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~. de y de enormes proyecciones en el futuro centroameri· cano.

Poco tiempo después Costa Rica firmaba un Protocolo de Canal con los Estados Unidos y Honduras ponía a la orden de los Estados Unidos sus costas todas y sus aguas

territoriales, como ya he narrado atrás, en el caSo ~e los alemanes residentes en Amapala. Y ambos Estados lo hicieron sin cQnsultar a Nicaragua no obstante de la tesis sustentada en las demandas ante la Corte. La doctrina Meléndez de condominio del Golfo se esfumó.

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MI RENUNCIA A LA SECRETARIA

Concluía la primera mitad del período del General Chamarra y yo me había captado la malquerencia de fuertes factores del Partido, como se deducirá de las pá– ginas anteriores. Se llegó al exremo de que parientes muy cercanos del Presidente declararan que no pondrían los pies en la Casa Presidencial mientras este servidor estuviera allí y el Presidente hubo de ir a ver a sus parien– tes a sus posadas en vez de 'venir ello$ a la Casa Presi· dencial.

La insidiosa propuesta de la reelección se infiltraba sutilmente, por supuesto que con fines ulteriores y sin el menor deseo de que el Genéral continuara. Pero se crea· ba una atmósfera política con la cual no estaba de acuer· do yo y que me colocaba en situación equívoca. Debía decidir ser leal a las tradiciones del Partido y a mis con· vicciones. El círculo probono subía lentamente como inexorable marea y hábía que estar en libertad de como batirlo.

Por otra parte, un año con sueldo de 125 córdobas y otro con 150 có~dobas mensuales me habían obligado a consumir unos cuatro mil córdobas de economías ante· riores que traje a la C~pital al hacerme cargo de la Secre. taría Privada. Mientras los Sres. Ministros ganaban tres· cientos córdobas mensuales y ,podían continuar en sus negocios, el Secreta'río no tenía tiempo para nada extra, pues. hasta las n.o ches eran horas de o~ina en la tarea de descIfrar mensales en clave etc. Para co!tlpletar el pre· supuesto familiar el último mes mi mujer hubo de vender un precioso escritorio que pasó a ser un regalo que las alumnas y admiradoras de doña Chepita de Agueri le obsequiaron a la ilustre maestra.

Preparé el Mensaje que leería el General Chamorro al reunirse el Congreso, y mientras el Presidente lo leía le dejé en la oficina mi renuncia y salí para Chinandega a preparar mi regreso a la tierruca nativa.

El General Chamorro me llamó y me excitó para que retirara mi renuncia; pero yo consideraba que mi presen· cia le estaba creando al Presidente una situación embao razosa y que era mi deber apartarme. A fin de que mi sustítuto no fuera un sim¡ple agente del Círculo que lo trataba de aprisionar le sugerí la conveniencia de nomo bra'r en mi lugar a su sobrino Enrique Belli, muy capaci· tado para el cargo, culto, y que sería, como yo lo había sido, un subalterno enteramente devoto a su persona y sin nexos ni otras hachitas que afilar. Y le ofrecí que en

cualquier situación difícil yo estaría pronto para ayuda'rle a Enrique.

Me fue muy satisfactorio ver que Enrique de· sempeñó el cargo a cabalidad y que mis adversarios no adelantaron un paso en sus pretensiones con mi renunci'a. El General Chamo'rro tenía el propósito de' hacer grandes ¡potreros en la hacienda Río Grande que compró a las Sritas. Zavala y tenía propuesta por una cantidad de leña que era el combustible que usaba la Compañía Eléctrica de la capital. Me ofreció la oportunidad de que hiciera el contrato con Gutiérrez Peña, el Gerente, y se sacara la leña de los potreros que pensaba hacer. Hice un contrato por tres mil marcas de leña puesta en la costa de lago e inmediatamente organicé el trab,ajo y con mi experiencia en el manejo de la gente en los cortes de madera de exportación que había sido negocio de mi padre, rápidamente puse en la playa la contratada. Gutiérrez Peña me dijo que nunca había pensado que le cUr1'l,pliera el cO'!trato tan rápidamente porque general– mente los otros contratistas apenas le cumplían el 50%. Por falta de suficientes transportes no pudo traer a Mana· gua toda la cantidad y perdió considerablemente por las correntadas del invierno. . _' '. Durante esos cuatro meses me aparté de la poUtica activa. Mi decisión era clara: no apoy~ria la reelección pero tampoco me colocaría en la oposiCión adiva. Ai;le– más de mi afecto por el General Chamorro, el me había dispensado en grado sumo su amistad y su confianza y por consiguiente no era honrado y caballerosó adoptar una conducta distinta. Me apenaba hondamente que el ,General Chamorro se dejara seducir ¡por las sirenas' del círculo fatal de los cómplices de Zelaya pero era comple– tamente imposible que yo hiciera nada en su contra, ni siquiera manifestar en público o privado mi oposición. Concluído el trabajo de la leña que me dejó más uti· lidad en 4 meses que la Secretaría en un año, mi amigo don Max Borgen tenía que ir a Panamá en busca de re– medio a su salud muy quebrantada y me habló para que me quedara al frente de sus negocios que eran cuantiosos. Convinimos en un sueldo de cien córdobas mensua· les y en la mitad de la ganancia de los negocios nuevos que yo trajera a la casa. A los dos meses que liquidamos habíamos ganado tres mil dólares cada ,uno de negocios nuevos, es decir que habfa ganado diez veces el sueldo que ganaba en la Secretarfa Privada.

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EN LA DIRECCION DE COMUNICACIONES

En esos días supe que el Presidente estaba pensando ofrecerme la Gobernación de la Costa Atlántica pero se levantó una tormenta en mi contra y hubo de desistir'.

Poco días después don Max me informó que el Alto Co– misionado Linddberg habfa visitado al Presidente para presentaler la queja de todas las entidades oficiales y dél

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