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« Previous Page Table of Contents Next Page »Unas semanaS antes yo había sido citado y
comparecí ante una Comisión del Senado, presidi– da por el Senador Shipstead de Minnesota, que es– faba investigando la cuestión de Nicaragua. Tres días estuve sometido al interrogatorio y felizmente llegué bien preparado y documentado de modo que al terminar el Senador Shipstead me hizo el honor de felicitanne y decirme que pocas veces había en– contrado un testigo tan bien respaldado por docu– mentos en la defensa de su patria y me pidió que
10 mantuviera al corriente del desarrollo de los su– cesos, asegurándome de su simpatía por Nicaragua. Preparé, pues, una carla detallada de las úliimas tentativas para volverse a apoderar del Banco y mandé los documentos de esta úliima haciéndole notar mi extrañeza de que ésto se hiciera a espal– das del' Gobierno americano ya que éste no recono– cía como legítimo al réigimen que detentaba el Po– der en Nicaragua. Felizmente esa tarde regresó Sa– lomón, quien puso la carla en muy buen inglés y la despachalnos por entrega especial al Senador. ( 1 ) Aunque no muy extensamente y muy reciamen– te el hecho es que al siguiente día por la mañana algunos diarios de N.Y. publicaron la noticia de lo urdido. El Senador Shipstead leyó mi carla en el Senado y si mal no recuerdo pidió que se consig– nara en el acia de la sesión para el futuro.
Y con esta publicidad obtuvimos el triunfo de– finitivo, pues, ninguna casa bancaria de nombre insistiría en seguir con sus pretensiones ya que la opinión pública -estaba más o menos informada, y en los EE.UU. la opinión pública manda y es acatada.
~legó al fin don Adolfo Díaz al Poder y fue reconocido por los EE.UU. lo suficiente para que entregara el Gobierno a los liberales con Mancada como Jefe y el Banco quedó ya a salvo de los ex– tranjeros.
Dios quiera que se salve ahora de los paisanos también.
Con la llegada de don Adolfo Díaz a la Presi– dencia y su reconocin"liento por los EE.UU. que co– mo había dicho el Sr. Stimson, aquel Gobierno con– sideraba como cuestión de honor, mi responsabili_ dad cesaba ya que estaban en posibilidad de tras– pasar las acciones a otra persona. Pero para todo ésto los EE.UU. habían tenido que ocupar militar– mente a Nicaragua y por consiguiente la responsa– bilidad direcia sería del Gobierno de los EE.UU. El Gobierno de don Adolfo era un simple sello de hule para aprobar lo que las amoridades de Ocu– pación ordenaban. Era tan triste la situación del Presidente de Nicaragua que un día un oficialito rompió el baño particular que en el Campo de Marle tenía don Adolfo, lo usó y enseguida 10 clavó para que no lo pudiera usar el Presidente de Ni– caragua. Y don Adolfo tuvo que vestirse nueva– mente e ir a la Legación de los EE.UU. para que el Sr. Ministro ordenara le restituyeran su baño. Si
riodístico norteamericano: mi estimado amigo Salo– món de la Selva, a quien Nicaragua debe muchí– simo; La única manera de que Nicaragua se sal– vara era por medio de la publicidad. Si el pueblo estadounidense llegaba a fijarse en todo lo que en su nombre se hacía por estas tierras, seguros está– bamos de que no lo conseguiría. Salomón era miembro del Pen Club, había publicado dos tomos en inglés muy bien acogidos por la crítica y el pú– blico, sus' viejos amigos eran ahora distinguidos co– lumnistas de los principales diarios o redactores en importantes revistas. Emprendimos, pues, una cam– paña: de prensa, y como Salomón rtaiuralmente no estaba 'familiarizado con las necesidades y Sucesos, yo escribía en español y él los ponía lo escrito en magnífico "inglés. Vlsitamos escritores y repor– teros y fuimos a Washington para ver a Senadores. La cUestión de Nicaragua fué poco a poco abrién– dose ,campo en las prL."'TIeras páginas de los diarios, y revistas como The Nalion y New Republic no fa– llaban una edición sin publicar algo respedo a Ni– caragua 'y las injusticias cometidas con nosotros. Ya no estábamos solos los nicas sino que varios estadounidenses bien irttencionados nos ayudaban, entre ellos el excónsul Mr. Moffat y el ex-Ministro en Santo Domingo' Mr. Knowland.
Te:i:iía-irios urt punto débil en lo que respeda al Banco que yo conocía pero me abstuve de mencio– nar siquiera a nadie ya que no lo habían notado los Sres. de N.Y. El Banco había sido incorporado con un capital de un millón de dólares pero sola– mente se habían suscrito trescientos nlÍl en accio– nes. La Junta Directiva estaba amarizada para po– ner a la venta parte o todo el resto de acciones cuando lo creyera pertinente. De modo que tenien– do ellos la Directiva como la tenían, ésta podía en cualquier momento disponer la venta de afros 350 znil dólares en acciones y así perder nuestro Go– bierno la mayoría o control de la Cía. Y entonces no había necesidad de aprobación del Congreso de Nicaragua. Gran suerte que no descubrieron este punto cuando fenían a su orden el Ministerio de Hacienda en el régimen anterior.
Pero una mañana me enteré con estupor, por el medio a que me he referido antes, de que el Consulado había recibido cablegrama cifrado dando instrucciones para que la Directiva amarizara la eznisión, y venta de las nuevas acciones. Desgra– ciadamente ese día no estaba Saloznón en la ciu– dad; pero me acordé de un reportero del N.Y. Times que había almorzado varias veces con nosotros y znostrado una sincera simpat~a por nosotros. Le te– lefoneé para que almorzáramos juntos y allí le ex– puse la situación y le mostré la copia del cablegra– zna recibido por el Consulado. Convinim.os en que el mejór medio era que él fuera a entrevistar a Mr. Loree; . Este lo recibió y se inmutó visiblemente cuando vió que lo que ellos preparaban en secreto ya estaba en manos de los diarios. A la pregunfa del repodero le contestó de mala manera que ese asunto le incumbía solamente a los nicaragüenses. El reportero le replicó que también a los ciudada– nos estadounidenses, pues enseguida ellos pedían protección, se mapdaban marinos y los EE.UU. se acarreaban la odiosidad de los pueblos lafinoame~
ricanos, y que publicaría su respuesta.
(1) Don Adolfo Díaz también trató de vender el Banco de nuevo según carta del mismo de 4 de Agosto de 1928 dirigida a Seligman y Cía. y F. Loree y publicada en el diario Novedades en la sección titulada "Recuerdos de un pasado que siempre es de actualidad", en que se ha dado a luz el archivo de Don Adolfo capturado en la quinta de su sobrino D. Ernesto Solórzano Thompson con motivo de los sucesos de Abril de 1954.
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