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« Previous Page Table of Contents Next Page »salí'an volcanes en miniatura, cadenas pequeñas, ama– rillas¡ enteramente simétricas¡ de 20 á 40 metros de altura.
EL INFIERNO DE MASAYA
Ahora ha estado el volcán por mucho tiempo en reposo, pero a la llegada de los españoles estaba en plena actividad y casi cada forastero que llega a Ma– saya, debe oir el cuento de Fmy Bias del Costilla, un monje español¡ quien¡ en la creencia que lo masa en fusión en el fondo del volcán era oro derretido¡ hizo preparar un gran balde o cubo de hierro, y con una IQrga cadena dejarlo bajar hacia la ardiente masa. El mismo bajó un trecho dentro del cráter para, codi– cioso como era, ver de cerca el alzamiento del tesoro. El balde y parte de la cadena se fundieron y medio asfixiada por los vapores de azufre que subían del fon– do¡ hubo el Padre de ser sacado. El cráter es llamado por Oviedo,
lI e l infierno de Iv\asaya ll
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:QESCRIPCION DE MASAYA
La Ciudad de Masaya es bastante extensa y a un kilómetro y medio antes de llegar a la plaza¡ se ha cambiado el camino en una ancha calle, bordeada por una hilera de chozas rodeadas de pequeñas huertas unidas las unas a las otras.
Sólo las cuadras alrededor de la plaza están for– madas por casas de adobe, con una y otra casa de ladrillo quemado¡ algo notable en estas regiones. La plaza es grande y espaciosa, plantClda de árboles, La iglésia principal que ahí se encuentra es a la vez más bella y mós grande que cualquiera de las de Granacla. La población de Masaya llega hasta algo más de 20¡000 habitantes, la mayoría indios puros. La ciu– dad es conocida por sus diligentes y hábiles habitantes, los que abastecen a una gran parte del país con artícu–
lós necesarios¡ como sombreros de paja y de pita, za– patos¡ hamacas¡ jícaras¡ vasijas de madera o de barro, petates y muchos otros artículos.
La plaza muestra también el espectáculo de una gran actividad, cuando la visitamos a la mañana si– guiente. No sólo todas aquellas industrias indígenas estaban expuestas a la venta¡ a la sombra de los gran– des corredores de las casas o en las tiendas a su alre– dédor en grandes bateas o canastas, sino también, frutas, verduras y otras vituallas y golosinas de toda clase, se encontraban expuestas en grandes, rústicas carretas de bueyes o en canastas sobre mulas o sobre un pequeño pero bien alimentado caballo.
LA LAGUNA DE MASAYA
Iv\as la más grande curiosidad de Masaya en su famosa laguna¡ una laguna cráter poco común de for– ma alargada de 9 kilómetros de largo por 3 kilómetros de ancho. Se encuentra entre paredones desnudos y abruptos¡ con !;u superficie a 115 metros debajo del nivel dé la ciudad. Desde tiempo inmernorial las mu– jeres de la ciudad¡ varias veces por día, han llevado sus tinajCls por el empinado camino de la ICJguna¡ llenas de agua para las necesidades domésticas¡ el pesar de que desde 1872, una bomba a vapor llena un tanque con
agua de la laguna, todavía hoy un buen número de mujeres se ocupan en acarrear el agua al modo anti– guo.
En Masaya dejamos a Bostrom para que con la
ayuda de algunos jóvenes indígenas recogiera pájaros durante mi ausencia. Cuando regresé había podido llenar su cometido de una manera notable y pudo mos– trarme una bella colección de esta región bajo tantos aspectos interesante.
Prevenidos por el ¡¡moledor" viajé en coche hasta Masaya¡ decidimos continuar nuestro viaje a caballo
y tuvimos razón de estar contentos con el cambio.
NINDIRI
Desde Masaya salimos por un camino ancho y parejo¡ bordeado por un ranchito bien cuidado después de otro, hasta Nindirí¡ situado a 6 kilómetros de dis– tancia, la más encantadora¡ pequeña ciudad indígena que yo jamás haya visto. Tiene una pequeña pero antigua y venerable iglesia, y calles y plaza cubiertas de bellos y antiguos árboles, de manera que pasábamos a caballo bajo una arboleda a otra arboleda más bella aún.
Las limpias y cuidadas chozas nos miraban del fondo de grandes huertas¡ cubiertas de tol cantidad de flores perfumadas y de todos colores y de tal abun– dancia de variadas frutas, que pensamos no haber jamás visto antes la naturaleza tropical en un ambiente tan rico y armónico.
A p~sar de que habíamos decidido apurar nues– tro viaje, no pudimos menos que pasar algunas horas en este rincón idílico del universo. Visité varias de las casas y encontré por todas partes gente agradable y amistosa y un gran número de bellos rostros, parti– cularmente entre las mujeres.
HACIA MANAGUA
Como para burlarse de la belleza de la naturaleza y de su fertilidad a sólo algunos kilómetros de Nindirí se extiende un árido y desesperado paisaje. Es el ¡¡mal país"¡ bajando hacia el Lago de Managua, cu– bierto por todas partes de una negra capa de lava sin vegetación alguna. Pero esta triste experiencia no dura y pronto estamos de nuevo en el bosque espeso y
tomamos nuestro reposo y almuerzo en el Valle de Gottel, un caserío bastante grande a 15 kilómetros de Iv\asaya y a 12 de Managua. El resto del viaje fue sobre tierra ligeramente quebrada, la que muestra nu– merosas trazas de cultivos y muchas bien construídas haciendas y mnchos. El sol nos atormentó mucho en la último parte de nuestro vioje y con alegría celebra– mos la vista del Lago y la ciudad de ManClgua, edifi– cada inmediatamente sobre la playa.
Después de haber tomado una pieza en un excelente Hotel y haber tomado un baño refrescante, nos dedicamos a visitar la capital de Nicaragua. Nuestras esperanzos no eran grandes¡ mas no fueron satisfechas¡ porque a pesar de la bella situación en la plClya del bello lago¡ la ciudad es fea, porque yace lle– na y largamente sobre la lisa playa.
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