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« Previous Page Table of Contents Next Page »cedió el plazo y tuvo la mortificación (qLle antes de que el plazo expirara) ver la fortaleza reforzadtJ con el arribo de un fuerte contingente del fuerte de San Carlos, de tal modo que apenas tuvo tiempo de cortar los mecates de sus dos barcos y dejar que el río se los llevara tan pronto como fuera posible lejos del al– cance de sus cañones, dejando la pasada río arriba más imposible que nunca.
Supimos después que cuando Titus demandó la rendición de la fortaleza, sólo tenía una pequeña es– colta dejada allí corno mera guarnición de observación.
ERRORES DE TACTltA y DESMORALlZACION
Por equivocaciones en trivialidades, grandes em– presas se frustran a menudo. Esta oportunidad perdida, los hombres comenzaron a dar muestras de descontentó y de insubordinación. Las tropas de Kansas aunque de lucida apariencia, eran carentes de disciplina y las deserciones se hicieron numerosas. Construí'an balsas por la noche cuando estaban de centinelas y tanto hombres como oficiales, flotaban hacia Greytown, dejando el campo sin guardianes. Fue tanta la desmoralización de los hombres, que el Coronel Anderson y unos pocos más, decidimos que nuestra única manera de juntarnos al Gener91 Walker en Rivas, era tomando pasaje a Panamá y de allí a San Juan del Sur, pero la llegada del Capitán Marcellus French cbn una compañía de caballería de Texas, nos dio esperanzas de forzar nuestra pasada por el río San JLlon. Estos hombres eran de la clase igual
(1 todo lo que requiere coraje y habilidad en acción.
Todo el Comando fue embarcado inmediatamen– te en los vapores y cucmdo llegamos cerca del Castillo, desembarcamos y un reconocimiento en masa se efec– tuó por el lado de la loma de Nelson. Desde este punto algunos de nosotros pudimos obtener clara visión de la fortaleza al, lado de tierra. Desgraciadamente una profunda cañada nos separaba y ésta estaba llena de árboles derribados y otras obstrucciones que habían sido puestas allí que hacían imposible un asalto rápido que había de efectuarse loma arriba a un lado y loma abajo con el otro y esto frente a un sinnúmero de ca– ñones y una numerosa guarnición bien atrincherada. Todos por unanimidad decidimos que la captura de esta fortaleza, sin artillería, era imposible y como frente al río estaba igualmente guarnecida, tuvimos que abandonar el intento de pasar con nuestros dos frágiles vapores que teníamos. Se decidió que unos pocos de nosotros con los Texanos regresarí1omos a Greytown para ir a reunirnos con Walker, vía Panamá
y San Juan del Sur, dejando el grueso de las tropas, las cuales eran absolutamente inservibles en poder de Lockridge para que dispusiera de ellas a su antojo. Reembarcamos a los Texanos y a los mejores hombres en el "Scott' que era el mejor barco y deja– mos al resto a que regresaran en el otro barco como 9llos pudieran.
El enemigo ahora habfa desarrollado una activi– :/ad inversa en proporción a la nuestra, pues los ha– bíamos visto espiando cerca de las fortificaciones de Sarapiquí. Por lo tanto se creyó prudente hacer un reconocimiento antes de atender pasar ese punto. La
proa del Scott fue varada en un banco de areno y uno pequeña escolta bajó con ese objeto.
EXPLOSION DEL I/SeOTT"
Distraído estaba yo mirando a los hombres 'que
ibcm y venían por la arboleda con mis codos apoyados en la ventana de la casa del piloto en la cubierta su– perior del "S cot t", c~ando de pronto me sentí> empu– jado hacia arriba por una fuerza terrible. El ingeniero había bombeado agua fría en los cilindros recalentados
y la caldera había estaBado haciendo añicos la parte delantera del barco.
Todo raspado y magullado por el contacto de las astillas y restos de la explosión¡ aún retenía el cono-O cimiento y una rara claridad de inteligencia. Perfec– tamente calculaba lo que había pasado y estimaba que el fin había llegado y despertó en mí!, una viva curiosidad para resolver ese problema que me había hecho pensar tanto toda la vida: l'Eso que viene des– pués de la muerte". El golpe que disipó estas fanta– sías fue cuando entre miles de fragmentos, topé con lo que resultó ser los ripios sobre el destrozado cilindro en la cubierta inferior, me zambullí en el vapor yagua caliente, de donde medio estupefacto al fin pude le– vantarme, pero me fue imposible dar un paso para alejarme de la peligrosa cercanía del vapor y del fuego. Llamaradas brotaban en todas direcciones y los angus– tiosos lamentos de las víctimas y golpeados en la ca– tástrofe, llenaba el ombiente: unos suplicaban que les dieran muerte para librarse del dolor intenso. En me– dio de las lamentaciones, alguién gritó: ¡'La pólvorq!". Como tres toneladas de ésta estaban arpilladas en la cubierta, su propio peso había causado que la destrucción terminara justamente donde esto estaba¡ las cubiertas de lona que cubrían la pólpora para pro– tegerla de las chispas de la chimenea, estaba en llamas
y la sola vista de ésto, causó gran pánico entre los que estaban aún sanos, los cuales corrían hacia la montaña. Yo sólo contemplaba y pensaba, y me maravillaba a que horas vendríJa el acto final.
Pero las voces de Anderson y de Wheat se oye– ron con fuerza pidiendo voluntarios y a la cabeza de ellos subieron penosamente arriba de cubierta y tiraron de la encendida lona y la echaron al agua.
Después vinieron a rescatarme cargándome tier– namente de sobre los escombros. Les rogué encare– cidamente que me sumergieran en las aguas frescas del río¡ pues el sufrimiento de ras quemaduras de agua hirviendo y el vapor eran intolerables.
El cirujano vino a atenderme, y hubiera procedido a curarme inmediatamente pero después de que dio su opinión de que recuperaría pronto si no estuviera seriamente quemado por el vapor. Yo re rogué que atendiera a esos cuyos gritos denotaban agonías.
REGRESO A GREYTOWN
Cerca de 20 murieron y muchos más estaban seriamente heridos.
Todo el comando tuvo que ser embarcado en el otro vaporcito, en el cual fuimos llevados a 'Greytown. Los barcos de guerra ingleses y sus oficiales se emula– ban entre sí en cuanto a servirnos. Casi todos nues– tros hombres aceptaron pasaje gratis a Panamá.
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