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« Previous Page Table of Contents Next Page »buen grado por dos grandes Presidentes en el pasado, uno de cada partido, y que ha sido respaldada por los dirigentes de ambos ,partidos en las dos Cámaras, por re– conocer la importancia de nuestras obligaciones.
Creo que el programa que he esbozado es un método tan razonable como sensato de hacer frente a esas obli– gaciones de la manera más económica y eficaz posible. Solicito con insistencia del Congreso que lo promulgue, con pleno conocimiento de las muchas miradas que están fijas en nosotros; las miradas de las demás naciones indus– trializadas, que esperan que dirijamos un esfuerzo unido mayor; las miradas de nuestros adversarios, que esperan que se debilite nuestra resolución en esa nueva modalidad
de lucha internacional; las miradas de los pueblos deshe_ redados del mundo, que bU$can esperanza y ayuda y ne. cesitan un incentivo para establecer metas realistas de grandes alcances, y, finalmente, las miradas del pueblo norteamericano, que conQce perfectamente sus obligacio_ nes para con los enfermo$, los necesitados y los hambren_ tos, dondequiera que se encuentren. Así, prescindiendo de partidismos, adoptaremos esa medida no como repu_ blicanos o demócratas, sino como dirigentes del mundo libre. Será digno de nosotros y a la vez nos beneficiará dar atrevidamente ese pa$o. Pues estamos iniciando una década de desarrollo de la que d~penderá mucho el gé. nero de mundo ell que viviremos nosotros y nuestros hijos.
20 de abril de 1961
CUBA ... LUCHA DE PATRIOTAS
Discurso en la Sociedad Norteamericana de Direct()res de Periódicos
Sr. Catledge, Miembros de la Sociedad Americana de Directores de Periódicos, Señoras y Señores:
El Presidente de una gran democracia, cual la nues– tra, y Jos directores de grandes periódicos, como son los de ustedes, tienen contraída una obligación común con el pueblo: una obligación de presenta" los hechos, de pre– sentarlos con sinceridad, y de presentarlos en perspectiva. Es con esa obligación en mente que he decidido en las últimas 24 horas examinar brevemente en esta ocasión los sucesos recientes de Cuba.
En esa infortunada isla, como en tantos escenarios de la lucha por la libertad, las noticias, en vez de mejorar han tomado un cariz peor. He recalcado con anterioridad que ésta es una lucha de los patriotas cubanos contra un dictador cubano. Aunque no podría esperarse que ocul– táramos nuestras simpatías, hemos puesto repetidamente en claro que las fuerzas armadas de este país no inter– vendrán en ninguna forma.
Cualquier intervención unilateral norteamericana, en ausencia de un ataque externo contra nosotros o un alia– do nuestro, habría sido contraria a nuestras tradiciones y a nuestras obligaciones internacionales. Pero, nuestra ,paciencia no es inagotable. Si pareciera alguna vez que la doctrina interamericana de la no ingerencia simple– mente esconde o disculpa una política de inacc:¡ón, si las naciones de este Hemisferio dejaran de cumplir sus com– promisos contra la penetración comunista de afuera, en– tonces quiero que se comprenda claramente que este gobierno no vacilaría en hacer frente a sus obligaciones, que son la seguridad de nuestra nación.
Si alguna vez llegara ese momento, no nos propone– mos dejarnos aleccionar sobre l/intervención" por aquellos cuyas características quedaron estampadas para siempre en las calles ensangrentadas de Budapest. Tampoco es– peraríamos ni aceptaríamos el mismo resultado al cual esta reducida par,tida de valientes refugiados cubanos de– be haber sabido que se exponía, decididos como estaban a proseguir frente a tan grandes desventajas, en su gallar– do empeño por reconquistar la libertad de su isla. Pero Cuba no es una isla en sí misma; y nuestra
preocupación no ter!11i ... ~ con meras expresiones de no in– tervención o condolencias. Esta no es la primera vez en la historia antigua o moderna que una reducida banda de patriotas, luchando por la libertad, ha arremetido contra el totalitarismo.
No es la primeré! vez que tanques comunistas han arrollado a valient,s patriotas, hombres y mujeres que luchaban por redimir la independencia de su ,patria, ni tampoco es, de ningul1a manera, el episodio final en la eterna lucha de la Iib~ftad contra la tiranía en cualquier punto del globo tetrestre, inclusive en Cuba.
El señor Castrt) ht\t dicho que éstos eran mercenarios. Según las informacicmes de prensa, el mensaje final pro– cedente de las fue,,¡::as de los refugiados en la playa fue del comandante de los patriotas, quien, al preguntársele si deseaba ser evacui3do, dijo: l/Yo nunca abandonaré este paísl/. Esta JíQ es la respuesta de un mercenario. Este patriota ha ido. ahora a reunirse en las montañas con numerosos otros guerrilleros, quienes están igualmente determinados a que la ~onsa9ración de los que han dado sus vidas no se olvicfe y a que Cuba no sea abandonada a los comunistas, y 110sotros no tenemos el propósito de abandonarla tampoeo.
El ,pueblo cubano no ha dicho la última palabra to– davía y no tengo duda alguna de que aquel pueblo y el Consejo Revolucionario dirigido por el doctor Miró Car– dona y los miembros de las familias de los que integran el Consejo Revolucionario, según he sido informado ayer por el dodor, se encuefltran ellos mismos en la isla y han de continuar hablahdo en pro de una Cuba libre e inde– pendiente.
Entre tanto, nosotros no aceptaremos que el señor Castro trate de culpar a este país del odio que sienten hoy por su represi6n los que un día fueron sus entusias– tas partidarios. Pero este sombrío episodio nos da útiles lecciones que todos deben aprender. Algunas todavía están obscuras y esperan nueva información. Otras están perfectamente claras,
En ,primer lugar, está claro que las fuerzas del cO",U' nismo en Cuba no deben subestimarse, allí ni en ningún
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