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« Previous Page Table of Contents Next Page »trascendentales, los beneficios de la libertad y de brindar l/S frutos a todos.
s por la geografía somos vecinos, pero la tradición nos ha hecho amigos; la economía nos ha hecho socios: y la Ilecesidad nos ha hecho aliados: en una vasta Alianza pa– ra el Progreso. A quienes la naturaleza une no los pue– de separar el hombre.
Dos naciones grandes e independientes -unidas por la esperanza en vez del temor- tendrán seguramente asuntos sobre los que consultarse mutuamente. También tenemos que discutirlos de una manera franca y amistosa, para llegar a un acuerdo cuando podamos llegar a él, y respetar las opiniones del otro cuando estemos en desa– cuerdo. Como habitantes del mismo Continente, no po– demos satisfacer nue~;tras necesidades mutuas de una ma– llera desordenada. Pero trabajando juntos podemos con– fiadamente enfrentarnos al porvenir, ya que hay mucho que hacer en ese futuro.
Como ha dicho el Presidente López Mateos, los idea– les de la revolución mexicana no se habrán alcanzado "mientras haya un niño sin escuela, un adulto analfabeto, l/na familia sin su propio hogar, o mientras haya un solo trabajador en el cam,po o en la ciudad que no reciba un salario suficiente para vivir una vida decorosa".
Nosotros, en los Estados Unidos, nos hemos propues– to lograr una vida mejor para nuestro pueblo. Ningún país puede aspirar que haya justicia social en el extran– jero si no la practica en casa. Pero además, los Estados Unidos ahora se han comprometido a ayudar a lograr es– tos obetivos en toda la América -a trabajar conjunta– mente con México y todas las demás naciones del sistema interamericano para crear una sociedad Eln que todos los hombres tengan igual acceso a la tierra, a un empleo y a la educación- Una sociedad en que ningún hombre sea explotado para el enriquecimiento de unos cuantos y en la cual todo organismo oficial esté dedicado al bienestar de todo el pueblo. '
Este esfuerzo no es una calle de un solo sentido. No– sotros en los Estados Unidos tenemos mucho que apren– der al igual que enseñar. Hay ,productos que tenemos que comprar al igual que vender. Hay cargas nacionales que compartir y asimismo cargas individuales que alivia– nar. Si hay barreras que impidan el entendimiento en– tre nosotros, habrá que arrasarlas de ambos lados. V así, amigos míos, ... vengo a hablar de lo que podemos hacer juntos. Vuestro Presidente y yo, vuestro pueblo y el mío estamos unidos en nuestros ideales y as– piraciones en bien de este hemisferio. Juntos trabaja– remos -juntos podemos triunfar-o Permítaseme ahora recordarles algunas de esas aspiraciones comunes. Primero, estamos resueltos a fortalecer eJ principio interamericano de respeto absoluto a la soberanía e inde– pendencia de toda nación.
Ese principio era la parte esencial de la política del buen vecino y seguimos siendo buenos vecinos hoy. Ese principio constituye la base de nuestra alianza -y sere– mos siempre aliados para el progreso-o Reconocemos el derecho de todo país de dirigir sus propios asuntos, de formular su propia política, de tomar sus propias de– terminaciones, sujetándose únicamente al derecho inter– nacional y a los derechos de las demás naciones. Vto– das las naciones que mediante la fuerza o la subersión traten de imponer su voluntad, sobre cualquier país de
América, encontrarán, estoy seguro, a las naciones libres de este hemisferio unidas y resueltas a conservar la in" dependencia de todas.
Segundo, "estamos dedicados al ideal de un hemis– ferio, pacífico y libre, de naciones iguales y libres". "La democracia", dijo Benito Juárez, "es el destino de la Hu– manidad; la libertad, su arma indestructible". Este es el destino de la revolución americana y fue el destino de la revolución mexicana -y este destino no se realizará ple– namente hasta que todo el hemisferio occidental sea una comunidad de naciones democráticas libres, comprometi– das a mantener 1<1 libertad individual de todos sus con– ciudadanos.
Tercero, estamos dedicados a ampliar la justicia social para todos. La independencia nacional, el hecho de tener libertad ,política. significa muy poco para el hom– bre que aún no se ha independizado de la pobreza, del analfabetismo y de la enfermedad. Nuevas fábricas y maquinarias significan poco para una familia sin hogar; para el, estudiante sin comida; para el agricultor que no pierde la esperanza de llegar a ser dueño finalmente, de la tierra que cultiva. Si ustedes y yo, México y los Esta– dos Unidos, creemos en una revolución pacífica- si creemos, como creemos, que se ,puede lograr la justicia sin sacrificar la libertad o el ,progreso -el progreso eco– nómico es, ciertamente, la llave de la libertad política– entonces tendremos amplias oportunidades en este He– misferio de convertir esas convicciones en realidad y realizar esas ,promesas.
Pero no será fácil, ya que si lo fuera se habría hecho hace mucho tiempo. Poner fin a sistemas anticuados de tenencia de la tierra, reformando sistemas imposHivos injustos, ampliar las posibilidades de mejorar viviendas, mejorar la salud y la educación donde antes no existían esas posibilidades -todo esto no será fácil.
Pero la revolución mexicana ha demostrado lo que se podía hacer -que el camino de la libertad es el cami– no del progreso. En casi 20 años, desde que Fl'anklin D. Roosevelt vino a Monterrey, los servicios y productos de este país se han tl1iplicado, el ingreso por habitante ha aumentado en cerca de un 80 por ciento; ustedes han lo– grado virtualmente la aufosufidencia en agricultura y han mantenido la más constante e impresionante tasa de crecimiento de todos los países de este hemisferio. Es– tas, me doy cuenta, son sólo estadísticas- pero detrás de estas estadísticas yo sé que la esperanza ha reempla– zado a la desesperación, y la oportunidad a la miseria. V, como lo ha dicho el Presidente López Mateos, aunque su revolución está lejos de haberse consumado, de la mis– ma manera que no se ha consumado la nuestra, debemos ahora trabajar juntos, el país de ustedes y el mío, para llevar tal esperanza y oportunidad a todas las Américas. Habrá demoras y habrá reveses y hab,'á frustracio– nes. No podemos duplicar el número de aulas escolares, duplicar el número de alfabetizados, reducir en tres cuar– tas partes la tasa de mortalidad infantil, y aumentar en un SOpor ciento el promedio de vida, en sólo un período de meses o ni siquiera en varios años, pero sí se puede hacer en una década. Es difícil negociar acuerdos sobro precios de productos. Los sistemas de transporte y de energía eléctrica ta'rdan mucho tiem,po en construirse. V con toda seguridad habrá resistencia contra reformas in– ternas básicas en cualquier país.
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