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or ciento de su producto nacional bruto en ,programas

~irigidos primordialmente a mejorar nuestra seguridad

~a~ional. Algo menos de una vigésima p~rte de esta can–

ti~ad, Y menos del ~,7 por ciento de nuestro producto na– cional bruto se destina al programa de ayuda mutua: en cifras redondas la mitad para el desarrollo económico y la mitad para ayuda inmediata, militar y de otros tipos. La' contribución de este plan a nuestros intereses naciona– les compensa claramente su costo. La nación más rlca del mundo estaría, sin duda, justifiada si gastara menos del 1 por ciento de sus ingresos nacionales en llevar ayu– da a las naciones hermanas menos afortunadas, exclusiva– mente como asunto de responsabilidad internacional; pe– ro dado que estos programas no 'txponen solamente lo

q~e debe hacerse, sino que también son claramente de nuestro interés nacional, todas las críticas deberían colo– carse dentro de esa perspectiva. No se discute el hecho de que nuestros programas de ayuda pueden ser mejora– dos. Pero está fuera de toda duda razonable que nues– tros programas de ayuda son útiles, tanto a nuestras tradiciones como a nuestros intereses nacionales.

La historia consigna que nuestros programas de ayu– da a Turquía y Grecia fueron el elemento básico que permitió a Turquía resistir la intensa presión soviética; a Grecia abatir la agresión comunista, y a ambos países volver a crear sociedades estables y progresar hacia la expansión económica y social.

La historia consigna que el Phm Marshall permitió a las naciones de Europa Occidental, el'ltre ellas el Reino Unido, recuperarse de la devastación causada por la gue– rra más destructiva del mundo, reconstruir su poderío mi– litar; resistir el impulso expansionista dela Rusia stalinista; y lanzarse a un r6nacimiento económico que ha convertido a Europa Occidental en el segundo complejo industrial del mundo -por su tamaño y por su riq'ueza-, en un centro vital del poderío del mundo libre, que en sí contribuye actualmente a la expansión y el poderío de países menos desarrollados.

La historia consigna que nuestra ayuda militar yeco– n6mica a naciones radicadas en las fronteras del mundo comunista .. , tales como Irán, Pakistán, la India, Vietnam y China Libre... ha permitido a pueblos amenazados mantenerse libres e independientes, cuando en caso con– trario hubiesen sido avasallados por el agresivo poderío comunista o caído víctimas del caos, la pobreza y la de-sesperación totales. .

La historia consigna que nuestros a,portes a la ayuda internacional han sido el factor fundamental en la expan· si6n de toda una familia de instituciones y agencias finan~

cieras internacionales, que desempeñan un papel cada vez más importante en la incesante guerra contra la nece– sidad y en la lucha por la expansión y la libertad. V, finalmente, la historia consignará que hoy nuestra ayuda técnica y nuestros préstamos para el desarrollo dan lugar a la esperanza donde ésta no existía; promueven acci6n donde la vida era estática; y estimulan el progreso en toda la tierra. .. apoyando, simultáneamente, la segu– ridad militar del mundo libre, contribuyendo a leval'!tar barreras contra la expansión del comunismo donde esas

~arreras más importancia tienen; contribuyendo a cons· truir el tipo de comunidad mundial de naciones indepen– dientes y que se basten a sí mismas, en que deseamos vivir; y ayudando al profundo deseo norteamericano de

extender una mano generosa a quienes trabajan en pro– cura de una vida mejor para ellos y para sus descendien– tes.

A pesar de la ruidosa oposición registrada desde los primeros días. .. a pesar de las predicciones de que la ayuda al exterior provocaría la "bancarrota" de la repú– blica. .. a pesar de las advertencias de que el Plan Marshall y programas que lo reempla~aron "'estaban ti· rando nuestro dinero a un precipicio". .. a pesar de las grandes dificultildes ,prácticas y de algunos errores y decepciones. .. lo cierto es que nuestros programas de ayuda, en general, y firmemente, han logrado lo que se esperaba de ellos.

La libertad no se halla en retirada en todas partes del mundo. No lo está en Europa, Asia o América Latina, como bien podría haber sucedido sin la ayuda de los Es· tados Unidos. V ahora sabemos que la libertad. .. toda la libertad, inclusive la 'hues'tra propia, se ve disminuída cuando otros países caen bajo la dominación comunista, como sucedió en China en 1949, en Vietnam del Norte y en las provincias septentrionales de Laos en 1954, y en Cuba en 1959. La libertad, toda la libertad se ve ame– nazada por los sutiles, diversos e incesantes esfuerzos subversivos comunistas en América Latina, Africa, el Me– dio Oriente y Asia. V las perspectivas de libertad se ven también en peligros o extirpadas )~npaíses que no ven esperanza de una vida mejor basada en el ,progreso económico, en la educación, en la justicia social y en el desarrollo de instituciones estables. Estas son las fronte– ras de la libertad que nuestros programas de ayuda mi· litar y económica tratan de ensanchar. V, al hacerlo, sir· ven a nuestros más profundos intereses nacionales. Este punto de vista ha sido sostenido por tres suce– sivos presidentes, tanto demócratas como. republicanos. Ha sido respaldado por la mayorí~ pipartidaria de nueve congresos sucesivos. '

H,a sido respaldada durante diecisiete años por una mayoría bipartidaria del pueblo norteamericano.

V, nuevamente, hace muy poco tiem,po, ha vuelto a ser confirmada por una distinguida comisión de ciudada" nos privados, encabezada por el general Lucius Clay y qUE} induye a los señores Robert Ánderson, Eugene Black, Clifton Hardin, Robert Lovett, Edward Mason, L. F. MeCo– lIum, George Mealiy, Herman Phleger y Howard Rusk. Su informe expresa: "Creemos que estos programas, ade– cuacJ.amente concebidos y puestos en práctica, son esen– ciales para la seguridad de nuestra nación y necesarios para que ésta ejerza sus responsabilidades mundiales". Hay, en resumen, un consenso nacional de muchos años respecto de la vital importancia de estos programas. El principio y la finalidad de la ayuda de los Estados Uni– dos a naciones menos seguras y menos afortunadas no pueden ser ni son puestos seriamente en duda.

1. NECESIDADES ACTUALES

La ,pregunta que ahora surge es: ¿qué pasará en el futuro? Desde la perspectiva de estos" progresos ante· riores, ¿cuá'l es la dimensión de las necesidades actuales, cuáles son' nuestras oportunidades y qué cambios afron– tamos en esta coyuntura de la historia mundial?

Creo que és,ta es una conyuntura crítica. Nuestro mundo se aproxima al clímax de una convulsión histórica. Una ola de independencias nacionales casi ha cubierto

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