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de ir a las elecciones, municipales si el Presidente les ga–

ranti~aba la libertad electoral. Recordamos que igual posición habíamos adoptado en tiempos de Zelaya que ofreció esa libertad y frente al candidato de sus comilito– nes, un Sr. Poveda que era el agente de los monopolios del Aguardiente y Tabaco, pusimos la candidatura diáfana del Dr. Midence, elección de la cual yo escapé por milagro de un bayonetazo que sólo alcanzó a desgarrarme la' ca– misa y Medrana y otros fueron a parar a las marzmorras de Zelaya en la capital. Encontré su solioitud no sola– mente legal y justa, sino provechosa para el PartidQ Conservador que así limaría las asperezas que habían dejado las guerras civiles anteriores, abriendo las puertas para pró~imas colaboraciones en favor de la Patria. Para evitar o por lo menos amenguar las oprobiosas interven– ciones extrañas sólo había un remedio: el entendimiento patriótico entre los nicaragüenses.

A mi regreso a Managua hablé al General Chamorro del asunto, le di las razones favorables y el Presidente no necesitó de presión alguna para acceder y me autorizó para asegurar a mis amigos que no habría opresión algu– na ni estorbo por parte de las autoridades ejecutivas para efectuar las elecciones en un plano de libertad y convi– vencia.

A los dos o ,tres días llegó a Managua el Dr. Montal– ván, a la sazón Jefe Político de León, un Caudillo conser– vador que por cierto había logrado aumentar el partido apreciablemente, lo manejaba con una adm.irable discipli– na y era persona que merecía consideración y respeto. Al entrar a la Secretaría me dijo: "Muchachito me fuiste a alborotar el catarro, pero a mí no me ganan las elecciones tus amigos". Y entró a hablar con el Presiden– te. Ofrec.ió no usar ninguna violencia, habría garantías completas pero él sabía sacar conejos del sombrero del prestidigitador. La campaña se desenvolvió sin inciden– tes y sin violencias. Naturalmente los liberales ganaron la elección en la Ciudad de León. Claro que siempre la votación conservadora subió a la luna. En el cantón del Valle de las Zapatas no hubo elecciones por no haber eoncunido el Directorio y se llevaron a cabo el domingo siguiente con el inesperado resultado de que la mayoría conservadora en aquel Cantón superó a la liberal de la ciudad metropolitana. Algunos exaltados llamaron a eso una estafa política y creo que presentaron recursos ante la Corte pero el Dr. se salió con la suya. Mas tarde co– mentando lo sucedido en rueda de amigos llegamos a la Oiptimista conclusión de que siempre significaba un ade– lanto, pues no hubo bayonetazos ni carceleadas.

Así fracasé en m,i primer intento de asegurar la liber– tad electoral en las elecciones locales como un paso de avanzar en el camino.

En Granada la situación era diferente porque la ma– yoría conservadora se había dividido en dos bandos: uno

que postulaba al joven caudillo Dr. Urbina y el de la Calle Alravesada que patrocinaba al distinguido ciudadano don Inocente Lacayo. Con el primero estaban casi todos los caudillos conservadores de los barr.ios de la ciudad, mu– chos de los cuales eran viejos soldados del Gral. Chamorro, vale decir que el de la candidatura del Dr. Urbina tenía el apoyo popular en un 75%, no porque fuera mejor la planilla sino porque había sabido ganarse a las masas, curándolos gratis, ayudándolos en sus necesidades y ga– nándose la confianza, cosas que los aristocráticos caballe– ros habían descuidado confiando en la fuerza tradicional y en el apoyo del Gobierno que suponían dominar. La verdad es que el círculo ese había perdido todo contacto popular y medraban sólo cuando el General Chamorro les prestaba el concurso de su popularidad muy personal e intrasferible.

Es indudable que si' desde el principio de la lucha hubieran recurrido al General Chamarra para lograr un arreglo ventajoso sin recurir a la violenda, el Presidente habría podido ejercer su influencia de caudillo para aunar fuerzas y rectificar rumbos; pero acudieron al Gral. cuan– do ya la lucha se había amargado y no fueron a pedirle su mediación sino que creían tener derecho a que el Pre– sidente obligara a los populares a someterse a su dictado y pretendían el envío de parte de la Guardia de Honor a Granada para ejercer ,presión en el electorado. Decían que Urbina y el Gral. Segundo Chamorro habían solivianta– do los ánimos y que la chusma los amenazaba personal– mente, y según he sabido después, los jóvenes se armaron de frascos de ácido sulfúrico para repeler los ataques que esperaban.

Para esos días ya el Dr. Montalván había tomado el Ministerio de Gobernación y el Presidente resolvió enviar· lo a Granada con un piquete de la Guardia Presidencial para garantizar el orden, la tranquilidad y la libertad. Por un momento los señores creyeron que el Dr. Montal– ván se pondría de su parte, pero éste les dijo que el cumA pliría fielmente la orden del Presidente, y recorrió los cantones electorales para manifestarle al pueblo sus ins· trucciones. Algunos le echaron en cara al Dr. sU,s elec· ciones del Valle de la Zapatas y él les contestó que en León había habido garantías y libertad y además habili· dad.

Por supuesto que el círculo perdidoso no se enojó en ,público con el Presidente 'sino que me acusaron a mí y me declararon enemigo de Granada como si los otros no fueran también puros granadinos.

Proceder como ellos querían habría sido perder el pueblo de Granada como ya habían perdido el de Nan· daime, baluallte histórico del conservatismo.

El Dr. Urbina fue un buen Alcalde y con la amplia base popular que tenía enseguida fue nombrado Jefe Político en paz y concordia con los príncipes cristianos.

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LA GUERRA EUROPEA Y SUS PROYECCIONES

El Gral. Chamorro recibió la Presidencia cuando es– taba en su apogeo la guerra europea, lo que significaba que a las medidas tomadas por el Recaudador de Aduanas

y por el Banco Nacional para obligarlo a entregar el Go– bierno en, manos de los banqueros se añadían los naturales

efectos de la guerra en la escasez de géneros de consumo y el uso indebido de medios no honestos para enriqt,lecer– se comprándonos nuestros ,productos baratos y vendi~n­

donas muy caros los manufacturados en el exter.ior. Los Banqueros de Nueva York no sólo habían suspen·

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