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« Previous Page Table of Contents Next Page »EL EXPRESO DEL TRANSITO
Inmediatamente después un cuerpo de caballería que lucía la odiada divisa blanca, pasaba de cuatro en fondo. En el centro de Id columna iban las mulas de la CompClñí'a del Expreso, vistosamente ataviados y portando el tesoro de ésto.
Una sola descarga bien dirigida, como los Ameri– canos sabían dirigirla, a una distancia corta a que nos encontrábamos, hubiera dejado tantos caballos sin ji– netes. como rifles teníamos nosotros y así nos' hubiéra– mos hechó cargo de custodiar el tesoro. La clemencia de Walker cuando el enemigo estaba en sus manos, en el interés de Id propiedad y en la fuerza moral necesa– ria para su protección~ debiera categóricamente des– mentir el grito insensato de "Filibustero" con que posteriormente lo han calificado.
Para mí, que lo conoCí tan bien, el actó no sig– nificaba nada, no era más que un acto de su acostum– brada devoción o ejerc;er extricta observancia de la justicia, donde no se envolvía ningún interés público. Los soldados pasaron ilesos sobre las "faLices del Averno" que hubiera bostezado con una pequeña se– ñal de un hombre y reanudamos la marcha. Estimu– lados por el camino parejo y por la proximidad del puerto en el cual ero seguro enContrarse alguna em– barcación para que cargara COn el puñado de hombres agotados y los llevara lejos de la legión de eñemigos, el andar se aceleró tanto que yo gradualmente me fuí quedando atrás y me ví en mi imaginación abandonado a la soledad en un camino infestado de enemigos. Así' como los caballos después de una larga caminata en el desierto apresuran su anddr cuando el aire húmedo les indica que hay agua Cerca, osi todos nuestros hom– bres ilesos se apresuraron a andar sin acordarse de los menos fuertes que iban quedando atrás. Triste y adolorido, arrastrándome poco a poco, ví venir un hom– bre a caballo, acercándose de frente sin detenerse, no obstante que a la distanCio que estábamos se distin– guían claramente nuestras divisas rojas y nuestra nacionalidad y consecuentemente nuestra filiación po– lítica. Como era peligroso declararse uno democrático en estos contornos, por ahora, la conducta del jinete solitario implicaba valor y democracia combinados. Pronto se descubrió ser un Americano y cuando arrimó la columna fue detenida con el objeto de que el Co– ronel Walker investigara acerca de las condiciones del camino hacia adelante y de las fuerzas del enemigo en San Juan del Sur.
ENCUENTRO CON D~EY
El hombre resultó ser Mr Tom' Dewey, dé Kentucky :¡ue había sido miembro de mi compañía de rifleros en Granada. Dewey que era un notorio crirl1inal y tahur de California, hóbfa sin embargo, sido un oqen soldado en Jaltev8/"'se le ,dio de baja al soficitarfo él cuando yo formé una' compañía de rifleros nativos. El había :lesde entonces" prosperado grandem~nte 'en su profe– ;ión en San Juan. N;os informó que las noticias de que 1osotros andábamos por los montes después del fraca– iado intento dé capturar Rivas, habían llegado a San
luan y que había salido con, la esperanza de encontrar-
nos y decirnos que no habían tropos ni en Son Juan ni en los alrededores.
Conocedor como era yo del carácter d~ Dewey, me fue posible asegurar al Coronel Walker que ningu– na traición se podría sospechar de él estando la vida de sus compatriotas de por medio.
Rara anomalía de la naturaleza humana. Este hombre cargado de crímenes y de violencia, un fugitivo buscado por decretos de la ley, estaba sin embargo po– seído de honorable in?tinto que lo obliga a exponer su vida para ayudar a sus conciudadanos cuando en pro– vecho propio él podría salvarse con sólo aliarse Coh el partido dominante.
Estando así verificada la seguridad del camino y del pueblo, el comando marchó de frente con mayor celeridad y fuÍ' yo rápidamente quedándome atrás. Estando todos obcecados en la oportunidad' que había para escapar por mar antes que llegaran a San Juan un número considerable de fuerzas enemigas ni siquie– ra pensaban en aquellos menos aptos que ellos para caminar.
Era tanta mi debilidad y tan intenso el dolor que me causaba el contacto de mis pies lacerados con el áspero suelo, que perdí toda esperanza de mantenerme a la par del resto: de los hombres y empecé a buscar un lugar a orillas del camino donde pudiera descansar, cuando DeWey miró hacia atrás y viendo mi inclemen– Cia arrendó su caballo hacia mÍ', me asistió a subir en ancas y me rescat6 d~1 inevitable destino que esperaba a aquellos que por heridos o cansados se quedaban atrás. Me place relatar la buena acción de este hom– bre que posteriormente pagó con su vida por el pecado de muchos crímenes.
CAPTURA DEL l/SAN JOSE"
La vista de San Juan y del azul Océano fue un deleite para el desbaratado y agotado puñado de hom– bres y aún fue mayor su alegría cuando vieron que en esos mqmentos anclaba en el puerto un hermoso barco. E! Capi'án Hornsby, con una escolta de hombres pron– tamente la abordó. Era el barco "San José Jl
,
de Costa Rica y fue detenido como una necesidad militar, como único medio de escapar de un enemigo numeroso. Hornsby casi no abordó la lancha, pues el Capitán alemán viendo la costa llena de soldados americanos y y suponiendo de lo ;que se trataba, empezó a levar su ancla para alejarse de esos sitios, pero Hornsby se lo
impidió.
Noda se podro ganar con la dilación y por lo tanto era importante abordar la lancha antes que llegara el enemigo de Rivas y así no se perdió ni un instante en embarcar 16s hombres. A mí me llevaron a bordo con el resto de los heridos inmediatamente y me conduje– ron en brazos al camarot~. Allí encontré gran alivio de mis sufrimientos y cansancio en un sueño tan pro– fundo que muchos de los excitados sucesos que ocu– rrieron después, algunos junto a mi camarote, los supe sólo por relato que me hicieron otras personas que· los atestigua ron.
, Ya estaba anocheciendo cuando el último de los hombres fu~ puésto a bordo, exc~ptuariqo un péqüeño retén que aún quedaba en: Id-costa y'cuando Idssom– bras empezaban a obscurecer el panoramd,· enormes
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