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estaban en lo más alterado de las algazaras y risas que provocó: el ridfculo fiasco.

EVACUACION DE JALTEVA

Para los que sabíamos algo de los asuntos del alto comando, era aparente entonces que se planea– ban ciertos importantes movimientos. Para las con– diciones en' que nos encontrábamos, era imposible esperar qlle ,und agresión tuviera éxito y sólo una alter– nativa nos quedaba: evacuar nuestras posiciones. Una mañana después de haberme presentado ClI Comando General por llamado que se me hizo, el Gro!. Jerez me ordenó que seleccionara y entresacara de las diferentes compañías en el Cuartel sesenta de los más expertos rifleros y formara con ellos una compañía de rifleros nativos.

No tuv:e dificultades en reunir el número reque–

rido de voluhtarios deseosos de cambiar sus mosquetes

y un jefe nativo por un rifle y servir bajo las órdenes del IICapitán Californiall. Como yo habí'a selecciona– do de los mejores soldados, naturalmente contra la voluntad de sus jefes pude formar un cuerpo muy efi– ciel1te de soldados.

Cuando recibÍ' orden del General Jerez para for– mar esta compañía, me dijo que un servicio de gran responsabilidad me sería muy pronto encomendado, por lo cual él deseaba que escogiera la flor dé'l ejército. Este servicio especial era para mandar la guarnición de r,etaguardia con mi compañía y la del Capitán Chóvez

eti la evacuación del campamento de Jalteva.

Me sentí honrado pOI' la distinción. La retaguar– dia sería el único punto expuesto al ataque del enemi– go que sin duda alguna rnoléstaría en lo posible a fuerzas abandonando sus posiciones. Sugerí; al Ge– neral Guerrero que ciento veinte hombres era una do– tación exigua pata esta tarea.

Me replicó que como se hacío necesario reunir todos los fuerzas posibles para tener éxito en el dtaque que se pran~aba hacer a la dudad de Masaya distante dieciocho millas guarnecida por los enemigos con fuer– zas considerables, él esperaba qUé haría lo mejor po– sible con mi~ dos compañías. "Es 'el puesto de honor,

ini capitón" me dijo el viejo zamorro, que bien sabía como explotar el orgullo de la juventud; y aunque yo hubie,-a querido tener más hombres a costa de hono-res, fingí estar de acuerdo. .

Casi h9bía at¡janecido cuando logramos concluir con el trabajo engorroso de poner en marcha nuestros almacenes de Ordenanza y Abastos, junto con la impe–

dimenta seguida por las mujeres y niños adheridos al ejército. Hasta entonces pude sustraerme de nuestras posiciones mantenidas arertas toda fa noche con el fin de dominar las cOhtinuas escaramuzas del enemigo que pugnaba por averiguar si nuestros movimientos in– dicaban una verdadera evacuación del campo o era sólo un engaño con el propósito de llevar a cabo un asalto a la wlaza.

Cuandb dí orden de marchar por el camino hacia Masaya, la pálida luz de la aurora se hacía visible en el oriente. '

Llegando al IIcarnpo santo ll

,

una milla fuera de lo ciudad, hubo una detención en masa de mujeres y

n~ñ9$ (que constituían las esposas y familiares de los

soldados y otras que seguían al ejército) que obstruíd' el paso del camino. Al enviar a averiguar el motivo del. paro, supe que la artillerÍ'a pesada, que Radicdti, con su acostumbrada estupidez, hacía .ésfuerzos por cónducir por caminos lodosos, se habíao.tascado. Una hora de trabajo infructuoso pbra, desatascar–

la fue perdida y por fin los cañones fueron inutilizados y abandonados.

LUCHA Y 'RAJAS SUFRIDAS

Mientras tanto el enemigo se cercioró del verda– dero objeto de nuestros movimientos al ver que el grueso de nuestro ejército marchaba hacia Masaya y dedicaron sus esfuerzos en reforzar la guarnición de esa ciudad y de estorbar en lo posible nuestra retirada. Siendo el terreno por donde marchábamos puros loda– zales que el enemigo tenía que atrdvesar para llegar a

socorrer la guarnición de Masaya era la ventaja que nosotros llevábamos, y sus esfuerzos por desbaratarno$ fue furioso. En e! monte escaso, mis soldados hadcn lo posible por protegerse de la lluvia de balas que sil– babar; por doquiera, mientras pequeños desfiladeros me proteg¡ran para pararme firme contra fUérzas en un nllmero muy superior.

ASí luchamos en retirada durante casi todo el día. Los rayos del sor tropical nos sofocaba y hacía más penoso el cClnsancio que resultaba de la intensa activi– dad requerida para detener a un enemigo que constan– temente nos presionaba. Yo tenía que acudir donde quiera que el combate fuera más recio y esperaba ser blanco de una bala en cualquier momento, pues no tomaba ninguna precaución en lo concerniente a pro·· tegel' mi persona. Esperando cQn ansias un refuerzo que repetidas veces había pedido luchábamos como perros hora tras hora. Cerca de Masaya el terreno era m9s alto y el enemigo, maniobró de modo que pudo escurrirse y acudir a socorrer su guarnicign de esa ciu– dad que por el nutrido tiroteo que se oía estaba siendo atacada yet por la vanguardia de nuestro ejército. La mejoría que tuvimos a causa del movimiento lateral del enernigo, paro socorrer Masaya fue contrabalanceado al dejar expuesto nuestro flanco al campo abierto. Ellos no perdieron tiempo en aprovecharse de esta ven– taja y rnientras nosotros rechazábamos un furioso ata– que en este flanco dejamos sin protección el camino en retaguardia. De esto nos percatamos por los gritos de las mujeres y tiros de mosquete en esa dirección. Corrimos allá y encontramos a los soldados enemigos tirando y bayoneteando a una densa muchedumbre de histéricas e indefensas mujeres y niños cuyos cuerpos pobremente ataviados y sus largas y alborotadas tren– zas parciolmente sumergidas en el roda fueron un triste

y cobarde agregado a la matanza del día. Muy pron– to llegarnos a ellos que aun estaban ocupados en su Infame tarea y creo que no exagero al decir que nunca

tiré con más furia que a estos cobardes; después que reconquistamos el camino se unieron a nosotros, lo que quedó de las miserables vivanderas.

El movimiento necesario para forzar al enemigo a que se retirara de nuestro flanco y el continuo avan– ce del cuerpo principal nos había, completamente, aislado de nuestro ejército de cuya posición sólo podía– mos adivinar alfá lejos por el tiroteo.

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