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porque los nicas éramos incapaces de manejarlo honradamente. Y entonces comenzaron las diver– gencias mías con don Albino, porque yo si creo en que los nicas son capaces de manejarse bien como se han manejado los salvadoreños y los hon– dureños con sus Bancos.

Al siguiente día a las nueve de la mañana me presenté en las oficin!'is del Banco y entregué a Mr. Caley las carlas de Mr. Loree por las cuales, llenados cierios requisitos, él debía poner a la orden del Gobierno de Nicaragua el Banco quedando así nacionalizado o sea propiedad exclusiva del pueblo nicaragüense. Recuerdo que Mr. Caley me dijo: "Señor Tijerino, si hace una hora alguien me hu– biera apostado todo mi capifal de que este Banco pasaría a ser del Gobierno lo habría hecho en con– ira sin vacilar". Enseguida se me dijo que debía llamar inmediatamente al dador Zepeda, Abogado del Banco, para llenar las formalidades legales y éste llegó muy ajeno de lo que se trataba. Cuando leyó las instrucciones cambió de color y rápida– mente buscó en su menté el modo de retardar la operación para tratar de impedirla. Se acababa su gran poder político. El Moisés que subía solo a la montaña para conferenciar con Dios, y luego comunicárselo a su pueblo ya no tendría montañas, ni zarzas ardiendo ni dioses. Dijo que se negaba a llevar adelante la entrega si el Gobierno de Ni. caragua no suscribía antes una declaración en que dejara libre de toda responsabilidad a los Banque– ros por el manejo del Fondo de Cambio. Le ob– servé que nada de eso decían las instrucciones que había traído Mr. Caley, pero como él se aferrara y comprendiendo que un escándalo sería fatal para nosotros, accedí, y le dí la declaración. Con lo que inmediatamente Mr. Caley procedió a poner a la' orden del Gobierno la propiedad del Banco y media hora después estallaba la bomba en la ca– pital. Ya Mr. O'Connel del F.C. se había ido, y ha– bía sido sustituído por el nicaragüense Ingeniero Cárdenas. Ahora se irían también Mr. Hill, de la Alta Comisión. Mr. Lindberg, el mismo que ahora ostenta la librea de General de la G.N., se iría Mr. Rosenthal, el sucesor Mr. Caley también se iría y los negocios y las combinaciones entre ellos se ter_ minarían, los cómplices nicas perderían ya su mís– tico poder de repartir Minis±erios e influencias. Era el derrumbe de todos los intereses creados alrede– dor de las intervenciones extrañas que en nada be– neficiaban al Gobierno y pueblo de los Es±ados Uni-

dos, y al contrario le acarreaban odios y resisten_ cias en el Continente.

Fué una mañana de agifación: los Hill y Lind– berg fueron a ver al Candidato señor Solórzano, rico poseedor de buena cantidad de los Bonos Internos y lo atemorizaron con que éstos se devaluarían, y el córdoba también porque les faltaba el apoyo de los Banqueros. Que nadie tendría confianza en el

Banco y lo harían quebrar al retirar sus depósitos

ete. Don Carlos, atemorizado, corrió a ver al Pre– sidente, a quien Tijerino estaba llevando al despe– ñadero económico, según ellos decían.

Me llamó el Presidente para exponerme lo que le decían: le mostré a don Carlos los Balances del Banco para que vierq que podía pagar inmediata_ mente todos los depósifos de los particulares, y ±o– davía le quedaría más de un millón de córdobas en caja. Le mostré la cuenta del fondo de cambio y que podíamos cambiar el 74% de los córdobas en circulación sin que nada terrible ocurriera. Le probé que en cualquier momento podía conseguir tres o cuatro millones en N.Y. y aconsejé al Presi_ dente que llamara a los señores Hill y Lindberg y les propusiera comprar sus bonos al precio actual de plaza, y pagándoselos en oro. Es±os señores lle– garon, y al principio quisieron negar lo que ha– bían manifestado a don Carlos, pero éste escuchaba los desmintió, ratificándose en su conversación co~

el Presidente. Los señores Hill y Lindberg se ne– garon a vender sus Bonos, oyeron unas cuantas frases duras del Presidente y se fueron, con lo que volvió el alma al cuerpo al asustado Candidato. Mientras el Dador Zepeda movía todas sus in– fluencias para mandar cablegramas al Deparia– mento de Es±ado, firmados por prominentes polí– ticos de ambos pariidos pidiendo que se reconsi– derara la venia del Banco. Bien sabía el Dador Zepeda que el Depariamento había dado su apro– bación al negocio, y por consiguiente era todo eso un gesto de impúdico entreguismo. Los cablegra– mas fueron despachados con correo pariicular El San Juan del Sur, pero el Gobierno obtuvo copias que yo me opuse a que se publicaran para no aver– gonzarme de ser nicaragüense.

Y así recuperó Nicaragua su liberiad económica y quedó dueña del Banco Nacional, aunque ni al Presidente Martinez, ni a mí, ni al Ministro de Ha– cienda se nos ocurrió que este cumplimiento de nuestro deber necesifara una placa de bronce ni cin– tajos o achinerías en el pecho, y mucho menos una estatua ecuestre.

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MI DESTITUCION COMO AGENTE FINANCIERO PARA PODER

REALIZAR LA VENTA DEL BANCO

En diarios de Nicaragua leí que Rosen±hal ma– nifes±aba que el Banco no estaba en posición de financiar la recolección de la próxima cosecha de café y que sería difícil obtener un préstamo en N.Y. para ese efedo. La prensa se hizo eco de la noticia y naturalmente la inquietud de los cafeta– leros fué grande. Todo, por supuesto, por haber comprado el Banco, que no podría vivir sin las mu-

leías anteriores. Deducción: "habrá que vender el Banco".

El mismo sistema de asustar a don Carlos cuan– do el Banco se compró con la amenaza de la des– valorización del Córdoba y de los Bonos Internos. Le pregunté al Sr. Loree y me dijo que efectiva– mente eso decía Ronsental y que realmente sería difícil conseguir dine~o en N.Y.

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