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« Previous Page Table of Contents Next Page »culpable" y todos nosotros fuimos conducidos <sobre los hombros de los espectadores) fuera del edificio. Después de esto me confió la misión delicada de Ilevor despachos a Mr. Marcy, Honorable Secretario de Estado. El propósito era conseguir la no interfe– rencia de los barcos, tanto aduaneros como de la Ma– rina de los' Estados Unidos en nuestra salida de Mo– bile. Una promesa verbal se nos dió de interferir lo menos posible en vista del clamor popular de fas Esta– dos del Norte y entonces una noche el Coronel Ander– son y yo, embarcamos en el barco "Susan" que ya ha–
bíd recibido como 150 emigrantes. El "Susan" soltó sus amarras del muelle y la marea silenciosamente nos llevó fuera de la bahí'a de M6bile.
LAS AUTORiDADES ADUANERAS
Ningún oficial de las Aduanas nos había moles– tado¡ mientras permanecíamos amarrados al muelle, pero cuando llegamos a la bahía abierta, un barco de aspecto sombrío nos alcanzó y navegaba contra la proa del nuestro en la semi-oscuridad de la noche, saludán– donos, al pasar con la nueva de que era un barco adua– nero de los Estados Unidos comandado por el capitán Morris, que tenía órdenes de que si persistíamos en se– guir adelante con la clase de cargamento que lIevabá– mas de hundirnos tan pronto alcanzáramos,·,una legua marina de la costa cuya distancia constituye en len– guaje naval r.'mar abierto". Esto, todos nosotros es– tuvimos de acuerdo, no era placentero; ellos llevaban cañones de grueso calibre mientras nosotros no llevá– bamos ninguno y además, ni aun Walker estaba prepa– rado para entrar en guerra con los Estados Unidos. El capitán Harry Maury que comandaba nuestro barco, era un marino de veros, íntimamente relacio– nado con las distintas profundidades de la bahía de Mobile, lugar donde nació, y un verdadero prototipo de fas fúmosos caballeros del Sur. El, odemás, tenía amistad con el cápitán del otro barco Mr. Morris. Todos nosotros, por lo tanto, convenimos en de– jar que Mr. Moury pusiera en acción su talento de di– plomático con el fin de extricdrnos de la difícil situa– ción en que estábamos, porque él nos aseguraba que Morris era L1n hombre que cumplirÍ'a con sus instruc– ciones.
Cuando el barco Aduclnero pasó de nuevo a una distancia de poder hablar Maury gritó pidiendo per– miso de pasar a bordo con 'uno o dos amigos para dis– cuti r la ,situación, recibIendo por contestación una cor– dial ihvitaciórt de llevar a bordo todos los amigos que quisiera y as~, el coroner Anderson y yo le acompaña– mos.
El viento era muy leve, lo que permitió que los dos barcos estuvieran uno al lado del otro. Mientras estábamos en la cabina del capitán Morris, N\aury in– sinuó que para hombres que estaban para romperse el crisma un vaso de buen licor no venía mar. Morris, haciendo derroche de hospitalidad, hizo servir cham– pagne y bebía fraternalmente con los que un rígido deber le obligaba a inmolar y como a botella escancia– da seguía otra botella vi que esto era asljnto de al que aguantord m6s. .
,. · Perfecta cortesía se niantúVO y tanto más se pusó a pru~I;>~:i <;:uando Maury invitó a Morris a que viniera
a bordo de su barco a catar nuestro vino jurándole que seliÍa traído sano a su propio barco. Cualesquiera que hayah sido las intenciones de Morris una hora antes, él ahora aceptó la invitación yendo con nosotros en su propio bote.
La bebedera se reanudó en nuestro barco y cuan– do Morris finalmente fue ayudado a subir de regreso a su barco, Maury le dijo que él no molestaría a tan buen camarada obligándolo a que nos persiguiera en Jo oscuridad de la noche, sino que iba a anclar y a esperar ra luz del día y le suplicaba que tuviera cuida– do de no chocar con nosotros cuando el ancla estu– viera abajo.
La noche estaba excesivamente oscura y cuando N\orris llegó a su cabina el Capitón Maury le gritó que no chocara cuando leváramos ancla.
Al mismo tiempo la orden se dió en voz alta de "echar ancla" y por un preconcertado arreglo la ca– dena del anda que salía por un hoyo era tomada por el otro.
.Morris suponiendo que el ruido que oí:a era la ca– dena de nuestra ancla que bajaba ordenó a su barco también que hicieran lo mismo. Estando su barco an– clado nosotros emprendimos la fuga y ahora vino la parte delicada del dsunto.
Nuestro capitán, Maury, había calculado la di– ferencia d.e calado de los dos barcos en 6 pulgadas y con su conocimiento muy superior de las diferentes pro– fundidades de la bahía, intentó sacar su barco mar afuera navegando por lugares donde la poca profun– didad de la bahía impediría que Morris nos persiguiera. El había maf)iobrado para juntarse con el barco de Mo– rris precisamente donde ancló.
Nosotros, por lo tanto, navegamos directamente a través del Canal y Morris percibiendo al instante la jugada que le hacíamos nos siguió tan pronto como pudo 'levar su ancla. Esta dilación de levar anclas nos dio una tregua que la densa oscuridad de la no– che, mas nuestra superioridad de pilotG'je, nos sacó sin novedad al mar.
liBRES DE NUEVO
Más tarde supimos que Morris no navegó mucho antes de encallarse y por supuesto que tuvo que aguar– dar por la marea alta para poder salir.
La primera media hora después de haber cruzado el canal fue llena de ansiedades para nosotros. Si hubiéramos encallado allí, hubiera terminado la expedici6n y si el barco de ~Aorris hubiera podido man– tenerse tras nosotros sin encal/ar hubiera sido fatal también para nosotros. La oscu<;fidad de la noche fue nuestra mejor amiga. Una o dos veces nuestro barco arrastró su fondo por la arena, pero en media hora ya estábamos en aguas más profundas y como el sonido del barco que nos perseguía se había desvanecido en la distancia, tuvimos la esperanza de que se hubiera encallado, como en efecto sucedió. Nada menos que eso nos hubiera sido más ventajoso, pues con su velo– cidad mucho mayor que la nuestra y con conocimiento de nuestra dirección le hubiera sido muy fácil captu-rarnos. -
En esta incertidumbre esperamos la luz del día con ha poca ansieda"d.
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