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EL GABINETE DE DON DIEGO

En Diciembre había cierta tensión entre el Presidente General Chamorro y don Diego, debido a que éste desea– ba organizar su Gabinete, como era natural, de acuerdo con el ,General, pero también dándole entrada a ciertos elementos conservadores que no eran incondicionales de la fracción emilianista, pero que como conservadores tra– bajáron y apoyaron la candidatura de don Diego y cuya reincorporación al Partido era uno de los objetivos de la política de don Diego. Si se buscaba la convivencia con los adversarios natural era que primero se consolidara la unión de las filas del Partido.

Así resultó que dentro del conservatismo que apoya– ra a don Diego surgiera una fracción acaudillada por el Dr. Máximo Zepeda y que llamaron los IIISMAILE5" por– que era su principal elemento don Ismael Solórzano, que entonces no era santo de la devoción del General y ahora es uno de sus más allegados y de confianza. Creo sin– ceramente que el General Chamorro debía haber dejado a don Diego en las más entera libertad de escoger sus

colaborad~res porque tenía toda la capacidad para hacer– lo y en último análisis era el responsable de su Gobierno. No podía haber duda alguna de su devoción al Partido y era la quinta esencia del conservatismo con entera com– prensión de los principios que le habían dado vida y sido guía de sus gobiernos en los 30 años y en la nueva etapa :post-Zelaya.

En mi contacto con el General Chamorro durante lar– gos años antes y durante su Presidencia, siempre lo había visto lleno de desinterés V ecuanimidad. La nueva acti– tud no ló favorecía. Po~ ejemlplo: el General Tomás Masís había sido su compañero inseparable d!Jrante las últimas campañas, militar valiente y pundonoroso, amigo leal y constante, hombre entero de bellas cualidades mo– rales y dvicas y querido generalmente. Sus amigos eran y habían !iido los mismos del General Chamorro. Sin em· bargo, según me informaron en aquel entonces, don Diego lo tenía designado para Ministro de Gobernación, designación que el General Chamorro vetó. Y así con otros conservadorés de valía. En una nueva modalidad que yo nunca he podido comprender.

Ya en vísperas de inaugurar su Gobierno don Diego vino a verme a casa y me dijo que aún no había desig– nado su g~binete y que deseaba que yo formara parte del mismo y escogiera la Cartera que más me pareciera con– forme mis inclinaciones. Le contesté que le agradecía muchísimo el honor que me hacía pero que no me era posible aceptar por la sencilla razón de que el sueldo que ganaba entonces un Ministro era insuficiente para soste– ner el rango social debido aun modestamente, y que por otra parte yo creía que si debía continuar sirviendo al país necesitabil prepararme mejor y estudiar sobre todo los asuntos económicos que tanto nos afectaban y que por consiguiente preferiría mucho que me diera el Consulado en Nueva York en donde podría ampliar mis conocimien– tos sobre el terreno.

Como dicho Consulado lo desempeñaba el General Elizondo, persona de mucho aprecio para los dos, había tenido la precauc:ión de que mi hermano Francisco fuera nombrado Cónsul en Hamburgo linos dos meses antes,

puesto del cual no había tomado posesión. Así el amigo Elizondo podría ser trasladado a Hamburgo sin perjuicio alguno. Le manifesté que tenía todo listo en lo que a materiales se refería, para cambiar el :sistema telefónico de la Capital al de Batería Central, lo que mejoraría mu– chísimo el servicio ya que me agradaría deja'r establecido ese sistema antes de marcrarme a Nueva York. Don Die· go accedió no sin manifestarme que lo sentía mucho porque su plan era nombrarme para el Ministerio de Go– bernación por la absoluta confianza que tenía de que alli haría gran servicio al País y al Partido.

Me dijo también que el General Humberto Pasos Díaz le había manifestado que él no aceptaría ninguna Sub– Secretaría sino la del Ministerio que yo desempeñara pero no de otra persona. Le aconseé que puesto que el Gral. Chamorro no deseaba que el General Masís ocupara ese puesto como antes había dispuesto, nombrara a Pasos Díaz.

En el gabinete de don Diego la figura más relevante era el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Máximo H. Zepeda, abogado muy talentoso, graduado de la Sor– bona y que hablaba inglés y francés correctamente. Lás– tima que había sido y seguia siendo el Abogado de los Banqueros de Nueva York.

Don Ismael Solórzano, en un tiempo parcial del Gral. Mena, fue a la Secretaría Privada. Había sido ¡práctica– mente quien había tenido en sus manos todo el embrollo electoral. De manera que el nuevo Gabinete representa– ba a las varias fracciones del Partido Conservador, conforme a una sana y bien calculada ,polí'tica de agluti– nmiento de las fuerzas dispersas del Partido. Sin embar– go, con gran sorpresa nuestra, El He¡'a;ldo, órgano de la Directiva del Partido cuyo Presidente era el Gral. Chamo–

1'1'0, comenzó un violento ataque contra el Gobierno de su propio tío y sus hombres y en la colada me eligieroR a mí para los agudos dardos.

Por supuesto que esa posición de un diario órgano del Partido en el Poder era inconcecible y altamente per– judicial. Yo mismo era miembro de la Directiva y pre– senté al Secretario Sr. Báez una solicitud para que la Junta se reuniera a fin de conocer de tan insólita actitud. Báez me contestó que consultaría con el General Chamorro que estaba en su hacienda al otro lado del Lago. Pocos días después me comunicó que el General le había contestado que la convocaría cuando él regresara a Managua un mes des.pués, y el ataque en vez de moderarse se hizo más violento. No había más remedio que juzgar que esos ataques se hacían por orden del General Chamorro, y siendo así sobraban los comentarios. Pero era un signo de la descomposición que empezaba en el Partido y que culminó años más tarde con el Lomazo. A nadie perju– dicaba más esa política de discordia que al Gral. Chamo–

1'1'0 que descendía de su alta posición de Jefe de Partido para convertirse en cabecilla de una facción de amargados o de incondicionales, y los incondicionales son el mayor peligro para un Jefe de Partido que necesita a su lado amigos con la fuerza moral para señalarle los pasos equi– vocados o egoístas.

Don Diego hizo todo lo posible por fundar la política

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