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quez..,y yo, los que formábamos esa Comisión. Los tres firmamos el dictamente. Don Leopoldo tenía la obsesión de "egar a sustituir a los Sres. Cuadra en el Ministerio de Hacienda. Bundy Cole intentó el cohecho y llamó a don Leopoldo para proponerle que si él hacía pasar el proyec. to, en el Congreso le aseguraba la Cartera te Hacienda y
que me ofr'eciera a mí la Sub·Secretaría. Ingenuamente mi amigo don Leopoldo me contó el cuento y me pidió mi opinión que ya se imaginaba cuál sería y le rogué a don Leopoldo que no volviera a poner los pies en el Ban– co para hablar de nuestra política interna con semejante vil sujeto.
Bueno es qué estas nuevas generaciones que no saben de aquellas dolorosas situaciones lean estas líneas y sepan a,preciar las luchas sostenidas para mantener nuetra dignidad y soberanía y mucho de lo que ahora gozan como cosas que nada costó conseguir.
Arriba hablé de las ganancias que se hicieron con la Conversión. Sin embargo, a los pocos días de que estallara la guerra mundial el Banco suspendió la venta de giros por cuenta del Fondo de Cambio y comenzó a
vender por cuenta de los banqueros con un 10% de pre. mio. De modo que el mismo organismo encargado de mantener la paridad de la moneda violaba la Ley Mone. taria en provecho de los socios extranjeros solamente. Este negocio lo sigúieron hasta en 1921 en que yo llegué a formar parte de la Directiva en Nueva York y exigí la apertura del Fondo conforme a la Ley Monetaria y para provecho del Banco y no solamente de los socios extran. jeros. En esos mismos días el Ministro en Washington, Gral. Chamorro había dirigido al Departamento de Estado una nota pidiendo su ayuda, conforme a la Concesión Bancaria, para que el Banco rindiera al Gobierno de Ni– caragua informe detallalo del manejo del referido Fondo de Cambio, nota en cuyo ¡preparación me tocó colaborar.
También los Banqueros de Nueva York incorporaron una compañía, la Ultramar, para negociar con productos del país. Esta Compañía tenía un capital nominal pero en cambio gozaba de crédito ilimitado abierto en el Bc,"co Nacional. Así estaba en condiciones de comprar grandes cantidades de los productos exportables del país.
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LA SUCESION PRESIDENCIAL
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Comenzó a agitarse la opinión política del país por la ,proximilad de la campaña electoral presidencial. Era evidente que el Partido Liberal, proscrito por la nota Knox, reorganizado por el Dr. Leonardo Argüello pero cuya jefatura había asumido el Dr. Julián Irías, represen– tante del pr'oscrito Zelayismo, no tendría oportunidad de llegar al poder mientras estuviera dominado por los ele– mentos Zelayistas corresponsables y colaboradores de aquel régimen. Los liberales de mayor sensatez así lo entendían, pero fueron dominados por el Dr. Irías que fue a Washington y les hizo creer que había conseguido no sólo que Was~ington determinara dar un borrón y cuenta nueva, sino que estaba dispuesto a imponer a don Adolfo Díaz la más completa libertad electoral, es decir que los Conservac/,ores que habían sufrido los largos años de la Dictadura de ellos tendrían que entregarle el poder a sus verdugos. Esto ¡por lo menos era demasiado optimista pero lo creyeron los que todavía creían en las ceguas y la carreta nagua.
El Partido Conservador estaba dividido en dos ten– dencias: la que postulaba al Gral. Emiliano Chamorro que estaba en la plenitud de su prestigio popular y era Minis– tro en Washington, y la que acaudillaba el Dr. Cuadra Pasos, que tuvo hasta la mala suerte de llamarla "Amigos del Gobierno" porque basaba toda su espel'anza en el apoyo del Presidente Díaz, apoyo no muy claro. Pero los ánimos se caldeaban cada día más, y la situación se tornaba violenta. El Jefe Político de Chinandega, Dr. Eduardo López magnífica persona y mejor amigo, llegó a Managua y habló con el Presidente para manifestarle que 'por su temperamento no se sentía ca,paz para afrontar la delicada situación y lo mismo nos dijo a los principales conservadores chinandeganos. El Conservatismo en Chi– nandega estaba en minoría, en proporción de un 45% dé la ciudadanía, pero era un partido joven, y vigoroso y valiente y 99% Emilianista. La política seguida por Díaz en Le6n por medio del Jefe Político había sido de apaci.
guamiento, y por cierto que el Gral. Reyes, conservador de corazón, desempeñó su cometido admirablemente bien y se captó la simpa'tía de la generalidad. Aunque la ma· yoría del liberalismo com,prendía que no había oportuni. dad alguna de ir a un movimiento armado, existían ciertos elementos menos sensatos que sí creían en esa posibilidad o les gustaba el desorden consiguiente. Así que había el temor de que se produjera un golpe de mano en león. Por este motivo es que el Dr. lópz renunciaba la Coman– dancia de Armas de Chinandega.
Y esta situación interesaba mucho también al Go· bierno de Honduras presidido por el Dr. Beltrán, heredero el Gral. Bonilla que tan eficaz ayuda nos había dado en 1912.
La experiencia de 1912 demostraba que era imposi– ble sostener con éxito una lucha en la propia ciudad de León, a no ser con un ejército numeroso, pero que era posible defender a Chinandega con soldados de su propio seno. Así las cosas un día me telefoneó mi amigo el Dr. López Padilla, Ministro de Honduras en Nicaragua, y me invitó a comer con él esa misma tarde. '
El Dr. Padilla me manifestó que estaba preocu,pado por la exaltación política y la probabilidad de un levan– tamiento en León y había conversado con el Presidente Díaz quien le había contado de la renuncia del Dr. López y la dificultad de encontrar una persona que tuviera la confianza de los conservadores de ·Chinandega y la capa– cidad de enfrentar una situación difícil que pudiera presentarse, y que lo había autorizado para que me ¡pro– pusiera la Jefatura y Comandancia de Chinandega, dada además la buena amistad que yo tenía con el Gobierno de Honduras y el Partido Bonillista entonces en el Poder, y que había vacilado en hacerme directamente la propuesta recordando mi rechazo del Ministerio de Gobernación. Hablamos largamente del asunto y llegamos al acuerdo de que yo aceptaría pero con la promesa del Pre– sidente Díaz de que:
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