Page 87 - RC_1963_12_N39

This is a SEO version of RC_1963_12_N39. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

dad del paso para hacerle el menor daño al sl1¡jeto que me era muy apreciable. Muchas veces las ilegalidades son justas y benefician al que parece su víctima.

Me fuí inmediaamente para incorporarme al Congreso. La primer lucha parlamentaria la tuve porque los interpelantes, me rechazaron diciendo que yo no estaba citado para esa inter– pelación. Defendí ese punto diciendo que el decreto de expulsión del doctor Castríllo como era de rigor se decretó en Consejo de Ministros, y que yo como Ministro de Relacionés Exteriores y

con la conciencia muy tranquila había firmado la expulsión aún comprendiendo su ilegalidad. Fue larga la discusión y hubo un momento en que los interpelantes se reunieron al margen de las bancas parlamentarias y cuando volvieron aceptaron discutir conmigo el fondo de la cuestión jurídica.

Les repliqué que no podíamos tener discusión contemplandó el hecho jurídicamente, por– que el mismo Presidente don Diego Manuel Chamorro al darme sus instrucciones para que viniera

a defender el hecho, me había dicho que era una ilegalidad .t::.on miras de beneficiar al país por la paz, y de beneficiar a la aparente víctima salvándole la vida.

Les recordé a los señores Diputados como el Gral. Zelaya había resuelto esa mis– ma cuestión de un perturbador contumaz que él decía que en Jinotega era un peligro y principió por fusilarlo, o mejor dicho por provocarlo a la acción en que le dio muerte.

Que nosotros sabíamos que era ilegal el paSo que habíamos dado, pero que las urgencias de la tranquilidad del país, y el deseo al mismo tiempo de no dañar a la aparente víctima que es

el doctor Salvador Castrillo, sujeto de nuestro cariño, flor del Partido Conservador, poeta delicado,

nos hizo afrontar estos naturales temblores producidos por un apego a la ley, que carece algunas

veces de filosofía para medir el bien y el mal de los sucesos.

Tuve la satisfacción de que al final el doctor Antonio Medrana, sin disputa elocuentísimo adversario en aquella fecha declarara que aceptaba mis explicaciones y que sólo querían expre– sar el deseo de que se subsanaran facilitando la vida al desterrado y abriéndole las puertas de la patria lo más en breve que se pudiera.

Fuí muy aplaudido de las barras en esa ocasión y como en muchas otras veces, me retiré del Palacio Nacional en charla animada con mis adversarios de jornada tan difícil.

eonlerencia en el 't:acoma

L o.? tres Presidentes, el de Nicaragua, el de Honduras y el de El Salvador, comprendían

que la disolución del proyecto de Unión Centroamericana, con el golpe militar de Gua– temala les hacía peligrosa la propia existencia de sus gobiernos. Tomando en consideración que donde más aguda era la crisis era en Honduras y en Nicaragua, en cada una de las cuales exis–

tía una agresiva emigración en contra de la otra República que imposibilitaba el concierto de la paz.

Nicaragua comprendía la magnitud de ese problema recordando la definición que su

gran república don Anselmo Hilaría Rivas había expresado diciendo que esa clase de emigrados eran más peligrosos, para el Estado en que se movían que para el Estado contra que se movían.

Por esta razón, se le dieron instrucciones a don Anselmo Rivas G., que era nuestro repre-

-190-

Page 87 - RC_1963_12_N39

This is a SEO version of RC_1963_12_N39. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »