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« Previous Page Table of Contents Next Page »quera, donde no habían de estas frutas.. Ella nos in– vitó a una bebida agradable, "el caldo de caña", esto es, el jugo natural de la caña de azúcar. SLi prepara– ción es sencilla: La caño se corta en pedazos de un metro de largo y se meten entre dos troncos que con manijas se hacen dar vueltas en sentido contrario el
uno del otro. El líquido corre en un huacal colocado sobre el suelo por encima de la plataforma inferior. Si uno es muy cuidadoso se le mezcla después con una paja de palma de coco, antes de beberlo. Este primiti– vo molino se llama: "trapiche".
La desembocadura del río Manares se ha ensan– chado hasta formar una la~una de muchos ángulos con grandes islotes cubiertos de hierbas y una lujuriante vegetación de arbustos. Aquí nos encontrarnos con bandadas de patos, garzas y gallinitas de agua y algu– nOS ejemplares de gavilanes y de halietos., Después de recoger nuestro tributo de los habitantes de plumas de la laguna, continuamos nuestro viaje subiendo el río que se desliza lentamente hacia el Lago. ~"asamos
algunos ranchos y haciendas. En una de ellas hubi– mOS de desembarcar para satisfacer los urgentes pedi– dos de Esteban. El silencio que se mantenía a bordo, para no espantar a nuestras presas, se le hizo insopor– table. Debía bajar a tierra para ejercitar la lengua y los pulmones. Allí recibimos de él prometedores in– formes de venados y de jaguares, los que encontrarítl– mas más arriba. Tan nobles piezas no pudimos ver, pero pude tomar lo que necesitaba de una bandada de
monos y además, pude tirar un bello oso hormiguero (Tomandua tetrodacty!a - ver p. 36).
REGRESO
¡
Mas lejos, río arriba, una enorme ceiba nos ce–
rraba el paso, atravesando el río, haciendo un puente de orilla a orilla. Más de una hora nos tomó abrir un camino para el bote a través de la opulenta arboleda. Después de haber pasado dos obstáculos más / de la misma naturaleza, y después de haber dado una vuelta a través de la selva sin ningún resultado, nos regresa– mos y nos deslizamos rí'O abajo.
En uno de los islotes O playas en la desembocadu– ra descansamos un momento y buscamos huevos de tortugas. Encontramos a 8 ó 10 metros de la playa 27 huevos recién pue~~os, de cáscara suave, a unos cuantos centímetros boja tierra. Eran un poco m6s pequeños que huevos de paloma y nos brindaron una muy sabrosa torta. Mas lejos a lo largo de la playa asoleacJa c=ncontró Esteban no menos de 10 huevos de lagarto, enterrados juntos a unos 15 centímetros ba– jo tierra. Eran del mismo tamaño que huevos de gan– so, brillantes y blancos como de porcelana, duros y de cáscara gruesa. Estos también son valiosos como ali– mento.
A nuestro regreso al Chiquero dimos las naranjas a Virginia, quien con mucha justicia hizo su distribu– ción entre la joven generación del pl,Jeblecito.
ZAPATERA. EL MENeO. PUNTA DE LAS FIGURAS
Entre otros animales, tenía don José Lobo, dos bestias. Durante el período de sequía que reinaba, era posible viajar a través de una parte de la isla, a caballo. Por lo que un día¡ salimos montados siguien– do el camino sobre el angosto borde de cráter que co– mo un muro rodea la Bahía del Chiquero. Por una angosta quebra"da subimos al borde sur del cráter de la Laguna de Apoyo y de ahí hacia el sureste entramos en el bosque. Por todas partes estaba el suelo que– mado y los pocos arbustos o árboles que aún tenían hojas verdes, se veían sedientos y marchitos. La ma– yor parte, sin embargo, de los árboles estaban secos y sin hojas o tenían hojas grises y amarillentas. Sólo las espinosas mimosas y los chichicastes que queman y pinchan, -los zancudos del reino vegetal-, se ador– naban de hojas verdes y brillantes y hacían competen– cia a las niguas (Pulex penetrans) y a las. garrapatas Oxodes sp.) y a los zancudos mismos¡ para hacernos la vida más amarga. A través de los árboles sin ho– jas, ardía el sol despiadadamente y los arroyos y que– bradas que pasamos, estaban secos desde hacía mucho tiempo. Sobre colinas y valles, ofreciendo ricos terre– nos, pero sin cultivar y vacíos, llegamos al río Las Pie– dras donde esperábamos encontrar agua para nuestras sedientas bestias. Mas fue en vano, el sol y el terre– no poroso volcánico, se habían juntado para vaciar y secar este importante río del tiempo de lluvias. En una montaña cerca dél río encontramos a al– gunos de nuestros amigos del Chiquero¡ que bajo las órdenes de Jacinto trabajaban en labrar¡ con hachas,
un bote del tronco de un inmenso pochote. Cuando ya lo tuvieran listo, deberían los temerarios construc– tores del bote¡ arrastrarlo por más de 3 kilómetros a través de la selva¡ para llevarlo hasta la playa del Chi– quero.
Tiramos algunos pavos y encontramos agua, más lejos río abajo, en un hoyo. Ahí me detuve con Ne– rón y los caballos, mientras José seguía por una que– brada para buscar un "perezoso" que había visto ahí hacía dos semanas.
De repente levantó Nerón la cabeza, tomó el viento y se lanzó al bosque. Inmediatamente después comenzó una violenta persecución y a una distancia de menos de 50 metros, colocó Nerón a un magnífico venado que yo pude tirar cómodamente sentado sobre una piedra a orillas del río. Como pago por su mag– nífica conducta obtuvo el perro, inmediatamente, la parte que legalmente le correspondía de la carne del animal. Un" rato después, regresó don José con~1
perezoso (Cholopus Hoffmannj) que había encontr~db
en un árbol a 50 metros del lugar donde había sido visto catorce días antes.
El siguiente viaje que hicimos nec:esitaba mayo– res preparativos, pues pensábamos estar lejos del Chi– quero, más o menos, una semana. Nuestro objetivo era El Menco y el delta vecino, rico en pájaros, y la parte sur de Charco Muerto.
Después que la Isabela, lo mismo que el bote grande de José¡ hubieron sido cargados con provisio– nes y utensilios para nuestra expedició':" de caza¡ nos
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