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« Previous Page Table of Contents Next Page »espíritu y de la mente humanas. Y si la tarea de lograr un progreso con libertad es más compleja, sutil, y difícil que la de prometer un' progreso sin libertad, no nos asus– ta esfe desafío. Estamos dispuestos a seguir el camino que nos lleva a conseguir el bienestar para el hombre sin destruir su dignidad. Y sabemos que las lecciones de nuestro pasado encierran una promesa de éxito para el futuro.
oís ahora vosotros. Y en aquel entonces solamente una de
cada diez pequeñas fincas norteamericanas tenía elec– tricidad; la mitad de los campesinos en el Sur de nuestro país eran arrendatarios y aparcer,os; miles de familias del valle del río Tennessee contaban con ingresos de menos de cien dólares al año. Y además de todo esto atravesá– bamos una gran depresión económica que había dejado desempleados a doce millones de personas, el equivalente a diez veces la ¡población de vuestro país y casi igual a la población total de toda Centroamér,ica. Así eran los Estados Unidos durante mis días universitarios.
Fue entonces cuando llevamos a cabo bajo la dirección de Franklin Roosevelt un gran programa, el New Deal (Nuevo Trato). Con un programa tras otro pusimos fin a la aparcería y ayudamos a los campesinos a conseguir sus títulos de propiedad de sus tierras, llevamos la electricidad a los medios ru– rales, transformamos el paupérrimo Valle del Ten– nessee en una floreciente zona agrícola e industrial y demostramos para beneficio de todos, el poder inmenso que tiene un gobierno libre con plantea– mientos positivos, el poder incorporado al concepto de libertad individual y al de responsabilidad social.
No os cuento esta historia ¡porque estemos satisfe-chos o complacidos de que todo esté 'r.esuelto en mi país. Porque a nosotros, en los Estados Unidos, nos queda mu– cho por hacer; hemos de mejorar la vivienda, las ciudades, nuestra economía, nuestro sistema de educación y conse– guir oportunidades iguales para todos nuestros ciudada– nos. y esta lucha continúa adelante.
Pero la política del New Deal nos ofrece un ejemplo de la t~ansformación en la vida de un país que puede llevar a cabo una sola generación llena de vitalidad. También constituye una demostración de la capacidad de los hombres libres para realizar una revolución profunda
y pacífica en pro del progreso económico y de la justicia social.
LOS ESTADOS UNIDOS: PAIS REVOLUCIONARIO
Posiblemente sea difícil para .vosotros pensar en los Estados Unidos como país revolucionario, ¡país que ha llevado a cabo muchos cambios sociales básicos y absolu– tos durante su breve historia. Pero mi país, como todos los países de las Américas, posee una profunda tradición revolucionaria que ha contribuído a darle forma al mundo moderno.
Porque fue precisamente en Filadelfia en 17,76 y en Guatemala, en 1821 donde los Estados Unidos y las na– ciones centroamericanas, respectivamente, se opusieron por primera vez al 'régimen colonial. Y hoy en Africa, Asia y en el Oriente Medio las nuevas y nacientes nacio– nes todavía luchan para perfeccionar su libertad e inde– pendencia nacional de la dominación extranjera, que no– sotros fuimos los primeros en conseguir.
Esta historia constituye una respuesta para aquellos
qUe pretenden que a los pueblos Iibre.s les faltan el im– ¡pulso y la flexibilidad para dar nueva forma a las socie– dades en las que viven. La historia de las Américas, la historia de vuestro propio país en los últimos veinte años, constituye un tributo a la capacidad que tienen los hom– bres libres para 'recurrir a las más profundas fuentes del
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Nuestros objetivos para el futuro de este Hemis– ferio, el reto que se os ha lanzado a vosotros y a vuestros compatriotas en toda América, está conte– nido en la Alianza ¡para el Progreso. Dentro de la estructura de esta Alianza figuran los cuatro princi– pios básicos de la sociedad americana que es res– ponsabilidad vuestra construir.
El primero de' ellos es el derecho que tiene toda nación a gobernarse a sí misma, a verse libre de los dictados y de la coerción del exterior, a moldear su propia economía y sociedad en conformidad con la voluntad de su pueblo. Dentro de nuestro sistema Interamericano no aceptaremos nuevos imperios, ni la dominación de una nación por otra.
El segundo es el derecho de cada ciudadano a la libertad política y a la libertad individual; el de– recho a exponer sus opiniones, al ejercicio de su pro– pio culto; a elegir el gobierno que le ha de gober– nar, y a rechazarlo en cuanto deje de servir al bie– nestar naeional. Hemos realizado grandes adelan– tos hacia la consecución de este derecho en los últi– mos dos decenios, pero la tarea no está concluida, ni lo estará hasta que todo americano viva bajo un ré– gimen de libertad.
El tercero es el derecho a la justicia social, el de– recho de todo ciudadano a participar en el progreso de su nación. Esto quiere decir: tierra para aquellos que no la poseen, educación para aquellos que hoy se ven privados del derecho a aprender. Esto a me– nudo significar,á que las antiguas instituciones que sirven solamente para perpetuar los privilegios de unos pocos afortunados tendrán que llegar a su fin. Quiere decir que tanto los ricos como los pobres ten– drán que compartir equitativamente las cargas que impone el desarrollo nacional. No será fácil alcan– zar la justicia social pero la experiencia vivida de nuestra prOipia Nación nos dice que, una vez alcan– zada, lleva inevitablemente a una vida mejor y más cabal para todos.
El cuarto principio de la Alianza consiste en el derecho de toda nación a seguir el curso del progreso económico rápido que los conocimientos modernos y la tecnología han hecho posible. Nosotros, en los Estados Unidos, donde hemos sido afortunados en nuestro propio desarrollo, hemos dedicados vastos recursos a fin de ayudar a aquellos que han sido me– nos afortunados. Y las mismas naciones latinoame– ricanas se han comprometido a movilizar sus propios recursos y energí~s a fin de llevar a buen término la tarea del desarrollo. Tampoco es esta Una tarea fácil. Romper las viejas cadenas del hambre, de la
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