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« Previous Page Table of Contents Next Page »Pero ahora, creo que este hemisferio tiene un plan común y sabe a dónde va -ya entramos al camino. Y hemos elegido para ello el camino de la democracia. No p.'atendemos cambiar ni dirigir el sistema político yeco– nómico de nación alguna. Pero sí buscamos ayudar a las naciones latinoamericanas a realizar cambios fundamen– tales en la vida de los pueblos de América Latina -y así cambiar el curso de la historia humana. Si podemos se– auir este curso con la determinación inflexible que uste– des han demostrado en este país- con toda seguridad habremos de triunfar al final.
Hace un siglo el Presidente Abraham Lincoln dio . instrucciones a su Secreta·rio de Estado para que informara
al pueblo de México, y citó textualmente, "de su respetó por el heroísmo de su pueblo, y, sobre todo su amor inex; tinguible por la libertad civil". Hoy, cien años más taro de, ese respeto profundo sigue en los corazones del pueblo y del Presidente de los Estados Unidos. Pues nuestr¡s dos naciones han recibido las mismas bendiciones de Ii. bertad. Ahora soñamos los mismos sueños de lograr oportunidades en el futuro. Y nuestras dos revoluciones que siguen en marcha se han aunado ahora, en un gran esfuerzo, en un gran Continente, en una gran Alianza para el Progreso.
iViva Méxicol
EN EL PALACIO DE GOBIERNO, MEXICO, D. F.
JI • ••
quiero expresar la impresión que he recibido -más bien han sido dos las impresiones- al llegar a esta ciudad. Una es de edad y la otra es de juventud. Mi ciudad natal, Boston, está considerada como una ciudad antigua, pero me temo que cuando se fundó este zócalo, aquéllos eran senderos inexplorados y aún antes de eso, existía ya aquí una civilización. Así es que al llegar a México llegamos a un pueblo arraigado, un pueblo viejo, a una ciudad antigua.
He recibido también una impresión de juventud, y esa es la extraordinaria vitalidad de esta ciudad y de su pueblo. Al atravesar la ciudad... la fuerza, el vigor, la vida del pueblo mexicano, y en particular, de los habi– tantes de la ciudad, fueron una de las indicaciones más alentadoras del gran espíritu que existe en este país y en todo el hemisferio.
La revolución de los Estador Unidos, y la de México,
representaron, en un principio, una revolución política, pero en el caso de México -y esto se ,puede aplicar a todo el hemisferio- nos hemos dado cuenta de que en el siglo veinte nuest~a obligación consiste en igualar la independencia política con la independencia económica -como indicación de que un sistema político de libertad puede acoplarse con un sistema de bienestar económico~
Esa es la tarea que la historia nos ha impuesto, y la pode. mos llevar a cabo a través de la Alianza para el Progreso– haciendo un gran esfuerzo común -no un esfuerzo único de los Estados Unidos o de México- sino de todas las hermanas 'repúblicas del contienente libre.
Mediante un esfuerzo común, nuestra obligación se. rá llevar a los pueblos de este hemisferio las mismas oportunidades. .. habitación, trabajo, educación y un fu. turo con el pasado que ustedes tienen.
30 de junio de 1962
A LA COLONIA AMERICANA
... Ia señora Kennedy y yo hemos sido objeto de la hospitalidad más cálida y entusiasta, que sin duda refleja los verdaderos sentimientos del pueblo de México hacia los Estados Unidos ...
El miércoles próximo voy a Filadelfia donde hablaré el 4 de julio; pero me Iparece tan adecuado celebrar el 4 de julio aquí en esta ciudad, como en Filadelfia, en los Estados Unidos, y la razón es muy sencilla. Y esto se debe a que las personas que escribieron la Declaración de Independencia, reconocieron desde el principio, y señala– ron en sus decla'raciones públicas, que no estaban enun– ciando una teoría de gobierno sólo para el pueblo de los Estados Unidos, sino para todos los pueblos del mundo. George Washington, John Adams y los demás, insistieron todos en este espíritu que suscitó la Declaración de Inde– pendencia, representando el concepto básico que debe orientar en todo el mundo las relaciones entre los gobier– nos y los pueblos.
No es coincidencia que el espíritu revolucionario, en el mejor sentido de la palabra, que surgió de Filadelfia
y de los Estados Unidos, haya tenido las más profundas
r~percusiones a lo largo del tiempo desde aquella fecha. Simón Bolívar, el libertador, llevaba junto al pecho un retrato de George Washington. Y los jefes de estado que vienen a Washington año tras año, y los treinta o cuarenta estados nuevos que se formaron después de la Segunda Guerra Mundial, han empleado casi siempre en sus constituciones y en 'sus declaraciones, frases de 'nues· tra Constitución y de nuestra Declaración.
Por lo tanto, nos ensancha el corazón venir a esta ciudad y a este país, donde alientan en la vida cotidiana los principios que nuestro país adoptó en esos documentos trascendentales; y creo que sentimos así, porque como prendemos que no se trata únicamente de un aconteci. miento que sucedió hace largo tiempo y pertenece ya al pasado, sino que todas la's premisas en las cuales Jef· ferson y Adams se funda'ron al redactar la Declaraci6n, representan hoy un reto mucho más importante aún que en los primeros días de la gran r~pública.
Por lo tanto, no creo que escasean frases que se reservan para el 4 de julio, sino frases por las que hay que
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