Page 102 - RC_1963_12_N39

This is a SEO version of RC_1963_12_N39. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

junto da una impresión de "gusto artístico, pues la for– ma del vaso es sencilla y graciosa.

Fragmentos de vasos semejantes, todos hechos de lu misma manera se encontraron en diversos sitios. Encontramos muchos fragmentos de tinojas de barro de una forma más grosera, las que eran ITllJY

comunes en todas las partes donde hicimos excavacio– nes. Otras más finas, tanto en el material como en la hechura, encontramos también. Todas están pin– tadas de colores que aun después de varios siglos de humedad, mantienen su claridad y tras una buena limpieza muestran el mismo brillo como si hubiesen re– cién salido del taller del alfarero. De estas haré men– ción particular de una cabeza de culebra que muestra, tanto en la manera de modelar como en la de pintar, buen gusto y arte.

Vaso Punta del Sapote.

Una figura nos representa una forma humana de barro, muy parecida a otra encontrada en Ometepe. Encontramos, también, dos recipientes, simples, chatos, con una cantidad de hoyitos, apretados, de bord~s

agudos en el fondo de la parte interior, que servían, probablemente, para quebrar y reducir a polvo granos de pimienta u otros semejantes.

Para cada una de las estatuas y para cada una de las piezas de barro o de piedra que encontrábamos, Esteban tenía, inmediatamente, una explicación, y si estas explicaciones fueran las verdaderas ya estarían disipadas la mayor parte de las sombras que ocultan la historia de Nicaragua antes de la llegada de los espa– ñoles. Las más grotescas y fantásticos estatuas re– presentaban al monje talo al santo cual. Las bellas y nobles estatuas de dioses o de héroes eran represen– taciones de los antepasados de Esteban, quien decía que descendía de los antiguos reyes de Nicaragua, con una ligera mezcla de songre noble de conquistador. Por lo tarde hicimos una alegre cocerla de vena– dos en el lugar donde otrora se alzaba la vieja ciudad niquirana y tiramos entre las estatuas y ruinas dos enormes venados que vinieron o caer como ofrendas a los dioses por tanto tiempo olvidados y desatendidos en aquel santuario. , .

Tres días más continuamos limpiando y dibujando las viejas reliquias y organizamos excavaciones entre

las ruinas, o más bien, entre los montones de piedras. Un gran número de las piedras que encontramos mos– lraban por lo menos uno, algunas varios, de los lodos cortados, lo que le da algún peso (1 mi suposición 'lue algunos de estos edificios tení'on paredes de piedra.

VANDALISl\'IO

Amargamente lamenté que mis limitados recur– sos no me permitiesen llevar a Suecia algunas de estas estatuas. Allí donde están ahora, les espera pronto la destrucción, en parte por el efecto destructor del clima y de la vegetación, en parte por la mano del hombre. Es muy común me dijo José Lobo, que los estatuas se hagan pedazos y que estos sean acarreados pora usar– los como piedras de cocina o como peldaños de algún rancho.

Cuando todo lo que se podía fotografiar o dibujar hubo sido reproducidQ, y luego que los venados muer– tos fueron colgados por las patas de las numerosas armas que llevábamos, abandonamos nuestro campa– mento de la bella Punta del Sapote y nos hicimos a la vela hacia la playa de la Bahía del Chiquero. A nues– tro regreso fuimos recibidos con gritos de alegría y vi– vas, y nos festejaron como si hubiésemos estado lejos por varios meses, en lugar de algunqs días. Aun la Petrona, mujer de Esteban, se puso como un rayo de sol hasta que supo que el mismo día o al siguiente em– prenderíamos una nueva expedición, esta vez arriba del río Manares. Esteban, en el viaje de regreso, con sus vivas descripciones de la naturaleza y de la vida animal allí, me había decidido a un viaje a esos parajes. La Petrona arguía que deberíamos tomar un bote, de manera que ella pudiese, natu~almente, acompañarnos. Pero Esteban dijo que eso era demasiado pesado y po– co práctico y que sólo el botécito que tenítl a mi dispo– sición, podía pasar por todos los canales y pequeñas lagunetas. Hubo una agria discusión entre marido y mujer y cuando el argumento contra Esteban se volvió contundente, 80strom hizo notar, de manera entera– mente filosófica, que el matrimonio puede tener sus peligros. Yo intervine en la contienda explicando lo que Esteban quería decir, y el pleito entre la esposa y el hombre redimido se acabó} gracias a que una de mis mejores camisas de lana se volvió la blusa dominguera de la Perrona.

En el botecito remamos cuidadosamente sobre Charco Muerto hacia la tierra firme para pasar un día en el mentado río y ahí satisfacer nuestra pasión por la caza. Todos los habitantes de Zapatera eran ar– dientes cazadores y don José Lobo era el mejor tirador y el conocedor de los bosques más inteligente que haya encontrado en Nicaragua. Esto era muy bueno para mí y para mis colecciones, y así aumentaron éstas considerablemente en esta mi última excursión.

En la islita del Guanacaste, situada en el centro de Charco Muerto, desembarcamos atraídos por las frutas doradas de los frondósos naranjos. La isla esta– ba bien- cultivada por sus habitantes, una vieja pareja. S610 la dueña de casa se encontraba ahí:. Nos recibió amablemente y por unos cuantos reales compramos medio bote de naranjas para los muchachitos del Chi-

-48-

Page 102 - RC_1963_12_N39

This is a SEO version of RC_1963_12_N39. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »