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E -r L empuje de la candidatura de don Diego Manuel fue irresistible. Se llevó tras de sí

a los diferentes grupos en que estaba dividido el Partido Conservador Histórico.

El grupo l/amado cuadrapasísta, encabezado en . esta vez por el doctor Máximo H. Zepeda,

en Managua figuró en el Estado Mayor de don Diego. Reunida la Gran Convención, fue lanza– da por unanimidad la candidatura de la fórmula: Presidente, Diego Manuel Chamarra, Vicepresi– dente, Bartolomé Martínez.

El Partido Liberal, siguiendo su hóbil política adoptada desde los Treinta Años, no se

abstuvo y fue a los comicios con una fórmula pujante llamada de los dos González. Esa fórmula era el resultado de una unión del Liberalismo con el Partido Progresista, muy parecida a la que

en estos tiempos se fraguó con el Partido Conservador Nicaragüense. Formaban la papeleta, Presidente, José Esteban González, Vicepresidente dodor Pedro González. Detengámonos un momento para expresar el peso personal de la fórmula liberal.

Don José Estéban González un rico cafetalero de la ciudad de Diriamba, que según las versiones de ese tiempo exportaba cada año tres mil quintales de café. A pesar de su riqueza

era afable, se hacía querer de sus servidores y gozaba en todo el departamento de alto prestigio social. Es natural pensar que la holgura económica del candidato sirvió para animar a las ma–

sas liberales de toda la República.

El doctor Pedro González, sin disputa el primer jurisconsulto de e~e tiempo. Todos los abogados lo respetábamos como a un maestro. Arbitro consagrado para solucionar litigios difí– ciles, Senador de la República, de fácil palabra y de robusto discurso. La lucha en los comicios del mes de noviembre de 1920 fue cosa seria, pero indudablemente el Partido Conservador to–

davía conservaba su prestigio y constituía la mayoría de nuestro pueblo. La fórmula Chamorro– Martínez triunfó y su triunfo fue legítimo, pero es indudable que en algunos distritos lejanos se

cometieron fraudes. César Pasos que como Diputado figuró en la Comisión del escrutinio final,

que se hacía en el Congreso, me habló varias veces haciendo historia de la exageración de esos fraudes que pringaron la elección sin necesidad; simplemente por aumentar el bulto de la popula– ridad.

Cuestión de falsas apariencias que son afectos todos los pueblos en la democracia.

Estas elecciones tuvieron una trascendencia histórica grande; en primer lugar la abolición del decreto imperialista del Gobierno de los Estados Unidos, sobre la excomunión del llamado zelayismo, que ya no existía, y que retirqba de las actividades de nuestra política al Partido Li– beral histórico, que como lo he dicho en qtra ocasión es indispensable para forjar con el conserva– tismo el andamio de la democracia nicaragüense.

En segundo lugar hizo que el Partido Liberal abandonara su renuencia a tratar

con el Departamento de Estado, y comprendiera mejor la consistencia ineludible del hemisferio americano. Una c~inisión seria, de responsabilidad, compuesta del doctor Juan Bautista Sacasa

y del doctor Pedro González se trasladaron inmediatamente después las elecciones a Wash– ington, para presentar sus quejqs con respeCto a las elecciones de. Nicaragua.

Estos responsables sujetos inteligentemente no atacarqn la perftf¡nalidad de dqn Diego, que

tenía hondas raícés ante el Gobierno americclnq, sino la instalación el!l"Nicaragua una dinastía, que significaba el balanceo permanente de un Chamarra en la Presidencia de la República y otro Chamorro en el Ministerio en Washington, con un Vicepresidente preparado para facilitar la

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