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MANAGUA EN EL SIGLO PASADO

Managua ha sido la capital sin ningún esfUerzo de su parte. Solamente para terminar la rivalidad y los luchas entre las dos ciudades rivales, León y Gra– nada, fue escogida como la capital. Tiene entre 8 y 10,000 habitantes y ningún edificio que merezca ci– tarse. En sus alrededores se encuentran, al contrario, varias cosas que puedan interesar al investigador y so– bre todo las notables lagunas cráter de Tiscapa, Nejapa y Asososca, además se encuentran en los pare– dones de estas lagunas y en otros lugares en la vecin– dad de Managua, pinturas de color rojo, cuyos motivos recuerdan algunos de los dibujos de La Ceiba que he descrito anteriormente.

A caballo me dirigí a la laguna de Tiscapa. Por una quebrada pintoresca y serpenteante se encuentra por fin con un camino que es posible seguir aún a ca– ballo. La laguna es casi redonda, con laderas empi– nadas, cubiertas de vegetación y en la playa misma hay una vegetación exhuberonte, colgando sobre las siempre tranquilas aguas. Su diámetro no llega en– teramente a los dos kilómetros. Su nivel se encuentra a 20 ó 30 metros bajo el nivel del Lago de Managua.

HACIA LEON

De Managua viajamos en un vaporcito que man– tiene regularmente la comunicación entre la Capital y Moabita, el término de la línea del ferrocarril a León. A pesar de ser pequeño en comparación con el Lago de Nicaragua, es el Xolotlán de los Chorotegas un be– lio y grande lago. Su mayor longitud es de 66 kiló– metros, su anchura máxima de 36 kilómetros, mientras que el Lago de Nicaragua tiene 168 kilómetros de lar– go y una anchura máxima de 69.

El Lago de Managua tiene en el medio dos an– chas puntas que avanzan la una contra la otra dejando entre ellas un canal de 11 kilómetros de ancho. La punta que sale del borde oeste del lago tiene el pe– queño volcán de bellas formas, llamado Chiltepe. La que sale del este forma una larga lengua de tierra, cuya extremidad se llama Punta Panamá. Tan pron– to como pasamos este estrecho, se alzó ante nosotros el Momotombo. De su cima inundada de sol se le– vantaban varias delgadas pero compactas nubes de humo blanco que se elevaban a lo más alto del cielo

y que a la clara luz del sol bailaban como drculos de plata encima del volcán. Las nubes son de vapores con una fuerte concentración de azufre que de esta manera se levantan e impiden la vegetación. Al pie de la montaña se encuentran varias fuentes sulfurosas, muchas de ellas a muy alta temperatura. El Momo– tambo crecía de tamaño a medida que nos acercába– mos y por fin pareció ocupar todo el ancho del lago. Su altura es más o menos de 2,000 metros sobre el nivel del mar.

Apenas a dos kilómetros de la playa y al pie del gran volcán se encuentra la isla Momotombito con su pequeña cadena de volcanes verdegueantes Aquí encontró Squier algunas esculturas, pero todas son en cuanto a su belleza artística bastante inferiores a las encontradas en Zapatera.

A nuestro desembarco en el puerto de Moabita

encontramos una llamada diligencia que nos esperaba El ferrocarril no estaba aun terminado a este lado de León. Por lo tanto¡ hubimos de prepararnos a tomar lugar sobre las cajas de madera sin resortes que eran los únicos medios de locomoción. No se podían con– seguir bestias en el pequeño poblado¡ apenas com– puesto de algunas pocas casas.

Algunos kilómetros al norte de Moabita¡ cerca del pie del volcán Asososca, se encuentra el lugar donde estuvo la gran ciudad de León viejo. Fue fundada, lo mismo que Granada, por Francisco Hernández de Córdoba en el año 1524. En el año 1610 la mayor parte de la ciudad fue destruída por una erupción del Momotombo y por orden del Obispo Pedro de Villareal se mudaron los habitantes a la gran ciudad indígena de Subtiava, donde se fundó el León de hoy y el que a poco tiempo se volvió la más grande y me jor construída ciudad de la Provincia de Nicaragua.

LEON COLONIAL

En el año 1636 describió Tomás Gage¡ (casi el único que nos ha trasmitido algo sobre Nicaragua bajo la Colonia), a León y sus alrededores de la manera siguiente:

"Desde aquí hasta Granada es el camino llano y la tierra tan bella y adornada de un tal exceso de fru– tas y de toda clase de vituallas que uno puede decir, con razón, que la Provincia de Nicaragua es el paraíso terrenal de América.

"La ciudad de León está muy bien construida, porque sus habitantes encuentran mayor placer en te– ner bellas casas y gozar de la vida agradable en sus haciendas y tener en exceso todo lo que puedan desear para vivir, que atesorar grandes riquezas. Por eso no se encuentra ahíl la gente rica que uno encuentra en muchas otras partes de América. Tienen placer en mantener bellas huertas¡ en rodearse de papagayos y de pájaros que cantan, en poder disponer abundante– mente de pescado y de carne a buen precio, en vivir en casas agradables, y en llevar una vida tranquila y sin preocupaciones, sin inquietarse en comercio o en intercambios. Tienen, sin embargo, el lago muy cer– ca y de ahí van vapores anualmente a la Habona sobre el mar del Norte. Del Realejo podrían también, con la mayor facilidad por el mar del Sur, hacer comercio con el Perú y México, si tuviesen placer en ello y se atre– viesen a viajar tan lejos.

"Es también sobretodo por estas cosas de las cuales uno goza, que los españoles llamaron la Provin– cia de Nicaragua, el Paraíso de Mahoma".

El camino hasta León era peor de lo que había– mos pensado, y destrozados llegamos a la ciudad antes de Id puesta del sol, después de algunas horas de re– poso en Pueblo Nuevo, una ciudad blJstante grande situada sobre el

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camino real" entre :eeón y Managua. Los alrededores de León son a la vez sonrientes y

extensos, e inspiran aun al viajero más cansado, senti· mientas amenos. Cuando aquel, después de haber pasado las chozas de indios, como de costumbre en garzadas en verdura, llega a la antigua y venerabll: ciudad, ciertamente muy derruída, y que de la torre de la vieja y bella catedral deja sus miradas vagar sobre la extensa y cortada campiña de León, se en

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