Page 105 - RC_1964_02_N41

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<;e les esperaba. Postrados sobre la inclinada cubierta se habían entregado a la desesperación.

Confieso que cuando miré lejos sobre las bulli– ciosas olas bajo la pálida luz de la luna, hubiera prefe– rido morir en el campo de batalla, pero con el instinto mecánico adquirido en una vida de emergencia, pasé como pude sobre los postrados "Emigrantes" en la cu– bierta hacia la parte del lado donde el mástil caído gol– peaba y amenazaba destruir el barco. Allí encontré al Capitán Maury gritando que le llevaran una hacha

Jo que prontamente llegó y con unos pocos hachazos se cortaron las cuerdas que sujetaban el mástil cesan– do así los golpes que con el ruido del oleaje y los gritos de los hombres hacían el ambiente tenebroso.

El hacha le cayó enseguida al mástil que aún es– taba erecto yendo a juntarse al mar con su compañero. Aliviado un poco de este contrapeso, el barco se ende– rezó algo y el Coronel Anderson y yo nos dedicamos a apaciguar el desorden y el tumulto de los hombres. Un grupo de ros más excitados estaban haciendo lo posible por bajar el único bote salvavidas que llevaba er barco y eran tantos que unos impedían a los otros a llevarlo a cabo y se hubieran hundido con todo y bote

si lo hubieran bajado. La persuasión hubiera sido inútil con estos manítacos, apartando hombres a dere– cha e izquierda nos introdujimos en el tumulto con revólver en mano y conseguimos hacerlo~ retroceder y aclarar un poco el lugar; fuimos secundados por otros

y logramos estacionar una guardia para custodiar esta frágil y única embarcación de que disponÍ'mos para buscar socorro en lejanas tierras o quizá de algún barco que pasara.

Tan pronto logramos restituir un poco el orden aquí cuando nos llegaba la noticia de que abajo en la bodega, los hombres estúban bebiendo del contenido de unos barriles de licor. Los encontramos agrupados sobre una pipar el tap'ón de la cual había sido refundi– ?o.y bebían el whisky en latas como si fuera agua. Nuestro autoridad respaldada por nuestros revól– veres y arrojando las pipas tanto las abiertas como las cerradas al fondo del barco lleno de agua, calmó el desorden no sin recibir fieras amenazas de los hombres que alegaban el derecho de emborracharse hasta per– der el sentido en vista de la muerte segura que tenían frente a frente.

Esto, aunque lo sentíamos nosotros, refutábamos

que no era cierto, pues empezamos a recobrar nuestras esperanzas al ver que el barco no se hundía y nos ase– guramos después de un minucioso examen que después de haberle desembarazado de los mástiles el casco permanecía en la misma posición.

Una marejada alta nos hubiera sin duda alguna, desprendido del arrecife, pero ahora, aunque los golpes del agua continuaban con furia contra el lado del vien–

to el mar estaba calmo a poca distancia.

Un sentimiento de calma vino gradualmente apo– derándose de los hombres al ver que nosotros, los que estábamos al mando nos manteníamos optimistas de la situación y como la luna estaba casi de llena tenía– mos su luz para que nos alegrara el resto de la nC'che. Acurrucados bajo la techumbre del barco o donde quie–

ra que un refugIO y apoyo pudiera ser obtenido sobre la inclinada cubierta esperamos la llegada de! día en

angustiosa incertidumbre, esperando que las olas que golpeaban el barco hicieran trizas y esparcieran sus restos por las aguas del mar.

Por fin la madrugada despertó, seguida rápida– mente por el. refulgente sol tropical cuyos rayos espar– r.:idos por el ancho mar revelaba la desolación que nos rodeaba.

Un centelleante océano llenaba el campo de vi– sión, aquí' y allá grandes parches de agua blanca indi– caban arrecifes escondidos y en un punto hacia el lado de donde soplaba el viento sobre la inmensa superficie de espuma, un casi invisible, parche pardo mostraba que el coral solfa más arriba del nivel del mar} for– mando una isleta o loma de arena habitada por tortu– gas y gaviotas..

Muy cerca de nosotros el agua espumeaba sobre arrecifes de coral plenamente visibles, las maltrechas ramas rosadas parecían estar a solo unas pocas pul– gadas de profundidad. Estas montañas de coral cu– yas cimas suben tan cerca de la superficie causando al

mar que bulla sobre ellas, a menudo tienen una pro– Fundidad de muchos metros al lado, de modo que se puede ver como una cinta azul la parte de aguas pro– fundas navegables en medio de los espumantes arre– cifes rosados.

El hombre que llevaba la rueda del timón} era uno de los ex-cajeros de Banco y también lo era el oficial de turno, y ambos debieron de haber estado suma– mente descuidados en el cumplimiento de su obligación, pues, las aguas blancas que se extendían a nuestro alrededor, debiera de haber sido suficiente aviso del peligro.

Como la cubierta se inclinaba a un ángulo consi– derable a causa de estar el barco casi recostado sobre un lado era difícil caminar de un lado a otro. Tan pronto como el medio día lo permitió, tomamos nuestra posición que nos colocaba a una distancia de 70 millas de la colonia Inglesa de Belice, Honduras. El arrecife de coral donde estábámos encallados estaba marcado en la carta como "Glovefs reef".

EN BUSCA DE SOCORRO

Después de una breve consulta, el bote que ha– bíamos rescatado de los hombres fue bajado, aprovi– sionado, proveído de vela, brújula, etc., y se die en cargo del Capitán y dos hombres con instrucciones de proseguir en dirección de Belice o de cualquier barco que encontrara.

Contemplamos la salida de ese frágil botecito¡ nuestra única esperanza de socorro, con intenso interés y cuando se perdió de vista en el horizonte nos dedi– camos, no menos solícitos a contemplar el viento, es– peculando en la potencia de cada nubecilla paro desarrollar viento que en agitando el mar nos despe– garía de nuestro arrecife de coral empujándonos a la profundidad que teníamos a unos pocos pies de distan– cia.

Como había mucho ripio de madera y barrile~

vacíos en el barco, todos fueron reunidos y se constru– yó una balsa para ser usada como último recurso er caso el barco se hiciera pedazos, pero al subir todm los hombres a ella para probarla, la balsa se hundié

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