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sentó la queja y me encontré con el quejoso en las esca· leras. Todavía iba indignado y me dijo que él era un buen conservador y que ni en tiempos de Zelaya le habían registrado su casa. Se me subió algo la mOSca y le re· pliqué que \')n aquellos tiempos los malos conservadores estábamos desterrados o en la cárcel, mientras los buenos como él y muchos de su ilustre sangre engordaban y que

yo lo había visto a él sirv,iendo de bastonero en uno de

los bailes que los serviles habían obsequiado a Zelaya. Con lo que quedó cerrado el incidente, por supuesto d,. jando el chingaste correspondiente. '

Y estos incidentes eran cosa frecuente que tenía que soportar el Secretario.

Me limité a un sólo argumento: la Constitución pr..,. hibía la pr,isión por deudas. Sería necesario reformar la Constitución. ¿Querrían 101' peticionarios que volviéra– mos a incluir en nuestros códigos la prisión por deudas tanto agrícolas como comerciales?

No prosperÓ la inaudita petición y algunos de los peticionar,ios me colgaron el sambenito de peligroso so– cialista cuya presencia en la Secretaría Presidencial ponía en peligro los cim,ientos de la buena sociedad.

Para Zelaya y sus' diputados todo esto era natural y humano. Es verdad que la Constitotción del 93 había suprimido la ¡prisión por deudas, pero en las deudas de los comerci~ntes y caficultores para los trabajadores no había más que Shylcck hasta la últ:ima gota de sangre. Pero me parecía insólito e insolente que ahora que la re)Jolución contra Zelaya estaba ya en el poder triun. fante con la sangre y los cadáveres de esos mismos poenoes indefensos, se fuera a imponerles las mismas despiadadas extorsiones. Para mí que se perdieran las cosechas ¡pero que el café que exportábamos no fuera re. gado con las lágrimas nicaragüenses. '

Pero no pasaron. mismo que yo.

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CAFICUv.rORES MEDIOEVALES

Una comisión de caficultores de Managua y

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atagal.

P', v.,jos d••lIos ex',.ni"'s, ws;,.,on .1 P..,;d"l.'.• P'"

pedirle q~e restableciera la Ley de Agricultura de' iempos de Zelaya por la cual la policía y reSguardos de Agricul– tura capturaban y condudan amarrados a Managua o Matagalpa a los operarios que habían quedado debiendo aunque fuera un peso ¡por cortes de café. Ya en el Con· greso de 1913 habían intentado igual cosa a la que me opuse con todas mis fuerzas.

Duraba en mi alma la impresión que tuve en mi ni· ñez cuando en la madrugada de un día de Noviembre las escoltas militares allanaron las chozas de los barrios y sao caron a la fuerza a hombres, mujeres y niños que pasaron en la mañana en medio de dos filas de soldados para Ile· varios a cortar café, que decían se estaba perdiendo por falta de cortadores. Aquella libérrima Constitución del

93 era cosa muerta.

Allí quedaron casa, huertas y famil,ias abandonadas para qU.e no se perdier,an las cosechas de café y enseguida los capataces recorrían con escoltas los campos' en busca de aquellos trabajadores que según los libros de lo's ha· cendados eran en deberles pesos y centavos por trabajo. Las deudas de trabajo eran como las de juego sagradas para aquellos legisladores de caperuza roa de la diosa de la libertad.

El General Chamorro sentía lo

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ELECCIONES MUNICIPALES

Se acercaban las elecciones m.unicip~les y como es natural la opinión se agitaba alrededor de intereses loca– les y candidatos. Así como la institución de los Cabildos y Municipalidades es la de más arraigo en nuestra tradi· ción, es también a mi juicio la fundamental para llegar a tener comicios libres y honestos y una escuela para que las masas aprendan a pract:icar la democracia.

Es muy difícil que en nuestro estado social presente una elección general puede ser verdaderamente libre y expresar el sentir de la mayoría basado en un conocimien· to de las final,idades de estas elecciones. En cambio las elecciones locales son más asequibles a la comprensión de las masas. Las elección es así directa sin delegados in– termediarios que engañan y con frecuencia traicionan las intenciones de sus electores. Las diferencias en progra· mas pueden ser ¡ponderados por los electores y comienza un diálogo en el Gobierno en general ya que las autori· dades supetiiores son de un Partido y lasloc:ales podrían ser del otro. Es un principio de representación de las minorías en el Gob.ierno.

Se presentaron dos problemas, en realidad uno solo en cuanto a la libertad se refería y dist,intos en cuanto al resultado particular de cada lugar. En León predomi– naba el Partido Liberal y calculo que un 80% del electo~

rado era liberal. Pero era un liberalismo distinto porque predominaban en ese grupo los elementos de liberalismo ideológico que habían adversado la dictadura de Zelaya. Var,jos de sus directores más influyentes como los Dr~s.

Argüello, Pallais, Medrano, Lara, Tigerino etc., habían sido mis compaperos de estudios y andEros íntimos y juntos, conspiramos contra Zelaya en aquella sociedad de Unión de la Juventud y la filial secreta que organizó el ilustre y

malogrado Pbro. Dr. Casco. Los conocía, pues, íntima– mente y estaba seguro de su ¡patriotismo ardiente y 'de sU honest.idad intachable. Y además de sus capacidades in-telectuales y cultura superior. .

Siempre que yo llegaba a León nos reuníamos y co· míamos juntos porque yo no me sentía distinto y éramos hermanos en el ideal y en nuestro amor a Nicaragua y a todo lo que este amor significaba.

En uno de esos v.iajes ellos' me' hablaron de su, deseo

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