miembros de la Directiva Nacional del Partido Conservador, los doctores Horacio Argüello Bola– ños y Gustavo Manzanares habían preparado un Poder en el que se me autorizaba ampliamente para las conferencias con el Gral. Somoza, con el agregado "que si se llegaba a elecciones éstas estarían supervigiladas por la OEA". El mismo Gral. Chamorro obtuvo del Dr. Enoc Aguado una carta sumándose a la gestión en visita que le hizo conmi– go, a su oficina y luego de conversaciones del Dr. Aguado con su grupo Liberal Independiente. Quedé pues como RepresentantE! Unico de la Oposición Nacional. Pero el Gral. Somoza nunca me pidió esos Poderes, ni los leyó ja– más; yo se los expliqué posteriormente y nada más). Pasados los minutos amargos de las primeras ,pala– bras, el Gral. fue más cortés y diplomático y me dijo: "muéstreme su trabajo para estudiarlo y darle mi contes– tación oportunamente" a lo que le aclaré que "no había

ningún trabajo escrito, ni plan concreto, pues se trataba de que él y yo lo fuéramos "sacando en limpio", poco a poco, según las necesidades de la situación, los intereses del país, los deberes del régimen y sus consiguientes obliga. ciones y los derechos de la Oposición en ese momento. Que mi deseo era el de cooperar desinteresadamente y le mostré la carta-renuncia que yo mismo había ofrecido y firmado. La leyó con atención. Hicimos algunos co– mentarios sin mayor importancia y nos despedimos en l. madrugada del 5 de Enero, dispuestos a continuar "plati_ cando"; él quedó de citarme a la hora y lugar conveniente. Mientras tanto "la prensa nacional" -que era enton~

ces casi toda del mismo General- tronaba y pitaba con la cuestión y yo, como cualquiera artista de moda, ocupaba Ja primera plana. Recibí la llamada del Gral. Somoza el mismo 5 por la noche y fuí sólo en el carro del Sr. Moore. Fuí a la Curva. Me hizo esperar porque estaba con el Embajador Americano (yo lo sabía). Me recibió luego con cordialidad y hasta con bromas, como aquella de que "esta. ba yo tan bien con mi atuendo que parecía "un verdadero tico y no un pinolero como él". Y entramos en materia. Se hizo un análisis a fondo de la situación constitucional del régimen, de su posición continental, de las consecuen– cias de la segunda guerra mundial en relación a la Demo– cracia representativa, de la conveniencia de buscar una solución digna y no una rendición incondicional y de que se encontrara cómo proteger a sus amigos y a su Partido -el que, según él, era mayoría en el país- y el ,proble. ma de que "no se tocara, de ninguna manera" a la Guardia Nacional.

Le eXipliqué el funcionamiento de una Asamblea Na– cional Constituyente y la forma en que él podía, con su Partido, su posición, su dinero y;el régimen, tener amplia representación en ella, pues yo estimaba que todos esos factores le daban el 33% de ve"taja sobre la Oposición en el Plebiscito que para lograr la Constituyente yo proponía que se convocara, bajo la l/asistencia" (no usé la palabras vigilancia, ni supervigilancia), de seis naciones latil'lo– americanas, como México, Chile, Uruguay, Argentina, Cos– ta Rica y Brasil, por ejemplo. Me pidió que hiciera un Memorándum con los puntos que habíamos tratado y que se lo llevara al día siguiente que iríamos a Montelimar. Lo hice así: La Oposición Nacional reconocerá como gobierno legítimo por un año, contado de la fecha, al del Dr. Román y Reyes, ,prestando ij.l colaboración para que éste convocara a un plebiscito nacional. Como observa– dores se solicitaría la cooperación de Uruguay, Chile, Ar– gentina, Brasil, México y Costa Rica y una Comisión Mixta (Gobierno y Oposición en igual número) prepararía los Registros, Procedimientos y demás detalles para tal Ple– biscito, fijando dicha Comisión Electoral el número de vo– tantes por cada Diputado Constituyente y la forma y manera de las elecciones plebiscitarias. Participarían en el Plebiscito todos los Partidos Políticos sin excepción -a-I– guna.

En la entrevista de Montelimar le demostré que él -el Gral.- bien podía obtener suficiente número de Constituyentes y al parecer él lo creyó así, pues no opuso más reparos al asunto en sí, aún cuando tampoco aceptó nada, pues se reservó su contestación para conocer todo en conjunto y ver "por donde iba la vaina".

Como se agotara el tiempo prudencial de la conversa– ción, quedamos en que me recibiría al día siguiente en

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