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« Previous Page Table of Contents Next Page »Gral. JOS E MARIA MONeADA
En ese mom.ento se airavesó México 1?ro– m.etiendo fuertes auxilios militares a loS lIbe– rales para combaiir a Chamarra. Nueva– mente tuvo oportunidades éste, para salvar la siiuación, retirándose del Poder par:a dar lugar a que los Es±ados Unidos coniuvIera a México. El Presidente Plutarco Elías Calles tenía iambién dificul±ades con los Estados Unidos, y creyó salvarlas inquietando al Co– loso en Nicaragua, en donde no podría per– mitir gobiernos exiremistas, por esiar muy próxim.os a su Canal. El Departamento de Esiado deseaba interceptar con energía la acción de México, pero no podía hacerlo mientras pennaneciera en el Poder el Ge:r: e – ral Chamorro contra quien había pronuncIa– do fallo inapelable. La ansiedad del Ga; bierno americano por este incidente, llego al ex±reInO de hacer decir al Presidente CO?–
lidge, que era Chamarra el sujeto que IUas inquietudes le había producido durante su administración. El Dr. Sacasa se dejó S?~du
cir por las promesas de México y perd 10 su posición en Washington, retardando la solu– ción pacífica del problema nicaragiíense. Por fin salieron de México dos poienfes expe– diciones revolucionarias contra Nicaragua. Una por el Pacífico y otra por el A±lánfico. La del Pacífico fue batida por Chamorra. La -22---
Ía lnfervenc.l6n que evoluclonaba en retirada.
Dice el refrán que Dios ciega al que quie– re perder, pero la verdad es que éste úHimo se tapa los ojos. El Gral. Emiliano ChaIno– rro tornó posesión de la Presidencia de la Re– pública com.o Senacl0r designél;do por el Con– greso. Copiemos corno apreCIaron el hecho en los Estados Unidos: "El General ChaIno– rro, el m.ismo que' había firmado por Nica-ra– gua el Tratado de Canal en 1914 con Bryan y los Tratados de Washington en 1923, llevó a cabo un golpe de Estado y obligó a un congreso purgado a declararle presidente, dándole al procedimiento cierío ±inte consti– tucional de la misma m.anera que lo había hecho Huerta en México en 1913". Aparte todo debate sobre tecnicismos constituciona– les relativos a la sucesión en la Presidencial en estas circunstancias, forzada, este golpe era una violación directa del Artículo 11 del Tratado General de Paz y Amistad de 1923.
Estados Unidos se unió, pues, a Cosía Rica, El Salvador y Guatemala para negarse a re– conocer a Chamarra.
Negras nubes· oscurecieron el horizonte. Todas las fracciones conservadoras, compren– diendo la inminencia de la tempestad, se agruparon alrededor de Chamarra, para la defensa. Todavía con una hábil política se pudo conjurar la tormenta por estos medios: Prirrtero, manteniendo el control de todo el país en paz y tranquilidad; Segundo, respe– tando de una. manera estricia al Congreso y a la Corte Suprema' de Jus±icia, como los airas dos ppderes invulnerables; Tercero, bus– car a todo trance la conciliación con el Par– tido Liberal, que no se mostraba muy deseo– so de pelear. Usados estos procedimientos, esperar con paciencia que los Estados Unidos rectificaran por el convencimiento de que no existe el golpe de Estado, en la form.a en que fue definido en las mismas Conferencias de Washington. Pero se hizo iodo lo contrario. Se atentó contra el Poder Judicial, destitu– yendo Magistrados sin razón, se persiguió al Vice-Presidenie Sacasa y se procedió con vio– lencia en León, hasta exaltar los ánimos co– rno si se desease provocarlos a la guerra. Fue descuidada la vigilancia en la Costa Atlániica y iomado Bluefields, perdiendo Chamarra el control redondo del país.
El Parfido Liberal había cambiado de orieniación; Dirigido por jefes más realis– ias, jugaba a una caria internacional más conform.e con la realidad de la vida del Con– tinente. El Dr. Sacasa trasladado a Wash– ington, irataba direciamente con el Departa– menio de Estado, donde gozaba de aprecio. Cuando Bluefields fue ±omado por la revolu– ción el DepartaIUento de Esfado creyó posi– ble una solución del problema Nicaragüen– se, reconociendo dos gobiernos de facto y me– diando enseguida para procurar un arreglo enire los dos sobre las bases de libres comi– cios supervigilados. Pero no había llegado la hora.
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