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« Previous Page Table of Contents Next Page »donde estuvimos, siempre de acuerdo fue et; el sincero amor a la Patria y en la buena fe con qu,e actuamos. Enfocamos en diferentes épocas la vida Nacional de distinta manera, intervenirnos por caminos a veces opuestos, nOS crUZBInOS y entrecruzarnos en la acciden– tada vida política del país, en condiciones y con enfoques diversos; unas veces marcha–
rnOS juntos, otras nos colocarnos en polos opuestos pero, en el fondo de nuestros senti– mientos estaba invariable la imagen de la Patria. Tenernos .que adrniiir, ianio Adolfo, como Carlos, algunos otros y yo que los fru– tos que sembramos no dieron la cosecha que anhelamos y por mi parte confieso con dolor que la tierra que regamos con ianios sacrifi– cios, resultó rnás estéril de 10 que desearnos. No rehuyo responsabilidades y esioy cierto de que Adolfo y Carlos que no las rehuyeron en vida, aceptarán desde el Más Allá el lote que les corresponde.
Adolfo Díaz se crió en un modesto ho– gar, de posición social, pero de muy limita– dos medios económicos. Su padre el Gene– ral Carrrten Díaz era, además de militar, Poe– ta; yo lo conocí ·en Managua cuando tenía Adolfo, más o menos, 14 años de edad y des– de entonces fuiInos amigos. Nos tratarnos muy frecuentemente, porque su hermano ma– yor Enrique, era como el jefe de la casa Pe– dro Joaquín Chamarra y Compañía y tenía a su cargo la Coniabilidad del negocio y fue el que se lo llevó a trabajar a la f.irma con un pequeño sueldo. Adolfo, que tenía un carácter observador, mas bien callado, dis– creto y de agrad~ble presencia, se fue rela– cionando poco a .poco. con la numerosa clien– tela del negocio que era muy fuerte en aque– lla época en la compra y venta de café y airas líneas y en el transcurso del tiempo, fue mejorando de posición denfro de la orga– nización de la Empresa. Por razones c:ie pa– renfezco con los dueños yo visitaba asidua– mente la casa comercial de Pedro Joaquín Charrtorro y cons~cuentemente mi coniacto con Adolfo se hizo frecuente. Es de noiar que sin ser Adolfo un joven comunicativo y lo que comúnmente se lla111a "simpático", las aí:ni.siades que hacía lo esiimaban mucho y él ejercía cierta influencia en ellas, espe– ciahnen±e cuando emitía juicios y opiniones sobre política. Recuerdo ahora que cuando llegó la Revolución del 28 de Abril de 1893,
promovida por' ciudadanos de Granada y je– feada por Eduardo Montiel, el General Joa– quín Zavala, Ex-Presidente de la República y el General Agustín Avilés" ad111inistraba yo las propiedades de mi padre Don Salvador Chamarra y hacía negocios por medio de él con la firma de Pedro Joaquín Chamorro. Adolfo como ya dije continuaba en su em– pleo en ésta casa. Al estallar la Revolución estábamos en casa del General Cuarezma en una vela de la Sra. Chepifa Saballos esposa del referido General José María Cuarezma. Nos ~nconirábamos allí, enire otros, el des-
pués General José Sanios Zelayai Salvador Lezama, Cayetanq ,lbargüen, miem– bro éste de la firma Zava– la y Chamorro, otros mu– chos conséI:Yadores y libe– rales, Adolfo y yo. Se re– cibió en la propia vela el aviso de la Revolución en la que Granada había sido tomada, porque Miguel Molina vino a dar el aviso a Don ]?edro Joaquín Cha– morro - P.é que el General Joaquín Chamorro de que el General Francisco Gu– fiérrez siendo Comandan– fe del Cu~:del lo había en– tregado a-. Don Eduardo Montiel. Don Pedro Joa– quín Chamorro nos refirió a todos ,10s presentes 10 ocurrido en Granada y ter– minó diciéndonos, inclu– yendo a Zelaya, que alis– táramos bestias y nos :mantuviéramos en contac– to con él. Muy de maña– na llegó Adolfo al trillo de . café de Don Pedro Joa–
quín Chamarro, en donde Don Adolfo I!~az en la época
yo me encontraba para de la Revolu~ de la Costa.
que le diéramos bestias
pues esfaba decidido a ir a la Revolución. En los patios del trillo había gran cantidad de café y por eso yo no lo acompañé debido a la responsabilidad que fenía de cuidarlo, pero le -dí bestia a Adolfo y a Salvador Mo– rales Chamorro:' aquel se fué muy contento de su parficipación militar en el asunio. Yo fuí cap±uradoal día siguiente por el Gobier– no. Cuando Adolfo regresó del movimiento armado contaba todas las proezas y hechos de armas en los que había fomado parte. A mí me impresionó mucho el colorido con que Adolfo me relataba sus hazañas en aquel golpe militar y desde entonces sentí el ínfi– mo deseo de participar en otra Revolución para iener' algo que confar de mi parte. Fueron pu'es los cOll1entarios bélicos del pa– cífico Adolfo los que sembraron en ll1i ániIno la se:milla Revolucionaria para imitar sus lau– reles. La vinculación enfre Adolfo y yo si– guió muy estrecha, pues teníamos entonces comunidad .:de ideas y pensamientos. Enri– que Díaz, Su hermano, ~legó a ser socio de la firma, Pedro Joaquín Chamorro y tue ll1e±ien– do a Adolfo hasta llevarlo a jefe y así perma– neció hasia la quiebra del negocie;) motivada por las persecuciones constantes que después le hizo el General Zelaya. Adolfo siell1pre continuaba un poco esquivo en la dirección propiam.enie de los asunios políficos, pero cuando opinaba sobre ellos lo hacía ~uy
acertadamente. Tenía una-peculiar manera de observar hechos y personas, acumular ex-
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