Page 72 - lista_historica_magistrados

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En la primera conversación con el Presidente Solórzano n,e pareció que él estaba satisfecho con la nueva situación. Me limité pues a darle cuenta detallada de mis últimas gestiones en N.Y. para conseguir el crédito para el Banco Nacional etc. y por úliimo me aseguró enfáticamente que no tenía el menor propósito de vender el Banco y que al normalizarse la situación se procuraría que el nuevo Ministro de Hacienda procediera a la organización del Banco Central y a la cancelación de la peligrosa Concesión. El Congreso Nacional estaba para reu– nirse nuevamente y noté cierlo despliegue de fuerzas que no auguraban nada bueno. A los pocos días el Presidente me llamó para decirme que era con– venienfe que regresara a N.Y. a reanudar mis fun-ciones Consulares. .

En esos mismos días se recibió en Managua la triste noticia del fallecimienfo del Dr. González en los EE. UU. Con la muerle del Dr. González el Po– der que le había oíorgado quedaba cancelado y las acciones a mi nombre del Banco Nacional y del F.C. quedaban nuevamenfe bajo mi responsabilidad. Poéos días después el Presidenfe Solórzano fue obligado a renunciar y a salir al desfierro y el Vice Sacasa perseguido etc. El Gobierno de los EE.UU. no reconoció el nuevo régimen del Gral. Chamarra. Me negué a servir al nuevo Gobierno y pedí al Ministro de Relaciones mi pasaporle para regresar

al país. Me confesfó el Dr. Gufiérrez Navas que en– fregara el Consulado al Vice Cónsul Dr. Lacayo, pero que el Sr. Presidenfe no consideraba convenienfe mi regreso a Nicaragua, 10 que me obligó a que– darme en Nueva York en donde tenía yo una pe– quepa oficina de exporlación.

Y C01UO el Recaudador de Aduana envió comu– nicación de que la Aduana no reconocería mi fir– ma como Cónsul, pasé una comunicación al Depar– ta I\lenio de Esfado manifesfándole que no habien– do sido reconocido el nuevo régimen de Nicaragua por los EE.UU. conservaría abierla en mi caráefer de Cónsul mi oficina. Pedí que se ordenara al De– parlamenfo de Correos que foda comunicación di– rigida simplemenfe al Consulado de Nicaragua me fuera enfregada a mí y que solamenfe las que fue– ran dirigidas a nombre del Dr. Virgilio Lacayo le fueran entregadas a él. Agregué que siendo que la Aduana de Nicaragua de faefo no reconocería mi personería oficial me absfendría de firmar fac– turas consulares ni documenfo alguno para surlir efecfos en Nicaragua a fin de no obsfaculizar de ninguna manera el comercio entre los EE.UU. y Ni– caragua. El Deparlamento de Esfado aprobó mi nafa.

Al mismo fiempo escribí al Sr. Presidenfe So– lórzano a San Francisco poniéndole en su conoci– mienfo la sifuación toda y pidiéndole su auforiza– ción para aefuar en mi caráefer oficial en defensa de los infereses de Nicaragua. Igual cosa hice con el Vice Dr. Sacasa enfonces en Washingfon, y am– bos me contestaron satisfacforia y enfáticamente dándome su más amplia autorización.

Por medios que no me es dable revelar, los agentes del Dr. Sacasa obtenían diariamenfe la co– pia de fados los mensajes que se cruzaban enfre el Dr. Lacayo y Managua y que era la única clave que usaban. A los pocos días nos enteramos que había

llegado la orden de reformar la Direefiva del Banco

y reponer a los mielubros liberales de ella con los representanfes oficiales del General Chamarra. Esto destruía la unidad nicaragüense en la Directiva y llevaba a ella obedienfes servidores del nuevo ré– gimen. A los pocos días llegaron insirucciones para que los Sres. Mallet Prevost que tenían en depósüo las acciones fraspasaran ésfas, que estaban a mi nombre, a uno de los agenfes de Chamarra. Su– pimos también que enseguida el régimen fraspa_ saría la mayoría de dichas acciones a los Banque_ ros interesados en su compra.

Era evidenie, pues, que los banqueros Se apo– derarían de nuevo del Banco a la sombra del golpe y con la inocente promesa de que esfos interesa_ dos en apoderarse nuevamente de Nicaragua conse– guirían el reconocimiento del nuevo Gobierno, es decir que estos poderosos señores harían dar me– dia vueUa al Deparlamenfo de Estado en una polí– tica ya declarada y comunicada a todo el Continente. La vieja historia del plato de lentejas y la candoro– sidad de nuestros políticos cegados por la ambición. Reposaba, pues, sobre mis hombros la respon– sabilidad de salvar la obra conservadora del rescate de nuestra independeneia económica y la liquida– ción de toda dependencia de los viejos amos y era precisamente el Gral. Chamarra, su iniciador, quien ahora iba a destruir su obra gloriosa y la del Par– tido, en un momento de ceguedad política. Con– fieso que aunque diametralmente opuesto a la po– lítica que desde el año anterior había seguido el Gral. Chamarra, mi viejo y continuado afeefo per– sonal por el caudillo hacía para mí más dura la lucha. Sin embargo, era la Pafria y varias gene– raciones las que esfaban en peligro y resolví acfuar. Fuí a consuUar el caso con una de las mejores firmas de abogados en Nueva York a quienes expu– se todas las fases del caso. El propio Abogado en Jefe me dió audiencia y me dijo: "Sería muy fácil para Mallet endosar las acciones que tienen su firma en blanco con fecha retrasada, es decir de cuando aun vivía el Dr. Gonzálezl pero esa firma de abogados tiene en su poder muchísimos millo– nes de dólares en acciones en idénficas circunstan– cias y un desliz de esta clase los arruinaría para sien,pre. El socio más joven que me acompañaba, recibió instrucciones de preparar una aefa notarial en la cual, en mi caráefer de Cónsul General, a cuyo nombre estaban las acciones, y con la aufori– zación del Presidente Solórzano y del Vice Sacasa prohibía a los Sres. Mallet Prevost hacer nada con las acciones, traspasarlas o venderlas mientras no hubiera en Nicaragua un régimen reconocido como legal por el Gobierno de los EE.UU. Al siguiente día, acompañado del Notario, entregué personal– mente la nota dicha y todo se paró en seco por esa vez.

Pero íodavía habría la última inteníona como veremos.

Mi tarea era tanto más pesada cuanto que aho– ra yo tenía que soporlar todos los gastos de mi es– caso peculio. Pero Dios nunca_faUa en la hora de las tribulaciones y mis pequeños negocios iban bien. Y en este momento apareció un colaborador de gran utilidad por su falenio y sobre todo por sus buenas conexiones en el mundo literario y pe-

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