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entregar el Banco Nacional de Nicaragua a los banqueros norteamericanos (/0 cual expuse a Ud. cuando comparecí hace un año ante su Comité) derribaron el único Gobierno democráticamente electo que ha tenido Nicaragua en este siglo. Ud. ve que lo que yo principalmente discuto en esta carta, la Guardia Na– cional de Nicaragua, no es un expediente recientemente pensado para sacarnos de las actuales condiciones. Es un frío plan concebido desde hace mucho tiempo.

Creer que el Tratado tiene en Nicaragua la aprobación de las Directivas de ambos Partidos Liberal y

Conservador es caer en un evidente engaño, si por ésto se entiende que ha obtenido la aprobación del pueblo políticamente organizado. Fuera del hecho de que hay grupos políticos en Nicaragua que no debe supo– nerse estar representandos por esos dos Partidos, está el hecho de que las Directivas no representan dentro de sus Partidos al conjunto teta/. Ellas nunca fueron correctamente electas. Después de la falsa pacifi– cación efecuado por MI'. Henry 1-,. Stimson quedó claro que los Estados Unidos reconocerían como repre– sentantes del Partido Liberal de Nicaragua solamente una Directiva encabezada y escogida por el General Moneada. Como los Estados Unidos tienen y continuarán teniendo control supremo sobre la maquinaria electoral de Nicaragua, en cualquier caso lo que haga una tal Directiva Liberal es aceptado como debida– mente autorizado por él en otro tiempo partido de oposición del cual el Dr. Sacasa era el Jefe correctamente

escogido.

Lo mismo con respecto a la Directiva Conservadora, encabezada por Díaz, yo creo que Ud. está

perfectamente y firmemente convencido de que no representa el sentir o la opinión nicaragüenses. En otras palabras, un grupo de corruptos o sumisos políticos nicaragüenses están actuando como si ellos representa–

ran al pueblo de Nicaragua, cuando en realidad de verdad ellos representan solamente la voluntad de los

norteamericanos sin cuyo apoyo ellos no permanecerían en el poder una noche. Ambos, Díaz y Mancada, han sido bastante cándidos para admitir ésto. Ellos saben perfectamente donde estarían una vez que los marinos fueran retirados. MI'. Stimson ha declarado en su reciente libro que Díaz le mostró disposición para I/egar a ser un mero figurón. Mancada lo ha hecho igualmente, y resulta inconcebible cómo estos dos figurones, estos dos títeres, puedan en cualquier caso encarnar o expresar en alguna de sus acciones las as– piraciones del pueblo nicaragüense.

Este Tratado que las Directivas han aceptado será sometido al Congreso de Nicaragua. El Con–

greso de Nicaragua será forzado a aprobar/o. Vendrá a ser así una atadura para Nicaragua. Yo dudo mucho que sea sometido al Senado de los Estados Unidos para su ratificación o aún como información. Lo más probable que pasará con esta Convención es lo que sucedió con el Tratado Castrillo-Knox de 1911 que, rechazado por el Senado de los Estados Unidos fue sin emba'rgo puesto en vigencia en aquel/as de sus dis– posiciones consideradas com ataduras sobre Nicaragua por la razón de que el Congreso allr las había acep– tado cuando aprobó el Tratado original. Al nuevo Tratado se le está dando esta forma ahora con objeto de hacer aparecer ante el pueblo nicaragüense que los Estados Unidos la incomparablemente poderosa nación que el/os son, está determinada como nación a entrar con Nicaragua en un Tratado tan oneroso. Yo tengo información de amigos míos en el Congreso de Nicaragua de que hay oposición de parte de varios congresa–

les a la aprobación del nuevó Tratado aunque también ellos saben que los Estados Unidos pueden desear im– poner/o a Nicaragua. La legislación propuesta dentro de este Tratado, sostienen el/os, está en violenta oposición tanto con la Constitución de Nicaragua como con los principios de la jurisprudencia nicaragüense.

y es mi honesta y bien considerada opinión que el envío de más marinos a Nicaragua bajo él comando de

su Jefe Mayor General Lejeune no es primordialmente para combatir al General Sandino sino para intimidar

a estos congresales en Nicaragua que votarían por el rechazo del Tratado. El envío de barcos de guerra y el

desembarco de marinos "para efecto moral" sobre las autoridades legislativas nicaragüenses es un recurso

que ha sido aplicado a menudo en los últimos veinte años.

¿Y sabe Ud. cuántos marinos hay en Nicaragua? Hay bastantes ahí, mi querido Senador, para com–

batir a Sandino excediendo en número a sus soldados. ¿Por qué el/os no lo hacen? ¿Por qué sólo envían pequeñas patrullas contra él? Me parece que la respuesta a estas preguntas es que deben mantenerse su– ficientes marinos en la ciudad Capital para ver que el Congreso nicaragüense se comporte mansamente y no se levanten protestas. Nosotros somos literalmente una Nación en la punta de la bayoneta. Muchos de entre nosotros que aparecen como satisfechos con el Pacto Stimson y con las subsecuentes proposiciones norteamericanas actúan así bajo coacción. Ellos son obligados a someterse. Son obligados a parecer co– mo solicitando lo que en sus corazones ellos confiesan que es menos amargo solamente que la pobreza total

o la muerte.

Le ruego fijarse en el hecho de que los marinos que dirigen la Guardia Nacional nicaraguense y pre– paran a sus oficiales no están sujetos a ninguna de las autoridades nicaragüenses, judicial o de otra clase, excepto a la del títere Presidente de la República. La Guardia Nacional es para reemplazar todas las fuer– zas militares y de policía en la República, sin embargo el/os no estarán sujetos al ramo judicial del Gobierno

en ninguna de sus ramificaciones. Tampoco los miembros americanos de la Guardia, todos el/os oficiales,

están sujetos a las Cortes nicaragüenses o leyes nicaragüenses que aparentemente ellos están supuestos a

reforzar. Y es espantoso contemplar esto. Contra tantos abusos y crímenes como los oficiales de la Guar-

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