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¡En los mismos Estados Unidos un hombre eminente como Hughes, gran jurisconsulto, pierde las elecciones y las gana un Harding, político profesional que tiene la habili· dad de recordar nombres y dar palmaditas en la espalda

y ronronear a los nenes. Presencié en Nueva Vorle la elección para Alcalde de Jimmie Wallcer, cantante y

bailarín de vaudeville y maniquí de Tamamy Hall frente a otro caballero de grandes merecimientos y que hacía la campaña prometiendo fervientemente acabar con la COA

rrupción política reinante. El Dr. Cuadra Pasos cometió entonces el grave error de no saber esperar frente a 105

que no saben olvidar.

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EL INCIDENTE IRIAS

El Partido Liberal se había reorganizado por los es· fuerzos vigorosos del Dr. Leonardo Argüell:i

ll, lIoeral oc· cidental y caudillo en la cuna del liberalism~,;, León, que nunca olvidó la traición de Zelaya a la Revolución del 93 y la derrota del 96. León seguía fiel a su liberalismo gi– rondino y al 93 francés en su ideología. Sus dirigentes eran hombres de gran pureza moral, y pal'a quienes el enriquecimiento a la sombra del Gobierno no tenía atraco tivos y preferían la modesta vida de austeridad y honor que llevaban. Varones ilustres los que conocí en aque– llos años que pasé de estudiante en León. Tuve la opor– tunidad de tratar y conocer a Modesto Barrios, a Félix Quiñónez, a Francisco Montenegro, a Gross, Jerez etc. En el destierro conocí íntimamente al Gral. Paulino Godoy, y la siguiente anécdota que presencié da la medida moral e ideológica de aquellos varones. Godoy vivía humilde· mente en La Unión, El Salvador, cosiendo su pantalón dia–

rio por un colón cincuenta centavos, criando gallinas y vendiendo y comprando maíz, para vivir él y los 4 ó 5 de sus muchachos que nunca faltaban por las persecucio– nes de ZelaYél. Llegó un Comisionado de Zelaya a ofre· cerle a Godoy el Ministerio de la Guerra o cualquier otro que quisiera aceptar, y le hablaba de la peligrosa situa· ción del I'iberalismo frente a las continuas conspiraciones conservadoras. Godoy le respondió, yo lo escuché, que "los ofrecimientos sobraban, que lo que Zelaya tenía que hacer para unir al Partido era restablecer la Constitución del 93 y practicarla, ,porque por eso habían muerto y pe– leado 105 liberales de León, y que honores y participación en negocios no le atraían".

Pero para la campaña de 1916 ya la mayoría de estos hombres habían desaparecido y los elementos Zelayistas encabezados por el Dr. Irías se habían adueñado del Par· tido que había reorganizado el Dr. Leonardo Argüello. Fueron muchas y muy autorizadas las voces que se alza· ron para demostrar la inconveniencia de que el Sr. Irías fuera el Candidato. Todos reconocían que el Dr. Irías estaba comprendido en la clara nota de Knox y lo sensa· to era postular un candidato que no fuera adversado o tuviera la desconfianza del Gobierno de Washington. Pero pudo más la ambición que el talento en el Dr. Irías

y se creyó capaz de hacer cambiar el criterio de Wash· ington y de resucitar al tercero día de entre los muertos. V como tantos otros se fue a Washington a llamar a las puertas del Castillo de Canosa que nunca se le abri· rían sino para hacerlo servir a sus propósitos.

El Dr. Irías se engañó ilusamente y engañó, qUlzas de buena fe, a sus parciales. Volvió de Washington haciéndose pasar por triunfador. Hubo hasta el simula– cro de que el Comanc'íante de Corinto no lo dejaba desembarcar y que se le había permitido regresar, según

se le dijo al· pueblo liberal, por presión de la Legación estadounidense en Managua sobre el Presidente Díaz. Pero para los que podíamos ver la trastienda política era cosa cierta que el Dr. Irías no podía ni tenía la más mínima oportunidad de llegar a la Presidencia y bende· ciamos la hora en que el liberalismo, en vez de escoger uno de sus hombres puros, desconectado de toda respon– sabilidad con el régimen de Zelaya, seleccionó para Can· didato al principal colaborador y re$ponsable de aquel régimen.

Los liberales se alistaron para hacer al Dr. Irías un gran recibimiento, una manifestación de fuerza popular, aprovechando la situación ,propicia de su ingreso a la re· gión occidental del país en donde incuestionablemente predominaba el liberalismo, antes opuesto al régimen de Zelaya y ahora siguiendo sumiso a uno de los hombres más representativos de aquel régimen~ Los jefes se acercaron a mí para'arreglar tener las más completas ga· rantías y para convenir en las medidas a tomar para mano tener el orden y la tranquilidad, ya que la manifestación sería Departamental y sólo de El Viejo se e$peraba una caballería de 500 jinetes.

Los ánimos estaban ya muy exaltados y en lo que respecta a Chinandega hacia sólo cuatro años que los conservadores habían sufrido prisiones y vejámenes sin cuento en la Revolución de 1912. Varios habían visto morir a sus familiares asesinados y otros habían estado prisioneros sujetos a continuos vejámenes, recuerdos que el calor de la lucha aumentaba y por consiguiente el peli. gro que apareja la exacerbación de los espíritus. Conve· nimos en las calles que recorrería la manifestación, puse a la orden de esos jefes una veintena de poticíaspara guardar ellos mismos el orden y conversé detenidamente con los jefes cantonales conservadores para que calmaran los ánimos y procuraran mantener alejados de la ruta de la manifestación y de la estación ferroviaria a los conser– vadores. Cité a un centener de civiles amigos para refor zar el cuartel ese día y poder así disponer del resto de la guarnición para la vigilancia de la población.

Un tren con una muchedumbre vocinglera vino de León a Corinto para esperar allí al Dr. Irías y venirse con él a León en donde estaba funcionando su Oficina Ceno tral de Propaganda. En la Estación de Chinandega había como cinco mil almas esperándolo y entre ellos un fuerte contingente como de 300 jinetes. Personalmente me di· rigí a la Estación persuadiendo a los conservadores de que se retiraran a sus casas y dejaran el campo completamente a los liberales. Igualmente situé en la bocacalle ,principal una escolta militar para que no dejara salir de la plazuela de la Estación a los manifestantes de León, pues éstos, al pasar para Corinto, habían hecho gran número de dispa. ros y probado que la mayor parte de ellos iban armados.

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