Page 31 - lista_historica_magistrados

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19 Yo asumiría la responsabilidad completa por la seguridad del Departamento. Para ello el nombramiento de todos los empleados serían hechos por mí, sometién· dolos posteriormente a la aprobación del Ejecutivo o con la indicación de mi parte si había tiempo para ello.

29 Se me autorizaría una guarnición de 100 hom– bres o sea una compañía con sus oficiales.

39 Se me darían armas y municiones para armar, en caso de emergencia, otros 400 hombres o sea cuatro compañías.

49 En Chinandega no habría división del Partido Conservador que organizaría para la lucha pero sin can– didato presidencial a fin de poder mantenerlo unido y fuerte.

Si al Sr. Presidente Díaz le convenía aSl, ma yo él

Chinandega para reunir al Partido y obtener la aprobación

y ,promesa de cooperación del mismo.

Cuando su propuesta del Ministerio, le dije, se tra– taba de tentarme para abandonar mi puesto de Diputado por otro al parecer mejor. Ahora se trataba de tomar uno inferior en aras del país y del Partido.

Al siguiente día me comunicó que el Presidente Díaz aceptaba mi propuesta y me esperaba en la tarde para conversar respecto a ello.

En la conversación con el Presidenf¡~\ le dije franca· mente que el Partido en Chinandega¡ inclusive mi persona, era netamente Chamorrista y no llegaban a una docena los amigos del Dr. Cuadra Pasos, de modo que cuando llegara el día definit·ivo yo pondría mi renuncia ,para acuerpar la candidatura del Gral. Chamorro. En la c:onversación no'é que el Sr. Díaz, muy amigo del Dr. Cuadra Pasas le daría a éste apoyo precandidatural, pero no estaba dispuesto a imponerlo y menos a poner en pe· Iigro al Partido por ese empeño.

Fuí a Chinandega, y con el Dr. López invitamos a los principales conservadores y caudillos para una reunión en la Jefatura Política al siguiente día. Allí mismo expliqué la situación, el convenio con el Sr. Presidente y mi decisión de ir adelante si ellos daban aprobación completa a lo convenido y me deban también su promesa de empuñar las armas si el caso llegaba. Hubo poca discusión y pron– to la opinión se pronunció totalmente por la aprobación de lo pedido por mí. Y así recibí al tercer día la Jefa· tura y Comandancia de Armas del Departamento. Inmediatamente después de hacerme cargo de la Comandancia de Armas procedí a la escogencia de 30 jóvenes conservadores de lealtad probada para organizar un cuerpo militar eficiente que ¡puse bajo la instrucción del Capián Castillo, liberal y de la Escuela Militar de le·

laya a quien pedí y convino en limitarse a instruir debida– mente al grupo seleccionado, sin mezclarse en política y dando su lealtad como Profesor al Gobierno. Castillo cumplió perfectamente su deber y en un mes teníamos un destacamento de sargentos, bien disciplinado, hábil en el manejo de las armas y magníficos tiradores. Ese sería el esqueleto fuerte para una fuerza mayor en caso de nece– sidad, y se procuró formar una fuerza de 400 hombres listos para tomar las armas en cualquier momento. En lo político me dediqué a fortalecer y organizar bien el Partido que estando en minoría numérica necesi– taba superarse en compactación y disciplina ¡para ser fuerte. No podíamos ganar las elecciones de Diputados

y Senadores, pero nuestros votos sí podían dar la mayoría al Candidato Presidencial.

Por otra parte estaba yo decidido a garantizar el libre ejercicio del sufragio y a mantener la campaña política en un alto nivel de comprensión y tolerancia, más tratándose de una población pequeña en que todas las familias esta ban entrelazadas.

No faltaron en el seno del Partido algunos exaltados que se olvidaban del convenio de no hacer propaganda precandidatural conservadora y hube de convencerlos y hacerlos entrar al camino señalado y convenido.

Los liberales tuvieron plena garantía ¡para sus activi· dades y siempre que celebraron manifestaciones calleje– ras convenía con los jefes las calles que debían recorrer y ponía a las órdenes de uno de ellos parte de la policía para mantener e orden.

Por supuesto nC) dejaron de haber episodios. Don Angel Plazaola, amigo de toda mi consideración personal y mi condiscípulo en la escuela, tenía una Tipografía y editaba una h~ia un poco más violenta de lo conveniente. Colaboraba en ella el aun muy joven, chispeante y buen escritor, Sr. García, que usaba el seudónimo de Duende Rojo. Molestó con alguna de su sátiras a ciertos emplea. dos con$ervadores y éstos estaban pensando llegar a la violencia personal si no desistía de sus ataques persona· listas.

Era mi Director de Policía el Coronel Cajina, viejo militar y caudillo conservador del barrio del Calvario, magnífico sujeto, y' en plática con los quejosos, les dije que según el Reglamento de Policía él podía citar a Gar– cía que todavía era menor de edad, preguntarle qué oficio practicaba, y si no tenía empleo o trabajo entregarlo de acuerdo con la ley a un maestro obrero para qU9 le ense· ñara oficio, proponiéndole mandarlo a donde el respeta– ble maestro Oviedo que era el mejor herrero del pueblo. Por su puesto que esto era una broma para rebajar la pa· sión de los ofendidos.

Cual no sería mi sorpresa cuando una semana des· pués que regresaba yo de Mé'magua, vi que García estaba en una casa frente a la estación ferroviaria de Chichigalpa y asomaba la cabeza curioseando el tren. Un amigo me refirió lo que pasaba y mandé a llamarlo y lo llevé a Chi· nandega. le expliqué que todo había sido una broma y que tenía toda garantía y le rogué que moderara sus sáti· ras y nunca ;personalizara.

Poco tiempo después recibí orden de la Coman· dancia General de suprimir la hoja del amigo Plazaola. Llamé a Plazaola, le mostré la orden y le dije que podía cumplirla legamente porque no había cumplido con la Ley de Imprenta de matricularse y de enviar cierto número de ejemplares a la Jefatura, pero que yo no tenía el más pequeño deseo de llegar a esos extremos y le sugerí que inmediatamente matriculara conforme a la Ley otro nomo bre, para que con el nuevo apareciera enseguida su pe· riódico. Así todo quedaba arreglado prudentemente. Plazaola convino en ello, pero parece que otros liberales lo impulsaron a obligarme a proceder para tener cómo atacarme y aparecer como mártires. Y así a los dos días me informaron que a pesar de lo convenido, estaban ya aro mando el periódico y que saldría con el mismo nombre. Ordené al secretario que empezara el proceso y le noti· ficara a Plazaola la suspensión del periódico o una multa, todo de acuerdo con la Ley de Imprenta. Fue notificado,

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