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« Previous Page Table of Contents Next Page »de concordia. Su familia, distinguida y culta, abrió las puertas de la Casa Presidencial socialmente de par en par y ,prestó el calor de su cultura y su amistad sin pre– guntar el color de su afiliaciones políticas a nadie. Aun en política en los asuntos de Relaciones Exteriores el Pre– sidente consultaba con liberales de la talla del Dr. Fran– cisco Paniagua Prado y Modesto Valle.
No era por cierto un lecho de rosas la situación en que su propio Partido colocaba al Gobierno de don Diego.
A los pocos meses el Dr. Zepeda, Minis,tro de rela– ciones Exteriores, dispuso hacer un viaje a Europa con carácter oficial, y coino era un ferviente católico, visitar a su Santidad en su carácter de Secretario de Estado. Co– mo yo tenía ya dispuesto mi viaje a Nueva York y sólo esperaba la instalación del nuevo circuito telefónico de Managua, me instó varias veces a que demorara mi viaje hasta su regreso para que sirviera de vínculo de unión entre la fracción emilianista y los elementos de las otras
fracciones con pOSIClon en el Gobierno, lo que rehusé porque era tarea muy desagradable para mí estar en lu– cha con mis pro,pios amigos, sin motivo y sin razón. El General Chamarro fue nombrado Ministro en Washington y pronto se marchó a su destino y violentan– do hasta cierto punto a don Diego que tenía otros com– promisos anteriores. Doña Lastenía había distinguido con su aprecio y su amistad a mi mujer, que era una cachureca y chamorrista apasionada, no obstante que era nativa de Honduras y no de Nicaragua, pero que nunca olvidó que su padre don César Dárdano había sido herido cuando las tropas de Zelaya atacaron Yuscarán y había sido encar– celado, y le manifestó la pena que lt\ daría si yo no con– curría a despedir al General al salir del país. Aunque la conducta del General en los ataques a que me he reFerido antes no era nada conforme con mi antigua y sincera de– voción personal para él, ésto hacía más dolorosa la heridi'!; pero era una oportunidad y yo estuve presente en la afec– tuosa despedida que se le tributó.
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INCENDIO DE LA MASCOTA
El edificio en que estaban tpdas las dependencias y oficinas del ramo de Comunicaciones a mi cargo era una casa que en su tiempo fUe quizás el edificio mejor de Managua pero construído de taquezal o baharec¡ue y ya viejo. Allí mismo estaba el Almacén de útiles y entonces lleno con todo lo necesario para el cambio del sistema teleFónico por el de Batería Central que elimina los ruidos
interf~renCias e inducciones que ta'nto obstaculizaban el buen servicio. Con el técnico ViIlacorta habíamos conve– nido que para hacerlo económicamente compraríamos en
105 Estados Unidos solamente las partes metálicas y que
105 cuadros de distribución y demás partes de madera se construirían en Nicaragua con buenas made'I'as, cedro, caoba etc., y se haría el trabajo en el Taller del Telégrafo con jóvenes que así aprenderían desde el principio su manejo comenzando por la fabricación e instalación de la nueva estación. En Nicaragua no había existido una escuela de Telégrafos y Teléfonos que valiera la pena y los empleados del ramo se hacían solos comenzando ge– neralmente de mEi:l'lsajeros y aprendiendo el alfabeto de Morse en sus ratos' desocupados. Generalmente no ha– bían cursado más del tercer grado de primaria y sólo se esforzaban en aprender a escribir con buena caligrafía. Dispusimos, pues establecer una escuela, para lo cual reu– nimos unos doce a 14 jóvenes de varios depa'rtamentos pero que hubieran hecho siquiera el segundo año de se– cundaria. Estos jóvenes se adiestraban por horas en la profesión y trabajaban medio día en el taller. Varios de ellos vivían en el mismo edificio y se procuraba que estu– vieran en casa no más tarde de las 9 de la noche. Uno de estos jóvenes, hijo de un buen amigo de Masaya, se es– cabullía algunas veces por la noche y regresaba tarde. Una noche así lo hizo y al regresar lanzó la colilla de un cigarrillo a un cuarto de reglas en donde se guardaban cajones y material de empaque para la reex¡pedición de materiales a las demás oFicinas del país. Este cogió rá– pidamente fuego y subió al segundo piso también de ma– deras ya viejas y secas. Cuando yq fuí avisado y llegué rápidamente ya el incendio devoraba el salón central
del Telégrafo y cuarto de aparatos. No había agua ni manguera. Así que organicé el salvamento con los mis– mos empleados y vecinos, todos los cuales trabajaron heroicamente. Una parte se dedicó él cortar el fuego para que no se propag~ra él las casas vecinas. Otro, conmigo a la cabe:ta, a tratar de salvar los aparatos más importan– tes.. Y un tercer grupo, con Villacorla a la cabeza, se trasladó a la orilla de Lago para tratar de instalar una oficina' provisional que nos permitiera comunicar inme– diatamente con el resto e1el país. En menos de una hora el incendio acabó con La Mascota. Fue dominado para que no se extendiera al vecindario. Inmediatamente ob– tuvimos dos o tres aparatos telegráficos y a las 4 de la mañana teníamos restablecido el servicio con todo el país. La situación del Teléfono era más crítica por la COI11– plejidad de los cambios centrales. Pero todos los em– pleados del Ramo se pusieron con entusiasmo a la tarea. Se organizaron turnos de trabajadores en el nuevo taller. Quitamos todos los números desocupados de los cambios o tableros de conexiones de todas las oficinas y a los ocho días, con sorpresa genel'al, restablecimos el servicio tele– fónico de la capital y resto de la República. Lo que parecía y creían muchos que tendríamos que esperar me· ses ,pal'a conseguirlo, el celo y enh)'Siasmo de todos los empleados del Ramo lo hizo posible en 8 días. Los co– merciantes de Manaqua levantaron una Acta laudatoria que pusieron en mis '-;"anos y que yo trascribí a todos los empleado,s del Ramo a quienes dí todo el crédito, pues, realmente fue maravilloso cómo trabajaron y la armonía
y espíritu de cuerpo que desplegaron.
Pasó entonces un incidente que no citaría en estas páginas si no fuera que también era un síntoma de la descomposición del Partido aún en esferas que por su po– sición, por su destacada actuación y su preparación cultu– ral deberían haber estado sobre tantas miserias humanas. La prensa en general naturalmente comentó lo su– cedido y se deseaba averiguar si había habido mano criminal o cuál había sido el origen del incendio. Pero el órgano del Partido, El Heraldo, dirigido entonces por
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