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, que transitarían por el Canal o atracarían al muelle serían nicaragüenses o para pl'ovecho de 105 nicaragüenses, a no ser que entendiél'amos que deberíamos agradecerles que partieran nueslra tierra y nos dejaran las basul'as y las enfermedades e hicieran sudar la gota gorda él estibadores por el sueldo apropiado a los nativos, generalmente la tercera o cuarta parte del que pagan a 105 de raza supe– rior que sirven de capataces y no sudan. Todavía en Panamá existe la segregación y la cuantía del salario es según el color de la piel y no de la capacidad o de la faena.

Poíticamente la construcción del Canal ,por nuestro territorio no~ convertiría en un protectorado, no por las voces del Tratado sino por la mera Ley física de la atrac– ción según el peso. Es claro que el gobernador militar de la Zona se convertiría por la propia ley física en el v-ar– dadero gobernante de Nicaragua sin recurso alguno con– tra sus mandatos y desafueros y ninguna responsabilidad ante nuestro pueblo ni ante la propia autoridad de su país. Los dos tratados firmados Chamorro-Weitzel y Cramorro-Bryan no eran realmente tratados definitivos pa– ra la construcción del Canal. Ni siquiera contenían las cláusulas aún más vejatorias de nuestra soberanía que el viejo tratado Ayón-Hay y mucho menos del Merry-Gámez. Mice moción en el Congreso para que el Tratado no se aprobara mientras no tuviéramos una nota aclaratoria del gobierno de los Estados Unidos de que el tratado no era definitivo sino Oipcional, nota que fue debidamente agre– gada al Tratado. Pero quedaba algo nuevo y era la Con– cesión de Bases Navales en nuestro territorio. Y a ésto fUe a lo que me opuse tenazmente. Es claro que los Es– tados Unidos que estaban terminando ya el Canal de Pana– má necesitaban asegurarse de su protección militar del mismo y era claro también que estaba en nuestro interés el de cooperar a esa protección, pero bien podría haberse cooperado a esa protección sin lesionar nuestra soberanía, mediante un Tratado de alianza separado; que es precisa-

mente lo que se ha hecho ahora mediante tratados colec– tivos con todas las naciones del contienenfe.

POI' supuesto que aún existía la rivalilad de los Estados Unidos con Gran Bretaña por el dominlo del Canal

y que ésta no soltaba graciosamente su presa sino reci– biendo algo en cambio; cosa peligl'osa, pues la histol'ia nos enseñaba que los Estados Unidos antes habían tratado con Gran Bretaña sin tomarnos en cuenta a nosotros, lo que los gobernantes conservadores de aquellos tiempos no dejaron ,pasar sin la natural protesta; y también que impelidos por la necesidad, habían dividido a Colombia para arrebatarle Panamá, violanlo todos los principios del inocuo Derecho Internacional y los Tratados vigentes con Colombia. De modo que podíamos decir como el Gobernador Muñoz Marín dijo hace poco del Estatuto firma– do con los Estados Unidos. "Claro que no conseguimos todo lo que queríamos sino todo lo que pudimos". Han pasado ya casi 40 años y en la práctica el famo– so Tratado contra el cual la Gran Bretaña desató una te– I'l'ible campaña 'lue extravió los c¡'iterios, no ha servido para nada: ni se ha intentado siquiera hacer el Canal ni nunca se han establecido las Bases Navales concedidas.

y ahora que los Estados Unidos han firmado tratados de múta ayuda con casi todas las naciones del Continente ilmeric;:lno, resulta tan inútil que estoy seguro que cual– quier Gobierno de Nicaragua que negociara su abroga– ción la conseguiría fácilmente, para quitarse un pretexto de ataque que todavía causa su efecto en las mentas generalmente ignaras y para periodistas ingenuos y dados al vicio de las cacatúas.

Por mi oposición se me acusó de antiamericanista. El Senado Americano no aprobó nunca el Chamorro– Weitzel y tardó cuatro años en aprobar el Chamorro-Bryan que fue duramente atacado por connotados juris,tas de los Estados Unidos, de modo que estos eran ambién antiame– rica nos porque manifestaban con mayor lucidez mis po– bres argumentos de ciudadano nicaragüense.

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LOS BANQUEROS EXPLOTADORES

Mientras tanto los Banqueros convertidos en amos de Nicaragua nos explotaban a su sabor. El Gobierno siempre en la penuria vivía suplicando para obtener prés– tamos pequeños que no remediaban nada y que nos cos– taban caros en intereses y comisiones, además de que lo que nes ,prestaban eran nuestros propios dineros acuñados en el Banco como agente fiscal y depositario de todos los fondos del Gobierno inclusive los dividendos del F. C. que recibieron y administraron aun antes de firmarse los Contratos. El Banco Nacional que al principio se proyec– tó fundar con cinco millones de capital, se incorporó con sólo 300 mil dólares, capital menor que el que tenían en git·o en Nicaragua los otros dos Bancos particulares que no gozaban de Concesiones ni manejaban los fondos del Gobierno. La Conversión Monetaria se hizo a un tipo menor del precio del mercado de los billetes de circula– ción forzosa. El cambio estaba al dos mil y dos mil dos– cientos por ciento y 105 billetes se pagaron con oro al 1.200% de modo que 105 que tenían billetes ganaron 800 puntos en cada cien dólares. Por supuesto que en el Banco había millones. Los que estaban en el secreto del

l'ipo a que se haría la convel'sión vendieron giros oro a 90 días vista y al dos mil por cienh~ y a los ,pocos días el Banco se los cambió por oro al 1.200. Años después que comparecí ante la Sub-Comisión de Relaciones del Senado Norteamericano y expliqué todas estas cosas, el Presiden– te de la Comisión Senador Shipsfead de Minesota calificó la Convención de "ESTAFA" al pueblo nicaragüense. Como dije arriba el Gobierno estaba haciendo fre– cuentes préstamos pequeños y daba garantías. En uno de esos préstamos dejaba en manos del Banco Nacional la colección de las rentas internas y llegó el Gerente del Banco él pretender que se dejaran bajo su autoridad los resguardos de Hacienda y se le autorizara para organizar los mismos en la cuantía que le pareciera conveniente y

bajo la jefatura de un oficial extranjero. Un estado ar– mado dentro de otro Estado. Era el Gerente que tenía tamañas pretensiones, MI'. Bundy Cole, súbdito de Su Ma– jestad Briánica y ni siquiera norteamericano. Natural– mente los que formábamos la Comisión de Hacienda dictaminamos indignados el rechazo de semejantes propo– siciones. Eramos siempre los Di,putados Lacayo, Henrí-

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