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necer con 105 brazos cruzados. Por el conh'ario, tenemO$

una oportunidad hist6ril::a de ayudar a estos países a es· truclul'ar sus sociedades hasta que estén tan fueries y sean sus bases tan firmes que solamente una invasión extran– jera podría derribarlas, y silbemos que esa amenaza puede ser detenida.

Podemos adiesh'é!i' y equipar sus fuerzas pan'! que resistan insurrecciones abastecidas por cOl11unisi..s. po.. demos ayudar a que desarrollen la n<:se industrial y agrícola sobre la que se puedan ed,fic<lr nuevos niveles de vida. Podemos alentar y fomenten mejor administra– ción y mejor educación y mejor disldbuci6n impositiva y

agraria y una vida mejor para el pueble.

Todo esto y mucho más podemos hacer ,porque tene– mos el talento y los recursos para hacerlo, si nos decidi– mos a usarlos y a compartirlos. Sé que hay muchos en los Estados Unidos que piensan que hemos cargaclo con el peso de la ayuda económica clemasiado tiempo, pero estos países que estamos élpoyando ac:tualmenle y que se extienden desde la parte septenlrional ele Europa Ipa– sando por el Mesoriente y cjue llegan hasla Salgón están sujetos, muchos de ellos, a tremendos esfuerzos para el control del poder.

Si no estamOS dispuesfos a ayudar el forjar una vida mejor para sus puebios, entonces creo que las perspecti– vas de libertad en esas regiones es cosa muy insegura. Tenemos que ayudarles, creo '10, si esfamos decididos a respaldar con promesas de ayuda, nuestras palabras con– tra el avance del comunismo. L:1 carga es pesada y la hemos llevado muchos años. Pero creo que la lucha no ha terminado. La baialJa COI1~¡núa y tenemos que desem– peñar nuestro papel. Y, Ipor lo tanto, espero que segui– remos ayudando a estos pueblos para que puedan perma· necer libres.

Fue adecuado que el COl'lgl'eso inaugur<:ra sus audiencias sobre nuestros nuevos programas de ayuda militar y económica en el preciso momento en que las palabras del señor Jrushchov en Viena estaban clemos– trando, de la mejor manera posible, la necesidad de ese preciso progrClma. Debería de dirigirse bien y admin¡s– trélrse eficazmente, ,pero creo que es preciso hacerlo y

f

f}s,pero que vosotros, el pueblo norteamericano, lo apoYI.rA' UllOI vez más porque creo que es de vital importancia pi,.

1,1 seguridad de estas regiones. Es inútil hablar contra el avance comunistél a manos que estemos dispuestos a hacer frente a nuestras responsabilidades, por gravosas

que sean.

No justifico esta ayuda solamente en la lucha contra el comunismo. Es reconocer nuestra oportunidad y obli. gación de ayudal' a estos pueblos él ser libres y que no estamos solos.

Descubrí que el pueblo de Francia, por ejemplo, está haciendo mucho más en Africa, respecto a ayudar a' na. ciones independientes de lo que estaba haciendo nuestro p,'opio país. Pero comprendo que la ayuda extranjera es una cürga muy gravosa y lo único que puedo decir es que ya no tenemos ninguna seria obligación en estos momentQs.

Mi estancia en Inglaterra fue corta, Ipero la visita me dio la oportunidad de conferir en privado una vez más cora el Primer Ministro McMilJan, así como otras personas de nuestro partido conferían ayer con el General De Gatllle y con el Canciller Adenauer. Todos convinimos en que hay muchos trabajos por hacer en el Occidente y

cle nuestras conversaciones surgieron medidas, tomadas de acuerdo, para continuar ese trabajo. Nuestro dí~ en Londres, coronado con el encuentro con la Reina Isabel y

el Pi'íncipe Folipe, nos demostró al final de un largo viaje que el Occidente permanece unido en su decisión de

scs~ener sus normas.

Desearía concluj¡' diciendo sencillamente que me alegro de esfar en casa. En este viaje hemos admirado lugaves espléndidos y visto cosas emocionantes, pero nos alegramos de estar en casa. Ninguna demostración de apoyo en el extranjero ·podría significar tanto como el apoyo que vosotros, el pueblo norteamericano, habéis tan genero!;nmenfe dado a nuestro país. Contando con ese apoyo, no temo al futuro. Hemos de ser pacientes. He– mos de sel' valientes. Hemos de ac~ptar tanto los peligros como las molestias; pero con voluntad y esfuerzo, la liber– tad prevalecerá.

Caracas, 5 de julio de 1961

OFRENDA A SIMON BOLIVAR

Celebramos hoy la liberación, hace ciento cincuenta años, de una gran nación americana, Venezuela. lo ha– cemos ante la estatua de su libertador, Simón Bolívar, hombre ilustre entre todos los hombres ilustres de este continente. Con este aclo ofrecemos doble testimonio: de nuestra amistad por la tierra que lo vio nacer y que él lanzó por el camino de la liberad; de nuestra reiterada dedicación al ideal del cual él fue el primero y quizá el mayor profeta: la unificación del continen~e americano, Hace quince años, en este mes, el Pl'esiaente Betan– court de Venezuela dijo ante otra estatua de Bolívar: "Hoy nuestra preocupación y nuestro interés es hacer que viva su mensaje, incorporar su ideología en -nuestros concep– tO\1, seguir fielmente su ejemplo luminoso en nuestras tareas diarias como gobernantes y gobernados". Es tan

importante hoy como entonces hacer todas estas cosas. Bolívar, con su visión y con su genio, persiguió me– tas que nosorros procuramos alcanzar. Su mayor sueño fue de una unión mutuamente defensiva, de todas las re– públicas del hemisferio, en contra de la agresión de filosofías extrañas. Su contenido inspira la determina– ción de los estadistas de hoy en este continente, de pro– teger su legado de libertad cantra la intromisión extran– jera; de realizar al máximo la grandeza espirítual y

material de sus naciones; .de extender

él todos los ciuda– danos ele esle continente los beneficios de la libertad Y

de la justicia social; de guerrear contra la ,pobreza, la en– fermedad, y la inhumanidad del hombre hacia el hombre. Esta determinación es la expresión de hoy de la gran revolución mundial cuyos principios fueron proclamados

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