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ENRIQUE GUZMA~
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vale su palabra, podría cree!' que ese opúsculo es una obra de imaginación, l;lna nuvelita p~ra entretener muchachos, y para estllnular a estudIantes desa¡ili. cados.
l<Jl triste espectáculo diario de las humanas fl a.
quezas no nos deja persuadirnos fácilmente de qUe
hay seres privilegiados, criaturas escogidas, que ne. van en su corazón la pureza y en su mente la luz del ingenio, como el aroma la flor y como el panal la miel.
¿ Quiéu fué Domingo Savio?
Un adolescente piamontés alumno de las escuela! salesianas.
"La muerte mas no el pecado" era el mote de s~
empresa.
Leed su vida, pobres enfermos de duda "j' pesiInis. mo, que sólo véis mentira y picardía, miseria y Po. dredumbre en la raza de Adán.
Leedla y veréis al niño angelical cuyo noble espí ritu no conoció nunca "la atracción siniestra del abismo", que dice el Padre Coloma.
Parecía hallarse Domingo fuera de las humanas debilidades. La Naturaleza, que es "como un árbol cargado ele apetitosas frutas" no tuvo para él seduc. ciones. Diríase que hubiera oído de la boca misma del Redentor las palabras: "Yo soy el camino, la verdad y la vida", y que, por divina inspiración su. piese, desde la edad de 5 años, que la verelad es la que salva y el error el qne extravía y pierde. Conoció Domingo Savio, como por instinto, la vi¡–
tud, la ei'icacia de la plegaria. l. Quién dijo a aquel adolescente que la oración es la mina de diamantes de la Iglesia, el arma incontrastable de los santos: Vinieron del cielo a revelarle tal secreto Teresa de .Tesús o Luis Gonzaga'?
Y no el'a solamente la piedad acendrada la que resplandecía en el serafín de los salesianos; brillaban también en su alma el ingenio portentoso, la inteli gencia pensante qne sabe hermanar la ciega fe del carbonero con la creencia razonada del filósofo cris tiano.
Y si la corta vida de Savio es límpido arroyuelc cuya contemplación embelesa el ánimo del más indio ferente y renegado; el espectáculo de su muerte es
poderoso' reconfortante para los que tiemblan de pa
VOl' al Cl'uzar el dintel misterioso de la terrena exis· tencia.
Contaba apenas 15 años, y, según la frase del ins pirado vate americano "la vida -.Tulieta enamorada– le dice: No te vayas todavía".
Pero él ni siquiera escucha a Julieta; se va, UI
sólo tranquilo, sino sonriente, porque oye que desdl lo Alto le llaman los ángeles, sus hermanos, y sahl que le espera el Paraíso, "el inmortal seguro", de II
eternidad.
Incrédulos, escépticos, indiferentes, leed el librito di Don Bosco: no os RlTepentiréis.
Por carlas venidas de Nicaragua sé que el 15 de Julio murió en Granada Trinidad Ocón, hombre bue' no y servicial.
Recibo de Méjico carla de Chico Vijil en la que
(NOTA: Lo anterior fue el precioso juicio sobre Domingo Sa
vio que Don Enrique envió al Señor Obispo Costa magna al devolverle el folleto que contenía la Vid, del jovencito enjuiciado por el autor de estas Me morias).
Sigue dando juego el artículo de Chico Baca. Ps¡
ra hablarle acerca del tal arlículo llamó hoy Figueroa a Isidro Moncada, y según me cuenta Juan Cañas inserló El Diario del Salvador dicho arlículo de orden del Vice-Presidente Araujo.
Se susurra que el General Letona será nombrado l1.1.inistro de la Guerra, lo creeré cuando lo vea.
Porque el Señor mandó a sus ángeles que cuidasen de tí. (Salmo XC)
Acabo de leer de un tirón la VIDA de DOMINGO SAVIO, escrita por el venerable Don Bosco. Si no supiera yo quién fué Don Bosco y cuánto
EL SERAFIN DE LOS SALESIANOS
El señor Obispo Costamaglla era un religioso de la benemérita orden de los salesianos que estaba de Vicario Apostólico en las regiones salvajes de Mén– dez y Malequiza en la República de El Ecuador, re– duciendo aquellos indios a la fé, e incorporándolos a la vida civil. Habiendo sido expulsado del Ecuadol' por el gobierno liberal de Eloy Alfaro, buscó asilo en la república de El Salvador donde había herma– nos de su Orden establecidos en Santa Ana, Santa Tecla y en San Salvador. Habiendo conocido a Dn. Enrique Guzmán, e informado de que era escritor de ideas católicas, le obsequió con un librito que conte– nía la Vida de Domingo Savio -hoy elevado al ho– nor de los altares- escrita por Don Bosco, hacién– dole el particular encargo que le diera a conocer por escrito el comentario que le sugiriera su lectura. Satisfizo Don Enrique los deseos del virtuoso pre– lado y escribió el articulito que a continuación pu– blicamos:
(NOTA:
Me asegura Isidro Moncada que es cierlo lo del pac:l:o que en San José celebró con Irías Dn. Salvador Gallegos, y no quiero creerlo, pero en la noche me lo confirma ViC±orino quien lo sabe de muy buena fuen– fe. Lo que pasó es que Zelaya no aprobó él tratado ése porque en él se estipulaba que Costa Rica sería el árbitro que decidiese si el gobierno de Nicaragua tenía o no algo de responsabilidad por lo de Acaju– ±la el 11 de Junio en que Irías, al :I:nando de unos facinerosos, sacados del presidio, entraron a saco en Sonsonate cometiendo mil tropelías.
Escribo para complacer al Obispo Santiago Cos– tamagna un arliculito que intitulo El seralín de los séllesianos. ¡COSa rarísimal, he quedado satisfecho de
mi trabajo.
Publicó El Demócrata, de Sta. Ana, un arlículo de don Francisco Baca hijo intitulado Las Joyas del Sul..
tán, arlículo que reprodujeron El Diario del Salvador
y El Heraldo. Esto le costó a Román una reprimenda de Naranja Agria IFigueroa) y a Isidro Moncada fra– 1erna de Chiltoma 1 el Sub-Secretario Avalos). En el ariículo de Don Chico Baca han visto alusiones con– tra Don Pepe Escalón y los Rodríguez, Gómez, etc.
He estado yendo a preguntar por la salud del doctor Rafael Reyes que se halla enfermo en casa de su yerno Dn. Tomás Soley. Hoy me dijo éste que, segun pronóstico del Dr. Dárdano, ya no se levantará más de la cama el Dr. Reyes.
Se van para vVashington, vía Méjico, los delega– dos salvadoreños a las conferencias de paz Dn. Sal– vador Gallegos y Dn. Salvador Rodríguez G.
Visito a Fausto, allí estaba el Cónsul Don Julio Acosta, de Cos:l:a Rica. Hablamos de las próximas conferencias de Washington, y conven.imos en que el convenio que de ellas salga no puede tener mayor efi– cacia que los tratados de San José, Corinto y Ama– pala, a no ser que vayamos a quedar en la triste con– dición de Cuba.
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