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« Previous Page Table of Contents Next Page »tarios a su país. Pocos días después se firmó el armisti– cio y vino la paz.
Unas pocas semanas antes, una mañana, el Presidente me llamó al salón del segundo piso en donde lo encontré en compañía del Sr. Ministro Dr. Jefferson y me dijo que éste deseaba hacerme una pregunta. El Sr. Ministro me dijo ~ue había recibido instrucciones del Oepartámento de Estado de preguntarme que había respecto a denuncia presentada allá de que yo era germanófilo. Le contesté
que antes de que los Estados Unidos y Nicaragua hubie– ran tomado posición en contra de Alemania podría haber tenido algunas simpatías por un lado u otro; ,pero una vez que Nicaragua había definido su actitud solo tenía un deber: estar donde estuviera mi patria. Los muchos in– tereses de negocio que se habían sentido heridos por mi actitud en defensa de los intereses de los nicaragüenses se sumaban a los intereses políticos criollos. Parece que mi contestación le satisfizo porque nunca más se volvió a mencionar el asunto.
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EN HONDURAS
Al principio de ese mismo año hube de ir a Amapala para entregar a los Sres. Huber dos lanchones que les vendí. Amapala era puerto completamente controlado por alemanes que vivían allí en número de unos 40 poco más o menos dueños y empleados de dos casas: J. Rosner y Cía. y Theodoro Kohnke y Cía. Eran los agentes de todas las líneas de vapores, agentes consulares de todas las naciones y tenían el mon~polio de transportes y de– sembarques marítimos, además de negocios de comercio al por mayor. La guerra hacía imposible que siguieran en esa vital posición. Los americanos enviaron a los Hu– ber para organizar sus agencias marítimas y nombraron su Cónsul lo mismo que la Gran Bretaña. El americano había aceptado la hospitalidad de la casa Rossner y el británico había rehusado la de Konhke y vivía en el único Hotel del puerto que no se distinguía por su aseo y con– fort, en donde me dijo que prefería vivir porque él no concebía como un caballero podía vivir bajo el techo de un enemigo, sentarse a su mesa y levantarse de ella para tratar de destruirlo. Además de mi posición oficial en Nicaragua había vivido 4 años en Amapala en la emigra– ción y tenía buenos y numerosos amigos, además de las autoridades que también lo eran de hacía años, por lo que recibí muchas atenciones y visitas. En la noche; ya casi a media noche, me crucé al parque a tomar la fresca brisa marina y a poco llegó el Consul británico. Me dijo que deseaba hacerme una confidencia y ,pedirme mi ayu– da. Me refirió que tanto el Gobierno americano como el británico habían estado pidiendo al de Honduras que reconcentrara al interior a los alemanes que vivían en Amapala, y a pesar de las promesas no lo había hecho, lo que los contrariaba mucho porque Amapala era centro de informaciones y de continuo tráfico para todo Centro– américa; que en virtud de que el Gobierno de Honduras había puesto a la orden del Gobierno americano sus aguas territoriales y sus costas se había decidido ocupar tem– poralmente Amapala y entonces despachar para Panamá a todo los alemanes. Que un buque de guerra america– no y otro británico venían ya en camino Ipara efectuar la operación y fondearían en la bahía en ios próximos tres días y que él consideraba que era mucho mejor evitar ese paso y obtener la desocupación de Amapala por los ale– manes, y que sabiendo la estimación personal de que gozaba yo de 'parte del Gobierno de Honduras deseaba que yo hiciera lo posible y me pedía mis buenos oficios para que el Gobierno de Honduras diera los pasos nece– sarios y ya ofrecidos.
Inmediatamente me fuí donde mi amigo el Sr. Co-
mandante del Puerto y le pedí me facilitara su clave para comunicar algo importante y urgente al Sr. Presidente, lo que hice con la debida prudencia.
El mensaje se fue a esa misma hora y muy temprano de la mañana el Presidente Bertrand me rogaba pasar 8
verlo a Tegucigalpa y me avisaba que ya enviaba un auto a San Lorenzo y la orden para una gasolina expresa a San Lorenzo. Carecía yo de un vestido siquiera regular para ir a la capital y sólo tenía uno blanco de dril. Pero con– sideré el asunto de tal trascendencia que habría ido des· nudo si fuera necesario. Salí el mismo día y llegué a Tegucigalpa ya en la noche y concerté la entrevista con el Presidente para las 1 de la mañana en la casa de campo de Toncontín donde residía.
Puesto al tanto el Presidente de lo relatado anterior· mente hizo llamar inmediatamente a don Luis Steele y don Fiderico Drechsel, jefes de la casa Rosner y Khonke respectivamente, y les dio sus instrucciones para la salida de todos los alemanes de Amapala antes de las 24 horas, los que se reconcentraron al interior a la diversas depen– dencias o sucursales, especialmente a la zona cafetalera. La situación política en Honduras no estaba muy tranquila, cosa que interesaba mucho al gobierna de Ni– caragua y a mí Ipersonalmente por los varios años que había residido en el país y las muchas y valiosas amistades que tenía y mi participación en su luchas.
Para permaneéer en el Poder el Dr. Bertrand había obtenido la cooperación del Dr. Policarpo Bonilla, Pontí· fice del Liberalismo y adversario del fallecido e inolvida· ble caudillo General don Manuel Bonilla, concediéndole ciertas prebendas y enviándolo de Ministro a Washington. Esto y un desgraciado incidente fronterizo habían distan– ciado un 'poco a los Presidentes de Nicaragua y Honduras porque todas las simpatías de nuestro gobierno y partido eran para el partido del General Bonilla que nos habia ayudado eficazmente en anteriores difícies circunstancias. Cuando el Dr. Bertrand decidió al termnar el período presidencial del Gral. Bonilla que el Dr. sirvió en su cali– dad de Vice, continuar en la Presidescia mediante una nueva elección, ya la candidatura del Lcdo. Francisco Me· iía, miembro del gabinete y muy conspicuo en el Partido Nacional gozaba de generales simpatías y de fuerza. Pe– ro el Lcdo. Mejía, según me refirió él mismo, retiró su candidatura con el ofrecimiento del Dr. Bertrand de apo– yarlo en la elección siguiente que era la que se esbozaba en aquellos días. Sin embargo parecía que la influencia del Dr. Policarpo Bonilla estaba presionando contra el Lcdo. Mejía y se había buscado la salida de que Bertrand
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