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« Previous Page Table of Contents Next Page »que se mantuviera firme y postl:Jlarlo candidato Presiden· cial en frente de don Diego. Claro que ellos sabían bien que en la Convención narie tenía más probabilidades que don Diego. Una vez don Fernando me ofreció que al siguiente día resolvería el asunto porque le acababan de anunciar de Granada que venía una comisión él arreglar con él definitivamente. Tomé una hoja de papel y escribí: "Los abajo suscritos nos comprometemos a apoyar decidi· damente la precandidatura del General Fernando Solórza· no para que sea designado como candidato del Partido Conservador a la Presidencia de la República". Puse la fecha y estampé mi firma al pie. Y le dije a don Fer· nando: "No se siga dejando engañar, que le firmen esos señores este papel como se lo he firmado yo. Si lo hacen me obligo a separarme de don Diego y a trabajar abierta· mente por Ud. Si no lo firman ,prométame que Ud. acepo tará ya la candidatura a Vice de don Diego". Don Fernando se alegró mucho y me abrazó y me hizo la pro· mesa formal.
La famosa comisión no firmó la declaración dicha pe. ro se las ingenió para engaratuzar a don Fernando y pedirle otros 15 días de espera. En vista de ésto y urgiendo resolver este ,problema, decidimos que el can· didato más apropiado y de conformidad con la idea de ampliar las base del Partido, era don Bartolomé Martínez, caudillo de Matagalpa, hombre de dilatados servicios y personales sacrificios, amigo viejo del General Chamorro, y tan devoto del mismo que cuando los marinos estado· unidenses obligaron a votar por don Adolfo Díaz, en Matagalpa no se acató la orden y los conservadores en mayoría votaron por el General Chamarro. La candida· tura de don Bartolo era una respuesta práctica al cargo que se le hacía al Partido Conserador de ser Partido de aristocracia, oligárquico y granadino localista, además de que don Bartolo había dado muestras de ecuanimidad y capacidad en su puesto de Sub-Secretario de Gobernación que desempeñaba en el Gobierno del General Chamorro. Faltaban dos o tres días solamente para la reunión de la Directiva y la designación del Vice·P'residente y era ya claro que don Bartolomé tenía la mayoría. Una mañana entraba yo al segundo piso de Casa Presidencial y el Gral. Chamorro, que estaba en el extremo del salón me llamó y me dijo: "Ya Uds. ganaron su punto con la candidatura de tío Diego. Ahora yo tengo compromisos para que Martín sea el Vice". Y por primera vez en los val'ios años, perdiendo algo su usual ecuanimidad, añadió que estaba dispuesto a romper el Partido si era necesario para obtener la elección de don Martín. Yo le contesté que no había necesidad de esos extremos y que apoyaríamos conforme sus deseos la Vice-Presidencia de don Martín, y le pedí enseguida que me prometiera que si por algún motivo don Martín no aceptaba, él apoyaría la candida. tura de su buen amigo don Bartolomé por las razones de estrategia ,política que él ya conocía. El General Chamo–
1'1'0 accedió sin titubear y yo me fuí inmediatamente a entrevistarme con los amigos Dr. Montalván, Chicho La– cayo etc. a informarles de la promesa del General la cual él ratificó en pláticas individuales con la mayoría de nosotros.
En mi solicitud que después hicieron aparecer como un plan mío, no había nada escondido. Yo consideraba que la actitud del General Chamorro no correspondía a la vieja y cordial amistad y merecimiento de don Bartolomé
y que esa promesa suavizaría cualquier resquemor que sintiéramos don Bartolomé y sus amigos.
Dos días después en la noche se reunió la Directiva para hacer la nominación del Vice·Presidente. El General Chamarro estaba visiblemente intranquilo porque suponía que pudiéramos no cumplirle. Al abrirse la sesión, pedí , la palabra y modoné para que por aclamación se designa– ra a don Martín Benard para dicha Vice·Presidencia. Aprobada la moción el General Chamorro lIan,ó por teléfono a don Martín para comunicarle lo resuelto y pe. dirle su aceptación, que la dio inmediatamente. Es de suponer que don Martín estaba en casa esperando la pa· labra del General porque en menos de cinco minutos se había llevado a cabo todo.
El General Ch"morro comunicó a los allí reunidos que don Martín había aceptado la nominación y que por su medio rendía sus agradecimientos a la Directiva y en· seguida dispuso que una comisión del seno de la Directiva se trasladara a Granada para poner en manos de don Martín la designación, y arregló con dicho caballero que al siguiente día a las cinco de la tarde la Comisión estaría en su casa de habitación en Granada para el solemne acto de entregarle las credenciales de su elección. Indicó su deseo, con la intención muy sana de borrar asperezas que hubieren quedado por la nominación de don Diego a la Presidencia, de que yo fuera presidiendo la mencionada comisión. Inmediatamente manifesté que con mucho gusto ace,ptaba formar parte de la Comisión pero siendo yo el más jóven de los miembros de la Directiva, me pa– recía que la jefatura de la Comisión pertenecía a otro miembro más caracterizado y propuse que éste fuera don Salador Chamorro. El General Chamorro llamó nueva– mente a don Martín y quedó todo arreglado para que se hiciera todo según lo allí convenido.
Al siguiente día en el tren de medio día salimos para Granada en el entendimiento de que todo estaba defini· tivamente arreglado y previamente convenido.
Encabezados por don Salvador la Comisión en cuerpo
y con nuestros trajes domingueros, nos presentamos en casa de don Martín y fuimos recibidos por su dístinguida esposa doña Cora quien nos dijo que don Martín nos rogaba excusarlo unos cinco minutos porque estaba en una reunión de la que no había podido venirse a su hora. Los cinco minutos se convirtieron en quince y llegó don Manuel Lacayo con un mensaje idéntico al anterior, lo cual empezaba a molestarnos, más tratándose de don Martín cuya caballerosidad y puntualidad era reconocida de todos. En la conversación don Manuel habló más cla– ramente y nos dijo que en su personal ~pinión, no la de don Martín, éste no debía aceptar la nominación de Vice, porque su posición en el Partido le daba derecho a más altas aspiraciones.
Muy justamente don Salvador se sentía ya incómodo de la insólita espera y contestó a don Manuel que noso– tros no llegábamos a pedir a don Martín la aceptación porque éste lo había hecho ya la noche de su designación; que llegábamos para poner ya en sus manos las creden· ciales corrElspondientes de su candidatura oficial del Par– tido, cuya aceptación había dado por medio del Presidente Chalnorro.
La situaCión se estaba poniendo tensa y en esos mo– mentos apareció don Martín. Saludó a cada uno de nosotros con su proverbial fineza y enseguida dijo que
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