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' de Filadeífla hace 185 años, y de nuevo desde Cararas e. .. .... d b

hace 150 anos; prinCipIOS con miras que nunca e en

siderar$8 logradas. Era, y es, una revolución basada con ideales de dignidad humana; uJ'a revolución que ha– :"á

de seguir inspirando al hombre mientras las aspiracio– .r del hombre continúen ampliándose, cosa que tendrá l1es· . I d I ue suceder eternamente; una revo

UCI neta manera

~exible que responde a las necesidades de todos los íses de todas las razas, de todas las culturas. Como ·r:dos íos grandes movimientos en la historia dél hombre, h . seguido un curso desigual. Algunos han tratado de s:focarlo Y de desviarlo. Sus ideales han sido deforma– dos Y se ha querido da~les un significado distinto para

sangrarlos de su esencia, la libertad. Pero siempre que

líe ha encontrado en peligro esta revolución, los hombres se han levantado a fortalecer la fe de otros, a in.spirarlos

a su defensa. En el curso de nuestra vida, nosotros de– bemos ser tales hombres. Y confío en que lo seremos.

Aliados para el progreso, ,para On esfuerzo decidido a fin de realizar los sueños de aquellos que fundaron y liberaron nuestras naciones, nos encontramos en la víspera de grandes designios por parte de los estadistas de este hemisferio. QUe las palabras de Bolívar sean su brúju– la: liLa libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo".

25 de septiembre de 1961

DISCURSO ANTE LAS NACIüNES UNIDAS

Sr. Presidente, distinguido,! delegados, señoras y señores: Nos reunimos en una hora de pesar y de peligro. Dag Hammarskjold ha muerto. Pero las Naciones Unidas viven. Su tragedia afecta profundamente nuestros cora– zones, pero la tarea por la que ofreció su vida se encuen– tra 8 la cabeza de nuestro temario. Un noble servidor de la paz ha desaparecido. Pero la consecución de la paz está ante nosotros.

El problema no es la muerte de un hombre, el pro– blema es la vida de esta organización. O bien crece para poder enfrentarse con los peligros de nuestra era, o desaparecerá con el viento, sin influencia, sin fuerza, sin respeto. Si la dejáramos morir, si dejamos que se debi~

Jite su vigor, que Se paralicen sus facultades, estaríamos condenando el futuro. • Pues el desarrollo de esta organización ofrece la única alternativa a la guerra; y la guerra ya no es una alternativa racional. La guerra incondicional ya no con– duce a la victoria incondicional. Ya n9 sirve para la solución de disputas. Ya no puede concernir a las gran– des potencias solamente. Porque un desastre nuclear diseminado por los vientos y por las aguas y por el te– mor, bien podría sumir en él 'por igual al grande y al pe– queño, al rico y al pobre, a los comprometidos y a los no comprometidos. El hombre tiene que acabar con la gue– rra, o la guerra acabará con el hombre.

Resolvamos aquí que Dag Hammarskjold no vivió, ni murió, en vano. Pongamos una tregua al terror. Invo– quemos las bendiciones de la paz. Y, a medida que construimos una capacidad internacional para salvaguar– dar la ¡paz, unámono$ en desmantelar la capacidad nacional para desatar la guerra.

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Esto requeriría nueva fuerza y nuevas funciones para las Naciones Unidas. Porque el desarme sin control no es más que una sombra, y una comunidad sin ley no es sino una corteza hueca. La organización de las Naciones . Unidas ya se ha convertido en la medida y la vía para canalizar los impulsos más generosos del hombre. Ya ha provisto -en el Medio Oriente, en Asia, en Africa, este

año el1 el Congo- una manera de detener la violencia dentro de ciertos límites.

Pero la gran interrogación que confrontaba a este organismo en J 945 está aún entre nosotros: si las más valiosas esperanzas del hombre de progreso y de paz se– rán destruidas por el terror y la desorganización; si 105

"nefastos vientos de guerra ll pueden domarse a tiempo para dejEf paso a los refrescantes vientos de la razón, y si las promesas de nuestra Carta van a cumplirse o a desa– fiarse: promesas para asegurar la paz, el ¡progreso, los derechos del hombre y la ley mundial.

En esta sala no hay tres fuerzas sino dos. Una se compone de los que están tratando de edificar la clase de mundo descrito en los artículos 1 y 11 de la Carta. La

otra, de los que buscan un mundo bien diferente, y que debilitarían esta organización el' su trayectoria.

Hoy más que nunca debe mantenerse nuestra devo– ción a la Carta. Debe reforzarse en primer lugar, eli– giendo a un destatado funcionario para que asuma las responsabilidades de Secretario General; un hombre que esté dotado ,tanto de sabiduría como de poder para que tenga un significado la fuerza moral de la comunidad mundial. El anterior Secretario General fomentó e inten– sificó la obligación de las Naciones Unidas de actual. Pero no la inventó. Esto ya estaba en la Carta. Y sigue estando en la Carta.

Por difícil que sea llenar el puesto del Sr. Ham– marskjold, un solo hombre puede llenarlo mejor que tres. Ni los tres caballos de la Troika tenían tres conductores tirando cada uno por su lado. Tenían uno solo, y debe ser lo mismo en las Nacionás Unidas. El instalar un triun· virato o cualquier autoridad en rotación en los puestos administrativos de las Naciones Unidas equivaldría a re– emplezar el orden con la anarquía, la acción con la pará– lisis y la confianza con la confusión.

El Secretario General es, en un sentido muy real, el servidor de la Asamblea General. Si se disminuye su autoridad, se disminuye la autoridad del único organismo en donde todas las naciones, independientemente de su poderío, son iguales y soberanas. Hasta el día en que todos los poderosos sean justos, los débiles sólo tendrán seguridad en la fuerza de esta Asamblea.

Acción eiecutiva efiéaz e ind~pendiente no equivale

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