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nzaba a despl.l.nfar como novel polít~co.

c?rnenocía yo que la familia Cuadra Pasd~ ~ r

1 co e él pertenecía, había, sufrido las terrl–

I>ie;~ persecu.ciones del Rég~en, de Zelaya,

. 1 que los Chamarras; fue, pues, debldo 19ua, 1 11 ' 1 onstante acoso de Zelaya que es ego, a i

cCuadra la ruina económica, de lll.odo que os ndo Carlos llegó a la Costa Atlántica su cua i d·f' '1 ituación económica era Sumamen e 1,lCl. s Mi jerarquía militar en esa Revolución de la Costa y mi posición lll.ás visible, -pu~de

decirse que retardaron el fr~cuente contacto, entonces, con, ~arlos, pero el,. c;:omo h9~bre

preparado y u±il en el ramo CIvil, se fu~ dan– do a conocer, despertando la na±~ral SlITIpa– tía por su actividad, su preparaClon y su ta-lento. , f' ., 1 Creo que en esa epoca ue

~\le naClO a gran intimidad que maIl;tuvo SIempre cC?n Adolfo Díaz. No me ~qUIVOCO pues al a~lr­

mar que él y yo est~vlmos en aque~los ,dlas más separados que Jun±os¡ en cambIO, SI sa– bía de su pennanen±e asocio con Adolfo y

me parece. ahora que contemplo ~on serenI– dad las ocurrencias de aquella epoca, que la similitud temperamental de Adolfo con Carlos y de éste con aquél, los llevaron a unirse siempre más efectivamente, de lo que pudo signlficar una relació?- más cercana entre Carlos y yo. Debo deJar claro que la semejanza de caracteres entre Carlos y Adolfo no necesariamente los hacía iguales, pues a mi juicio, 'también tenían grandes di,fere~­

cias. Si quiero ser sincero tengo que admI– tir que sin dejar de notar la figura de Carlos Cuadra Pasos, mis actividades en la' Costa Atlán±ica no me permitieron sostener una es– trecha relación con él. Pero también es ver– dad que por sus dotes de gran orador, de in– ±eligente colaborador y de homl::?r~ estudioso, rápidarnente conquistaba prestigio y respeto en Guan±os le trataban.

y a propósito de los comentarios que siempre se hicieron alrededor de la situación personal entre Carlos y yo, quiero aprove– char estos recuerdos y m.editaciones sobre su personalidad, para desmentir categórica– mente, una vez m.ás, la falsa versión d~ que yo una vez 10 había puesto a ensilla~e mi caballo. No sé de dónde salió tan burda es– pecie, pero me imagino que fué con ~1 ;pro– pósito de .maltratarlo con motivos políticos. Como dig6, eso nunca ·ocurrió. Además, ~có­

mo podía yo que era chontaleño de cepa y

por 10 tar,ífo nacido a caballo, requerir la ayuda para estos menesteres que conocía muy bien y que. aún ahora viejo me agrada desempeñar? Por otra parte, ~a quién se le podía ocurrir que yo podía irrespetar la persona de Carlos con un servicio de esa na-turaleza? '. Rozamientos y choques, entre Carlos y yo al comienzo de nuestra amistad, no los Podía haber, ya que como dejo relatado, mi posición Inil.i±ar y política estaban en aque-

Carlos Cuadra Pasos el día de su bachillerato (18~6).

llos días algunos grados más elevada que la que podía merecer la juventud de Carlos.

Ya en Managua, pasada la Revolución de la Cosia y agitada la vida nacional con una variedad de sucesos de iodo orden, en el campo político sí surgieron distanciamien– tos y diferencias entre Carlos y yo. Y si quiero ser veraz hasta el extremo de parecer un tanio rudo, pienso que la constanie y mar-

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