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EL FERROCARRIL DEL PACIFICO
A diferencia de las otras repúblicas hermanas que construyeron sus ferrocarriles otorgando concesiones a Compañías Extranjeras, Nicaragua bajo la Presidencia del ilustre Gral. Don Pedro Joaquín Chamorro emprendió con sus propios recursos y sin emprétitos comprometedores la construcción del Ferrocarril que uniría a todas las pobla. ciones principales del ¡país desde Granada a Corinto. Los Presidentes conservadores que siguieron a don. Pedro continuClron la obra y para conectar las dos secciones de Managua a Granada y de Momotombo a León establecie. ron unas líneas de vapores entre este puerto y la capital. El Ministro de Hacienda don Emilio Benard, uno de los mejores administradores que ha tenido Nicaragua, definía la posición del Gobierno diciendo que el Ferrocarril era un servicio para el pueblo nicaragüense y que cuando sus ganancias fueran más allá de lo necesario para su con· servación y mantenimiento, éstas debían devolverse al pueblo en forma de rebajas en pasajes y fletes. El Ferro– carril prestó siempre servicio competente, con la tarifa de fletes más baja del mundo y Qperado desde los Gerentes hasta los peones por nicaragüenses. Durante los 16 años de Zelaya éste construyó la línea de Managua a La Paz con lo que fue ya innecesario el trasborde por vapor a través del Lago de Managua. También construyó el rae mal de Carazo, habilitando aquella rica región cafetalera. En sus últimos años y arrastrado por la red de monopo· lios a expensas del Estado, organizados por sus comilito· nes liberales y algunos de los altos conservadores de Granada, Zelaya firmó un contrato de arrendamiento del mismo Ferrocarril con el alemán don Julio Weist, que vi· vió y murió en Nicaragua. Pero el Ferrocarril siguió siendo propiedad de la República y manejado más o me· nos sobre las bases esablecidas por los Gobiernos Con– servadores.
El pueblo nicaragüense se había acostumbrado a considerar al Ferrocarril como cosa propia y de la cual dlSpendía su propia vida comercial y social. En la vorá· gine de 1912 la Diplomalia del dólar obligó a Gobierno de Nicaragua a vender a banqueros hebreos de Nueva York el 51% de las acciones del Ferrocarril y naturalmente su manejo cambió totalmente de bases. Ahora el Ferro· carril no 56 manejaría para bien público sino para produ– cir los más grandes dividendos a los accionistas del 51 %. El Gerente Mr. O/Connell así lo manifestaba públicamente. Siendo el Ferrocarril propiedad del Estado podía tener servicios como el de los vapores del Río San Juan, que no pagan de por sí, con los sobrantes de otros servicios muy productivos ya. O/Connell suprimió el servicio del Río sin contemplaciones, y el Ferrocarril, con tarifas que se fueron elevando gradualmente, dejó de ser lo que antes era ¡para producir pingües dividendos. El público era tratado con grosería y los empleados secundarios de la empresa creían que el Ferrocarril estaba por encima del Gobierno.
Meses anteriores a la toma de posesión de la Presidencia por el General Chamorro el atrevimiento ha· bía llegado a tal extremo que un Conductor de trenes in– tentó ba,jar en el camino a Granada a todo un Sr. Secreta· rio de Estado porque había olvidado su pase y éste tuvo que comprar un billete en la primera Estación.
Al tomar posesión el nuevo Gobierno del General Chamorro la Gerencia del Ferrocarril envió sus pases a los altos empleados que según la C;:ontrata tenían derecho a ello. También envió un pase ¡para mí como Secretário Privado de la Presidencia. Inmediatamente lo devolví pues yo no estaba .incluído entre los funcionarios que gozaban de ese servicio y agregué que tampoco el Ge. rente tenía facultades para dar pase libre a nadie que no fuera persona conectada con el servicio del Ferrocarril. Al siguiente día vino personalmente a mi oficina el Dr. Máximo Zepeda, Abogado del Ferrocarril, para instarme a que aceptara la franquicia que había sido usual y todos los anteriores Secretarios habían aceptado, ya que la Se. cretaría era un puesto de categoría semejante al de Mi. nistro. Le repliqué que la contrata estipulaba una lista nominativa de los funcionarios agraciados y que el Geren. te carecía de facultades ¡para dármela; que si yo la acepo taba era condonar una irregularidad en el cumplimiento de la Concesión y por consiguiente perdía mi derecho para reclamar el cumplimiento de las obligaciones de la Empresa.
A los pocos días hube de ir a Chinandega y el Agen. te vendedor de billetes en la Estación de Managua, mi paisano Céspedes, me dijo que había instrucciones de no venderme billetes. Enseguida se sonrió y agregó. "por la misma razón de que hay orden de que Ud. puede entrar y salir de las estaciones y viajar a donde guste sin necesi. dad de presentar pase de billete". "Amigo le dije, le agradezco la gentileza que no puedo aceptar". Me reti· ré enseguida y compré el billete ¡por tercera mano. Tomé en el tren carro Pullman, y al llegar a los Bra· siles el conductor pasó recogiendo los billetes de los demás' pasajeros menos a mí. Entonces lo llamé y en presencia de todos le ofrecí mi billete. El conductor re– husó rec·ibirlo y se fue a telefonear a la Gerencia lo suce· dido, lo que significó una dilatoria de 10 minutos y la orden de recibirme el billete.
El Gerente ordenó la cerrada con rejas de las Esta· ciones para impedir al público aglomerarse a la llegada de los trenes. La medida en sí era buena por el peligro de que el tren matara o estrujara a algún descuidado y;la molestia que impedía o retrasaba la entrada de los viaje. ros a los coches por la multitud de vendedores que se introducían al convoy con toda clase de golosinas. Pero el cumplimiento de la orden se hizo con tal brusquedad que en Masaya el pueblo destrozó las rejas. En Managua había conatos de la misma violencia y O'
Connell, en vez de pedir la protección de las autoridades de Policía, solicitó el envío de un piquete de marinos americanos. En cuanto el General Chamorro se ¡percató de ésto ordenó el envío de un piquete de policías y habló a la Legación para que los marinos fueran inmediatari1ente reconcentrados y dearan en manos de la Policía de Nica· ragua el cumplimiento de su deber sin ofensa para SU
pueblo.
Así se explica que la recuperación del Ferrocarril fuera una de los más ardientes aspiraciones del pueblo nicaragüense.
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