Page 53 - RC_1963_11_N38

This is a SEO version of RC_1963_11_N38. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

22 de marzo de 1961

MENSAJE AL CONGRESO

DE LOS ESTADOS UNIDOS, SOB~E LA AYUDA EXTERIOR

Esta naclan debe iniciar cualquier de~ate sobre la "ayuda exterior" en 1961 teniendo en cuenta tres hechos: 1. Los conceptos y programas de ayuda exterior existentes no son, en gran parte, satisfactorios y adecua· dos para nuestras necesidades ni para las del mundo menos desarrollado al comenzar la década adual. 2. El colapso económico ~e aquellas naciones libres, pero menos desarrolladas, que se ciernen. entre el creci· miento sostenido y el caos económico s~ría desastroso para nuestra seguridad nacional, nocivo ,para nuestra pros· péridad relativa y ofensivo para nuestra conciencia. 3. Existe, en la década actual,' la oportunidad histórica de un importante esfuerzo de asistencia econó· mica por parte de las naciones libres industrializadas para hacer que más de la mitad de los pueblos de las naciones menos desarrolladas llegue a la fase de desarrollo econó· mico autónomo, mientras que el resto se acercaría consi· derablemente al momento en que tampoco ellas tendrían que depender de la asistencia exterior.

La ayuda exterior -la respuesta, sin precedentes, de Norteamérica a retos mundiales -no ha sido obra de un partido ni de una Administración. Ha avanzado bajo la dirección de dos grandes Presidentes -Harry Truman y Dwight Eisenhower- y ha obtenido ilPOYO de miem. bros previsores de ambos putidos ,políticos en el CongreSo y en toda la nación.

Nuestro pritrler esfuerzo importante de ayuda exte· rior fue un programa urgente de socorro -de alimentos, ropas y albergue- a regiones devastadas por la segunda guerra mundial. A continuación nos em~arcamos en el Plan Marshall, un formidable y eficaz programa para re· coi'!struir las economías de la Europa occidental e impedir que se apoderaran del poder los comunistas. A esto si$Juió el punto 4, un esfuerzo para poner los ,progresos científicos y tecnológicos a disposición de los pueblos de las naciones en desarrollo. Y, recientemente, el concep· to de asistencia al desarrollo, combinado con la OCDE, ha abierto la puerta a un esfuerzo unido del mundo libre para ayudar al desarrollo económico y social de las regio. nes menos desarrolladas del mundo.

Para alcanzar esta nueva meta necesitaremos renovar el espíritu de esfuerzo común que impulsó nuestros an,fe· riores esfuerzos; también modificar nuestra organización de ayuda exterior y los conceptos básicos de actuación a Fin de hacer frente a los nuevos problemas que ahora se nos plantean.

El programa requiere un ,servicio profesional alfa. mente capaCitado, que atraiga a considerable número de hombres y mujeres de gran calilad, ca,paces de tratar há.

bilnu~nte con otros Gobiernos y ~on profunda comprensión

~el proceso de desarrollo económico. Sin embargo, la Inseguridad y el decreciente prestigio público han contri– burdo a un descenso de la moral y d~ la eficiencia de esos empleados que actúan en el exterior y que se sienten re– petidamente frustrados por los 'retrasos y la confusión

causados por la diversidad de jurisdicciones de distintos organismos y por la falta de claridad de los objetivos. Sólo los persistentes esfuerzos de esos funcionarios pÚo blicos, quienes consagrados a su misión y abrumados de trabajo, han mantenido en marcha el programa, han lo– grado que tengan cierto éxito nuestros esfuerzos en ultramar.

Aunque nuestro programa de ayuda ha contribuido a evitar el caos y el colapso económicQ y ha ayudado a muchas naciones a mantener su il1dependencia y su Iiber· tad, es un hecho, no obstante, que muchas de las naciones a las que estamos ayudando no se encuentran mucho más cerca de un crecimiento económico sostenido que cuando se inició nuestra operación de ayuda. El dinero gastado en hacer frente a situaciones de crisis o en alcanzar Qbje. tivos políticos a corto plazo, ayudando al milimo tiempo a mantener la integridad y la indepe"dencia nacionales, rara vez ha hecho avanzar a la nación favorecida hacia una mayor estabilidd económica.

11

Ante estas debilidades e insuficiencias -y con el co– mienzo de una nueva década de nuevos problemas~ es conveniente que nos detengamos y nos hagamOS sin~era'

mente una pregunta esencial: "¿.Es realmente necesario un programa de ayuda exterior? ¿Por qué no dejamos esta' carga que nuestra nación soporta desde hace unos quince años?"

La respuesta es que no existe posibilidad de eludir estas obligaciones: nuestras obligaciones morales como sensato dirigente y bue~ vecino en la comunidad interde· pendiente de naciones libres, nuestras obligaciones como el pueblo más rico en un mundo de ,pueblos en gran parte pobr,es, como una nación que ya no depende de los prés– tamos del exterior que en otro tiempo nC)s ayudaron a desarrollar nuestra econotnía, y las obligaciones políticas como el mayor oponente a los adversarios de la libertad. Sería desastroso dejar de cumplir con esas obligacio. nes, y a la larga, más caro. Pues la pobreza y el caos generales conducen al colapso de las estructuras políticas

y sociales existentes, colapso que invitaría inevitablemente al avance del totalitarismo en todas las regiones débil~s e Inestables. Así quedarían en peligro nuestra propia se· guridad y nuestra prosperidad. Debe continuar un pro· grama de asistencia a las naciones menos desarrolladas, porque así lo exigen el interés nacional y la causa de la libertad política.

Pero la tarea fundamental de nuestro programa de ayuda exterior en esta década no es la de luchar contra el comunismo en forma negativa. Su .tarea fundamental es la de contribuir a demostrar históricamente que en el si· glo XX, como en el XIX, en la mitad meridional del globo como en la septen,trional, el progreso económico y la democracia política pueden tener un desarrollo paralelo. En suma, no sólo tenemos obligaciones que cumplir

-45-

Page 53 - RC_1963_11_N38

This is a SEO version of RC_1963_11_N38. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »