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émérgeneias poliHcas se había apadado del último

super~vit, la declaración de un Dividendo extraordi– nenio del F.C., que tenía en Tesorería buena s\.11'na de dinero, y cualquier olro fondo disponible. Ade– más tenía el recurso, si no lográbamos conlple±ar la cantidad, de prestar dinero en N.Y. con la cola– teral de cierlo número de acciones del F.C. ya que ésta era aún Compañía americana con acciones per– fedamen±e valorizadas en N.Y. Al mismo fiempo recomendé el más es±riC±o cUl1.lplimien±o de la obli– gación del sigilo establecida en la opción.

Al día siguiente recibí la autorización del Pre– sidente para llevar a buen fin la co1'npra del Banco e inrr:1.ediatamente salí para Washington para obte– ner la aquiescencia del Srio. de Estado, ya que to– das las operaciones, con±ralos y concesiones hechas para la creación del Banco habían sido alargadas con la condición de que el Depadamento manten– dría un DireC±or en la DireC±lva del Banco que ac– tuaría corno garantía para Nicaragua de que los dueños de la mayoría de las acciones no abusarían. Fuí recibido inmediatamente por el propio Srio. de Estado l\I.tr. Hughes, y expuesta la situación 1'ne hizo la pregunta de que si estábamos en posición de comprar al contado, sin quedar con compromi– sos pendienles. Le respondí que sí, y enlonces el Secretario me dijo: "Señor Tijerino no sólo le doy mi aprobación, sino que felicito al Gobierno de Nica– ragua por llevar a cabo esÍa COlTIpra y quedar dueño de la totalidad de las acciones". Le rnani– fes±é que no pensábamos disolver la conlpañía ame– ricana sino sólo cambiar por nicaragüenses la ma– yoría de ella, y que al pasar el período eleC±oral en que estábamos, llevaríamos un experlo que or_ ganizara el Banco Central poco más o menos corno lo acababa de hacer en Chile y Colombia el pro– fesor Kemmerer, y en seguida le solici±é que de acuerdo con la opción que le había mostrado se sirviera dar sus órdenes a fin de que en el Depar– tamen±o se guardara el secreto, lo que hizo inme– dia±amen±e dirigiéndose al Oficial de Asunlos Cen– troamericanos que estaba presente como de cos– lumbre.

Deseo manifestar que sie,mpre que fui al De– padamento de Es±ado a lra±ar asuntos ÍlTIporlan±es para Nicaragua lo hice con el propio Secretario de Estado y siempre encontré la más amplia simpatía y los mejores deseos de ayudarnos. Eran los per– soneros en Nicaragua en alianza con políticos sin escrúpulos e incapaces los que en mi tierra torcían las buenas intenciones del Gobierno Norteamericano, para provecho propio y no para el buen nombre de los Estados Unidos ni para sus intereses vitales.

Salí inmediatamente para Nicaragua para con– cluir los arreglos, con carla de Mr. Loree para el Gerente Mr. Caley ordenándole la entrega del Banco al Gobienlo al llenar ciertos requisitos. Al llegar a Nicaragua nadie sabía nada de la operación reali– zada, excepción hecha del Presidente Martínez y su Ministro de Hacienda don Perfedo Tigerino y el traduC±or de cables del Ministerio, don José Félix Alfara. Ni los funcionarios norteamericanos de la Alta Comisión, de la Aduana ni del Banco, ni los otros miembros del Gabinete del Presidenle, cono– cieron una letra de los arreglos hechos.

A fin de evitar todavía posibles indiscreciones

n'\a.ndé recado al Presidenfe que 10 vi.silaría a las once de la noche cuando ya estuviera completa– l'lente solitaria la Casa Presi.dencial. En efecto, a esa hora fui recibido por el Presidente Marlínez quien ya estaba en pija1'na y dormitando en una hamaca. Le moslré los Balances del Banco por los cuales estábanlos comprando y pagando sólo el efectivo y las deudas buenas y cobrables, y que la Concesión bancaria nos quedaba o la recuperá– bamos gratis.

El Presidente estaba feliz y alegre. La compra que hacíamos era completar la obra de la libera– ción económica de Nicaragua que había iniciado el General Chamarra al iniciar la compra del F.C. y que nos había tocado a nosotros concluir. Continué explicando al Presidente que lo prin– cipal era la recuperac.ión de la famosa Concesión Bancaria pero que debíamos conservar la misma fonTIa de cornpañía anónima del Banco con sede en N.Y. pero con Directiva nicaragüense mientras pasaba la lucha electoral para traer, como le ha– bía yo dicho al señor Secretario de Esfado, una mi– sión que se encargara de organizar el Banco Cen– tral Nicaragüense. Todo lo cual fué aprobado por el Presidente y me autorizó para que al regresar a N.Y. contratara la Misión a fin de que estuviera en Nicaragua a tiempo de la inauguración del señor SolÓrzano.

Falla aquí otra vez la n.emoria del señor Cua– dra Chamarra al asegurar que asistió a Consejos de Ministros en que se discutió la nacionalización del Banco. La nacionalización se hizo sin conoci– nliento del Gabinete excepto el Ministro de Hacien– da, y como dije antes no fué discufida ni sabida de n~die sido hasta que el Banco había ya pasa. do a manos del Gobierno. Ciedo es que hubo que echar mano de los fondos del Ministerio de I.P. pe– ro se hizo bajo la sola responsabilidad del Presi– dente y de su Minis±ro de Hacienda don Perfecto Tijerino. Recuerdo que don Bartolorné, que sentia lo mismo que yo, gran respeto y cariño por el Maestro Hurtado, Minislro I.P., me dijo riéndose:

.. i Quién aguanta al Maestro si se entera de que le estalTIOS tocando sus fondos!".

Yo le repliqué: "Desgraciadamen±e ya no po– demos enterarlo y pedirle su consentimiento; pero estoy seguro que lo haría tratándose de una obra como esta. Además, Sr. Presidente, será por pocas horas, pues tan pronto recibamos el Banco, éste podrá hacerle un préstamo al Ministerio de Ha– cienda para depositar nuevamente los fondos to– rnados de I.P....

Los Consejos de Ministros y encuestas econó– micas se hicieron después. Fueron obra del doctor Román y Reyes, empeñado desde entonces en que el Banco se volviera a vender con todo y Conce– sión; pero sin trascendencia puesto que la forma en que se organizaría el Banco estaba ya defini– tivamen±e acordada por el Presidente y la Misión contralada.

Don Albino seguía creyendo en la sabiduría financiera de don Angel Caligaris, Consejero de Ze– laya en sus monopolios ya abolidos y allí se ins– piraba. En su contestación a la Encuesia el señor Caligaris pidió que se le vendiera el Banco en las mismas condiciones en que lo habíamos comprado

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