Page 65 - RC_1963_11_N38

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'. perspectiva inmediata de concordancia fue el referente na l' I Lao s . Tanto una parte como él otra reconocimos a neo a sidac:l de reducir los peligros en esa situación. Ambas ce rtes dimos nuestra aprobacién al concepto de un Laos

~:utral e independiente, a la manera de Birmania o eambodia.

Una cuestión de gran il11portanci~ respecto a la pre· sente conferencia ,sobre Laos en Ginebra, es que ambos lados reconocieron la importancia de un verdadero cese de fuego. Es de urgencia que esto se traduzca en nue· vas actitudes en Ginebra, que permitan a la Comisión Internacional de Control llevar a cabo su cometido, y cero ciorarse de que se cumpla y mantenga el cese de fuego. Tengo esperanzas de que se pueda adelantar en esta materia en los días venideros en Ginebra, pues ello con· tribuiría grandemente a despejar la atmósfera internacio· nal. No ha surgido tal esperanza, sin embargo, con respecto a la otra conferencia en Ginebra, que busca un tratado para proscribir las pruebas nucleares. El señor Jrushchov dio a entender con claridad que, en su concep· to, no podía haber UI' administrador neutral.. Que, según él, nadie era verdaderamente neutral, que habría que aplicar el veto soviético a los actos dirigidos a hacer cum· ,plir la proscripción de pruebas nucleares, que la inspec. ción era sólo un subterfugio para el espionaje en ausencia del desarme total; y que las presentes negociaciones para la proscripción de las pruebas eran vanas. En suma, nuestras esperanzas de una terminación de las pruebas nucleares, de una terminación a la propagación de las armas nucleares, y de alguna medida de reducción de la competencia de armamentos nucleares han recibido un duro golpe. Esto no obstan·te, lo que se juega en esto es sumamente importante para que vayamos a abandonar el proyecto de tratado que hemos ofrecido en Ginebra. Pero nuestras conversaciones más sombrías fueron en torno a los temas de Alemania y Berlín. Le expuse claramente al señor Jrushchov que la seguridad de la Europa Occidental y, Ipor ende, nuestra propia seguridad, están profundamente comprometidas con nuestra presen· cia ahí y nuestros derechos de acceso al Berlín Occidental; que esos derechos se basan en la ley no en la tolerancia, y que estamos decididos a conservar esos derechos él

cualquier precio, para, de ese modo, cumplir nuestras obligaciones con la pob!acicSn de Berlín Occidental, y su derecho a decidir su propio futuro.

El señor Jrushchov, a su vez, presentó en detalle sus puntos de vista, y su exposición será objeto de nuevas comunicaciones. Pero no estamos tratando de cambiar la presente situación. Un tratado de paz que obligue a Alemania, es cuestión que interesa a todos los que estu· vimos en guerra con Alemania, y ni nosotros ni nuestros aliados podemos abandonar nuestra obligación ,para con el pueblo de Berlín Occidental.

En sentido general, el señor Jrushchov no habló en términos de guerra. El cree que el mundo seguirá su derrotero sin que haya necesidad de recurrir a la fuerza. Hablé de los adelantos de su nacién en la exploración del espacio. Destacó su intención de soprepasarnos en la producción industrial, en el comercio, y de mostrar al mundo la superioridad de su sistema sobre el nuestro. Sobretodo, pronosticó el .triunfo del comunismo en los países nuevos y menos desarrollados.

Mostróse seguro de que la marcha de los aconteci·

mientos está en su favor, de que la revolución de los pueblos que ahora surgen, a la larga será una revolución comunista, y de que las llamadas guerras de liberación, respaldadas por el 1<remlin, han de reemplazar los anti· guos métodos de invasión y agresión directa. "

En el decenio de 1940 y a principios del decenio de 1950, el gran peligro consistía en los ejércitos comunistas que cruzaban las fronteras libres, lo que vimos en Corea. Nuestro monopolio nuclear ayudó a evitar esto en otras regiones. Ahora nos enfrentamos a una amenaza, nue– va y diferente. Ya no tenemos un monopo~io nuclear. Ellos creen que sus ,proyectiles de largas distancias para· Iizarán o detendrán los nuestros y que sus tropas podrán igualar a las nuestras en caso de que interviniéramos en estas llamadas guerras de liberación. De este modo, en un momento dado, el conflicto local que ellos respaldan puede volverse en favor, de ellos por medio de guerrillas o insurgentes o subversión.

Un pequeño grupo de comunistas disciplinados po– dría explotar el descontento y la miseria de un país en donde el ingr~so medio oscilara entre los 60 y los 70 dó' lares al año y así apoderarse del control de todo un país sin haber cruzado las tropas comunistas frontera interna· cional alguna. Esta es una teoría comunista.

Pero yo creo firmemente que el tiempo mismo pro· bará que esto es un error, que la libertad y la indepen. dencia y la autodeterminación, no el comunismo, es el porvenir del hombre, y que los hombres que son libres tienen la voluntad y los recursos ,para salir vencedores en la lucha por la libertad. Pero es evidente que esta lucha, que se desarrollará en el ámbito de las naciones más nuevas y más pobres, será la crisis constante de este de· ceni!).

Hubo algo en que el señor Jrushchov estaba en lo justo: dijo que hay muchos trastornos en el mundo ente· ro, y que no se le debería de culpar a él de todos ellos. Y tiene mucha razón. Es fácil atribuirle al comunismo todo m9tín antigubernamental o antiamericano, todo de· rrocamiento de regímenes corrompidos, o toda protesta en masa contra la miseria y la desesperanza. Pero no todos estos trastornos son inspirados por el comunismo. Los comunistas llegan a explotarlos, a infiltrarse entre los dirigentes, a cabalgar en la cima hasta llegar a la victoria. Pero los comunistas no crearon las condiciones que los causaron.

En suma, las esperanzas de lograr la libertad en es– tas regiones que padecen tanta pobreza y analfabetismo, donde hay tanto niño enfermo, tantos que mueren en el primer año de vida, tantas familias sin hogar, tantas fa· milias sin esperanza, la esperanza de lograr la libertad en estas regiones también depende de sus pueblos y de sus gobiernos.

Si tienen la voluntad de decidir su propio futuro, si sus gobiernos cuentan con el apoyo de sus propios pue· blos, si las medidas progresivas y honradas que tomen para ayudar a sus pueblos han inspirado confianza y fer· vor, entonces no hay guerrilla ni accióri insurgente que pueda tener buen éxito. Pero ahí en donde no existan estas condiciones, una garantía militar contra un ataque externo del otro lado de la frontera ofrece muy poca pro· tección contra el deterioro interno.

Sin embargo, esto no quiere decir que nuestras naciones y el Occidente y el mundo libre deben perma·

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